Capítulo 40 - La costumbre

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Al llegar a casa después de su solitaria excursión a la playa con Kuma, su teléfono empezó a recibir miles de mensajes y llamadas. Entre ellas, destacaban las diecisiete en total de su madre. No le había contestado a ni una sola llamada en todo el dia y sabía que aquello iba a tener represalias por parte de Amanda, pero ahora mismo no quería pensar en ello. Su mente estaba ocupada pensando en la de miles de problemas que tenía en su vida últimamente, los cuales debía de solucionar cuanto antes.

Todo pasó a segundo plano en cuanto su mente se centró en una sola persona, en aquella pequeña niña que la necesitaba más que nunca, que tanto temía por ella y su estancia en aquel orfanato.

Desde que se fueron de París, Jennie no dejó de seguirle la pista. Todos los días, sobre las diez y media de la mañana, llamaba al centro social y preguntaba por la niña, preocupada por que la tratasen bien. No lo dudaba, pero aun así, después de prometerle a Evelyn que no se separaría de su lado, estaba más que muerta de miedo, imaginando miles de escenarios en los que Evelyn la llamaba llorando y pidiendo su ayuda. Había pensado en adoptarla más de una vez, en sus ratos libres o también entre reuniones aburridas, su mente imaginaba una vida de ensueño en una pequeña casa con jardín y Evelyn correteando por el lugar junto a Kuma. Pero para que engañarse, era más fácil pegarse un tiro en la cabeza que adoptar a aquella pequeña ella sola. Aun así, lo seguiría intentando por su promesa. No podía fallarle a Evelyn, la necesitaba y no estaba dispuesta a perderla para que alguien con oscuras intenciones se aprovechara de ella. No, definitivamente, eso no debía pasar.

Observó la pantalla de su móvil con inquietud antes de abrir la puerta de su apartamento. Mañana le plantaría cara a su madre, ahora no tenía fuerzas para discutir. Solo quería descansar y darse una ducha larga.

Pero claro, todos sus planes tienen que verse saboteados como siempre...


Al abrir la puerta de su apartamento, se encontró a Rosé, Lisa y Jisoo en su cocina, compartiendo risas y  anécdotas divertidas que cesaron de inmediato al verla entrar por la puerta. Su vista se posó sobre la rubia tan familiar y sintió cómo su cuerpo reaccionaba al verla, emocionandose y necesitando una abrazo suyo. En su estómago empezaron a florecer esas familiares mariposas y quiso morirse en ese instante. Lo que menos quería era volver a verla, no quería tenerla en frente, ni mucho menos en su casa, riendo y pasándoselo bien sin ella.


Esto debía de ser alguna clase de tortura psicológica. Por que si no, no entendia como era que dios se la pasaba tan bien haciéndola sufrir tanto.


Se quedó paralizada en la puerta y su perro salió disparado hacia el interior, correteando por el salón emocionado al ver a Jisoo. La pelinegra se agachó, sostuvo al animal entre sus brazos y después miró a su hermana. Todo bajo la atenta mirada de la castaña, que alternaba su vista de ella a Lisa y de Lisa a Rosé, como si estuviese viendo alguna aparición realmente terrorífica.

𝐍𝐚𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐠𝐨  -  JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora