Lisa, una artista que no ha pintado un solo cuadro desde aquel terrible accidente, se ve obligada a alquilar una habitación en su casa de campo a Jennie, una mujer de Nueva York con una vida muy mediática, quien huye de su boda, a escasos minutos de...
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Punto de vista de Jennie Kim.
– Hola Jenjen.
Mi hermana me saludó desde la cocina. Dejaba una cuantas bolsas en la mesa, parecía cansada. Me acerqué a ella atando mi cabello desordenado en una coleta.
– ¿Fuiste hacer la compra?
Pregunté al verla sacar cuatro botellas de leche de una de las bolsas de plástico. Eran apenas las nueve de la mañana, ¿Desde cuando se levantaba temprano? no, aun peor. ¿Desde cuando ella colaboraba en hacer las tareas en casa?
– Tenía hambre. Cuando abrí la nevera y solo vi el tarro de mermelada, me dio depresión.
– ¿Desde cuando te levantas temprano?
– No me mires así, las personas cambian.
– Ya... Más bien alguien te a cambiado... – Murmuré casi inaudible.
– Te he oído.
Vaya. Tiene el oído fino.
Rebusqué en las bolsas buscando algo de comer. Encontré una manzana y le di un mordisco.
– A propósito. ¿Has dormido bien?
– Sí, ¿por qué? – la miré extrañada.
– No lo sé... Como esta noche estabas tan... Animada.
Alzó ambas cejas sugerente. Me sonrojé al instante.
– Cállate... — Le amenacé apuntándola con el dedo.
– ¿Ahora quieres que me calle no? – soltó una carcajada malévola – Serás hipócrita.
Antes de que pudiera contestar, Lisa salió de mi habitación. Completamente despeinada y con su camiseta puesta del revés. En sus pies llevaba mis zapatillas de Harry Potter que tanto me gustaban. Le quedaban pequeñas. Su mirada somnolienta se posó sobre nosotras, pestañeó intentando enfocar y se frotó un ojo a la vez que bostezaba. Necesitaba café, no tardaría nada en hacerlo.
– Hola Limario.
Mi hermana la saludó sentándose en el banco de la cocina. Le eché una mirada amenazante antes de que abriese la boca. Lisa abrió los ojos y sus orbes se posaron en mí, al instante sonrió y caminó hacia mí.
La maldita se veía hermosa...
Se acercó a mí y me quedé clavada en el suelo, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Sus brazos rodearon mi cintura y besó mi frente.
– Buenos días, amor.
– Buenos días, Lili.
Mi cuerpo reaccionó ante sus caricias y mi corazón se sobresalta. Se sale de mi pecho en cuanto me abraza. Los recuerdos vividos de anoche hacen que en mi estómago empiece un revoloteo de mariposas y el calor suba por mi cuerpo.