Capítulo 2

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Años después.

Saitama.

No hay señal de que el mundo podrá liberarse del mal. Esta realidad no ha cambiado desde que me convertí en superhéroe. Todos los días, la misma monotonía: villanos, kaijins, amenazas de destrucción total. Pero, a pesar de todo, sigo levantándome, poniéndome el traje, y saliendo a enfrentarlos.

Aunque, para ser honesto, últimamente ni siquiera sé por qué lo hago. Tal vez es el deber, o tal vez es simplemente porque no tengo nada mejor que hacer. Mis esfuerzos se sienten insignificantes, como lanzar una piedra al océano y esperar ver las olas.

Antes, cuando peleaba, sentía algo, cualquier cosa. Adrenalina, emoción, tal vez hasta un poco de miedo. Pero ahora... ahora todo termina con un solo golpe. Y después de eso, el vacío.

Me pregunto qué comeremos esta noche.

Llego a casa ileso, como siempre. Mis pensamientos se disipan cuando la veo.

Ahí está Hana, como de costumbre, concentrada en su computadora. Lleva puestos sus lentes, esos que se ha empeñado en usar aunque no los necesite realmente. Tiene el cabello atado en un moño desordenado, con algunos mechones sueltos que enmarcan su rostro. Viste unos shorts gigantes, casi dos tallas más grandes que los suyos, y una camisa que me resulta muy familiar.

Es la misma que yo llevaba puesta el día que ella vino a mí, la que me insistió que no tirara cuando dejó de servirme. "La guardaré," dijo, y así lo hizo. Con el tiempo, se convirtió en su favorita. La usa casi todos los días, y aunque le queda enorme, parece que eso no le importa.

Hana sufre cada vez que la lavo sin que se dé cuenta. He aprendido a hacerlo solo cuando ella está muy ocupada o dormida, porque cuando la descubre, sus ojos se llenan de una mezcla de tristeza y frustración.

Me detengo un momento, apoyándome en el marco de la puerta mientras la observo. Está concentrada, tan sumida en sus estudios que parece haber olvidado el mundo a su alrededor.

Hana ha estudiado virtualmente desde siempre. Al principio, era por el miedo. Después de lo que pasó con sus padres, no quiso salir de casa. El temor a encontrarse con otro kaijin, o peor, con el mismo, la mantuvo resguardada. Pero con el tiempo, el miedo se transformó en una especie de comodidad, y ahora, incluso cuando podría ir a la escuela como cualquier otra chica de su edad, prefiere quedarse aquí, en casa.

Cuando llegó el momento de ir a la secundaria, me miró con esos ojos grandes y brillantes y me dijo que quería seguir estudiando en casa. No soy nadie para negarle eso. Después de todo, ¿quién soy yo para decirle que no a Hana?

De repente, la veo ladear la cabeza, un gesto que siempre hace cuando algo le llama la atención. Su mirada se cruza con la mía y, en un instante, se levanta de un salto, dejando la computadora de lado y corriendo hacia mí. Me envuelve en un abrazo rápido, lleno de energía, antes de tomar la bolsa de compras que tengo en la mano.

Sin soltarla, se quita los lentes y corre hacia la cocina. Seguro que, como siempre, ya tiene una idea clara de lo que vamos a cenar esta noche.

Hana siempre tiene todo planeado. Es una niña organizada, con una mente que funciona a un ritmo diferente al de la mayoría de las personas. Le encantan los horarios, la estructura, y cada sábado por la noche se sienta en el sofá con un cuaderno en la mano, construyendo meticulosamente el menú de la semana.

A veces, cuando la veo tan concentrada, no puedo evitar sonreír. Es uno de esos momentos en los que me doy cuenta de lo mucho que ha crecido, de lo increíblemente fuerte que es.

Sonrío inevitablemente mientras me dirijo al baño para lavar mis guantes. A pesar de todo, de la rutina, del vacío que a veces siento, sé que siempre habrá algo que me mantenga en marcha. Y ese algo es Hana. Esta es mi rutina.

𝗚𝗢𝗗'𝗦 𝗠𝗘𝗡𝗨 ||One Punch Man||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora