Capítulo 35

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El silencio reinó en la oficina durante unos instantes. Tiempo en el que el corazón de Rebecca se mantuvo latiendo fuerte.

—¿Eso te dijo tu madre? —cuestionó Freen, en cambio.

—No. Me dio toda una extraña explicación, y me habló de ti... ¡De usted! —se corrigió de inmediato y la directora tuvo que esforzarse para no sonreír—. Y me dio la impresión de que no me dijo la verdad sobre su viaje.

Ella escuchó la explicación, luego se puso las gafas antes de asentir.

—Debes creerle a tu madre —le aconsejó. Los ojos grises se entornaron.

—Es un consejo que no estoy segura de tomar —confesó con sinceridad.

—Es tu decisión.

Rebecca asintió; se dio cuenta, por su tono, de que la reunión había terminado, así que se levantó.

—Gracias por recibirme.

—Vuelve a sentarte —le ordenó. La reclusa alzó una ceja—. Por favor, siéntate —insistió y señaló la silla—. Quiero hablar algo contigo.

Ella dudó, aun así, volvió a tomar asiento y se puso cómoda, cruzó las piernas con un movimiento femenino y se quedó mirándola.

—Usted dirá.

Freen se recostó de la silla, apoyó los codos en los reposabrazos y entrelazó los dedos, manteniéndolos al nivel de la barbilla. Tomó un poco de aire; no lo planeó, pero aprovecharía la oportunidad para disculparse por su trato de días atrás.

—Yo necesito que sepas que fue valiosa la fotografía que proporcionaste

—dijo mirándola—. No quiero que pienses que no lo agradecemos.

—¿Quiénes lo agradecen? —cuestionó con las cejas alzadas con un gesto de incomprensión.

Freen abrió las manos, como si buscara las palabras para explicarse.

—En primer lugar, yo.

—Aquel día no lo pareció —le apuntó con valentía.

—Lo sé.

—¿Quiere decir que esto es una especie de... disculpa?

Ahora fue la ceja de la directora la que se arqueó. Ocultó la boca tras sus manos para cubrir su ligera sonrisa.

—Sí —respondió al fin.

—Es muy mala en esto —le señaló.

Y ahora fueron los ojos negros los que se entornaron, a modo de advertencia, pero con un brillo de diversión. La convicta sonrió sin poder evitarlo.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora