Fin del Reinado

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Punto de vista de Lisa Manobal

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Punto de vista de Lisa Manobal.

No.

No.

No.


Esto no estaba pasando. No es real.

Es imposible.

Sujetaba a la morena entre mis brazos como si mi vida dependiera de ello. Intenté salvarla, para que la bala no le diera, pero fue demasiado tarde. Aunque lo deseara, no pude ser más rápida que aquel proyectil que salió disparado contra su pecho.

Me incorporé como pude, con delicadeza sujeté su cuerpo, abrazándola de los hombros, con su rostro en mi pecho.

Su vista estaba perdida, no había rastro de ese característico brillo que solían tener aquellos ojos felinos cada vez que posaba su vista en mi. Estaba ida, con sus pupilas algo dilatadas y tan oscuras...

No sabía en qué momento había comenzado a llorar, todo a mi alrededor se había parado. Las personas gritando, el sonido de las sirenas de los coches de policía... Todo había quedado en segundo plano cuando vi la enorme herida de su pecho.

Temblando, sujetaba sus manos al sentir el frío de su piel, estaba helada, tan helada como aquel día cuando la dejé sola bajo una tormenta de nieve.

La mujer puso su vista en mi, desconcertada.

– Jennie... Jen... Ey... Vas a estar bien, ¿de acuerdo?

– Lisa... No llores.

La mujer alzó su mano derecha algo temblorosa y la posó sobre mi mejilla. Rápidamente la sujeté entre mis manos, sintiendo su tacto en mi piel.

– No... No me gusta verte llorar... – murmuró con voz rasposa. — Tus ojos se oscurecen y...

La mujer empezó a toser.

– No, no hables... No gastes fuerzas. — besé sus manos y me incliné para darle un beso delicado en la frente. — La ayuda está en camino, tienes que aguantar ¿si?

Dije entre sollozos. Las lágrimas nublaban mi visión y no podía ver su rostro con claridad.

– Lisa... – aun sin fuerzas, me regaló una enorme sonrisa. — Tienes unos ojos muy hermosos...

Una de esas sonrisas tristes que me partía el corazón en mil pedazos. Estaba cubierta de sangre, su pecho estaba sangrando demasiado, presioné la herida como pude con las dos manos para evitar que se desangrara más rápido.  ¿Sabes esa sensación cuando sientes que estás en el limbo? Es una sensación extraña. Todo tu cuerpo se adormece y la adrenalina se encarga de auto defenderte de cualquier daño. Un mismo shock que te impide reaccionar a lo que ya sabes que es inevitable. Observé su piel, era blanca como la nieve, siempre lo fue, pero ahora sus labios cobraban un tono algo grisáceo y morado.  

𝐍𝐚𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐠𝐨  -  JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora