Lisa, una artista que no ha pintado un solo cuadro desde aquel terrible accidente, se ve obligada a alquilar una habitación en su casa de campo a Jennie, una mujer de Nueva York con una vida muy mediática, quien huye de su boda, a escasos minutos de...
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La cena transcurría con normalidad. Para sorpresa de Lisa, ninguno de sus familiares soltaba chistes machistas u homófobos en la mesa. O al menos no delante de ella y Jennie. A la rubia le llamó la atención como absolutamente todos hablaban con la castaña animadamente, preguntándole por su don de la interpretación a piano, por su familia, comentando anécdotas de la infancia, que eran más que embarazosas, pero hacían que todos rieran. Sentía claro alivio al saber que Jennie estaba cómoda, charlando y conversando con su familia.
— ¿Desde cuando tocas el piano? — Taylor tuvo el gusto de preguntar. La señora estaba sentada justo al final de la mesa.
— Desde los tres años. — Jennie contestó un poco tímida y todas se quedaron asombrados.
— ¡Eso es impresionante! — Mer se situaba en frente de la chica.
— La verdad es que tuve mucha facilidad para aprender a tocar desde niña.
— ¿Desde infante ya te gustaba la música querida? — Nana, la abuela de Rosé y dueña de aquella tienda a la que había ido para comprar aquella cajita de música, habló interrumpiendo a Taylor.
— La verdad... — Jennie asintió feliz mientras intentaba masticar la comida antes de hablar — Recuerdo que mi padre me llevó al cine en aquella época... — Jennie rió al recordar aquel momento, mantenido así a los invitados enganchados a su historia — Aquel día estrenaban Anastasia en los cines... Esa película que trata sobre los Romanov pero que está desligada de la historia en sí...
— Esa es la película preferida de Lili ¿a que sí hija? Recuerdo cómo cantabas la canción de la protagonista a todas horas... — Taylor miró a la rubia quien la miró avergonzada.
Jennie giró a su derecha sonriendo a la nombrada y esta intentó desviar la mirada a otro punto de la sala para no hacer contacto visual.
Se sentía expuesta puesto que aquella película la veía sin parar cuando a penas era una niña, y aunque había dejado se ser tan inocente, le seguían gustando las películas de Disney.
— Dejen acabar a Jennie... — Marco interrumpió.
— Precisamente por esa canción... La canción de la cajita de música... No sé cómo describirlo.
— ¿Qué era lo que sentías? — Lisa habló a su lado.
— En ese momento solo notaba cómo mi corazón iba a sobresalir de mi pecho — Jennie rió a la vez que los demás. — Pero me llevó un tiempo saber que la música te conecta con un mundo aparte, un mundo que es tuyo y nadie puede quitártelo... Es como...
— ¿Cómo meditar? — Marco preguntó
— Sí, es como dejarte ser, mientras escuchas la melodía que tocas o que cantas...
