Capítulo 45

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Freen descendió de la avioneta a las seis y media de la mañana, hora de Myanmar, en el aeropuerto de Birmania; le llevó más tiempo del que esperaba cumplir con los trámites de rigor para ingresar al país. Hizo una larga fila; sintió frío a pesar de que vestía un conjunto de pantalón y chaqueta y, encima de este, un sobretodo de grandes botones en el centro y unas amplias solapas que le daban un aire distintivo. Se sentía algo cansada por pasar la noche en vela, pero la adrenalina que corría por su cuerpo la mantenía alerta. Había acordado con Valdez, su detective, que la esperaría a la salida, y así fue.

—Señora, bienvenida.

—Gracias.

Él se hizo cargo de la maleta que ella llevaba; Valdez era un hombre de baja estatura, le llegaba por los hombros a Freen, era calvo en el centro de la cabeza y tenía sobrepeso, como detective era inteligente y sagaz. No se equivocó al contratarlo.

Se encaminaron de inmediato hacia el estacionamiento.

—¿Todo va bien? —le preguntó. Necesitaba saberlo todo.

—Sí. El abogado que solicitó Waraha aún no llega, así que el proceso estuvo detenido toda la noche. Sin embargo, el fiscal le advirtió de que no esperaría más, que le asignarían un abogado de oficio.

—Van a retrasarlo todo lo que puedan —concluyó ella—. ¿Ha dicho algo?

—Nada. Sabe lo que hace.

Freen maldijo por lo bajo. En ese momento llegaron al auto del detective; él le quitó el seguro en la distancia y ella lo abordó mientras este guardaba la maleta en el portaequipajes.

—¿El fiscal estará en la estación?

—Sí —respondió Valdez. Él puso las manos en el volante sin hacer el intento de encender el auto—. ¿Quiere verlo?

Ella lo miró, sorprendida.

—¿Qué?

—La captura. La vigilancia incluía todo. Lo tenemos todo grabado desde que llegó al establecimiento, hasta su arresto.

El corazón de Freen se aceleró.

—Por supuesto que quiero verlo —respondió.

Valdez asintió y se giró para tomar un bolso del asiento trasero.

—Supuse que lo querría —comentó mientras sacaba una cámara de vídeo y la encendía; luego se la tendió.

Freen agarró el dispositivo y fijó la vista en la diminuta pantalla. Tras unos segundos vio a una alta mujer de pelo negro aparecer por una esquina acompañada por una joven que le sonreía emocionada. Ella se concentró en Engfa, la reconoció de la fotografía que le entregó Rebecca. La mujer era hermosa y tenía un andar sofisticado. Con razón las chicas enloquecían. Entraron a una tienda de souvenirs y la cámara se movió; alguien la llevaba y se dirigió también hacia la tienda.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora