Capítulo 62

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Rebecca no supo si aceptar o no la invitación de Freen a celebrar su libertad. Y era que estaba fuera de la realidad. Poder salir del tribunal a la calle, mezclarse otra vez entre la gente después de meses en una celda era... extraño. Así que se dejó llevar por la mujer que quería y su abogado, que se uniría a ellas en la celebración.

En la calle, antes de hacer cualquier otra cosa y tras salir un poco de la nebulosa de felicidad que la tenía casi absorta, Rebecca se detuvo en la acera, sin importarle la gente, abrazó a Freen tan fuerte como se lo permitió su ímpetu. La otra mujer no pudo dejar de reír mientras permanecía entre sus brazos. Las personas pasaban a su alrededor sin tener la más mínima idea de todo lo que las condujo a ese momento. Una vileza las unió y ahora costaría mucho que algo las separara.

Los tres se disponían a ponerse en marcha cuando el teléfono de Freen repicó. Al revisar, vio que era de la cárcel, como siempre que estaba fuera, supuso que era importante, así que se disculpó y se apartó para contestar.

—Chankimha —respondió.

¡Freen, tienes que venir de inmediato!

La voz agitada de Nop le erizó la piel.

—¿Qué sucede?

¡Mierda! —masculló por lo bajo el jefe de los custodios—. Sucedió algo con Naving y Waraha. Creo que está muerta.

Freen se paralizó cuando la palabra resonó en su cabeza. «Muerta». A pesar de que su corazón ya latía acelerado, respiró hondo, necesitaba que Nop se calmara para que le explicara lo que sucedía.

—Nop, ¿qué... pasó? —le preguntó entre pausas. Oyó la respiración agitada del guardia.

Naving atacó a Waraha en el baño. Creo que está muer...

El hombre calló y ella oyó voces en el fondo, todo era confuso. Trató de entender lo que decían. Al final logró escuchar algo sobre los signos vitales.

—¡Mierda! —masculló la directora mientras le daba un vistazo a Rebecca y al abogado, que esperaban por ella—. ¡Nop!

La voz del custodio volvió a oírse, esta vez más afectada. Parecía que apenas podía respirar.

Freen, el doctor dice que... ¡Oh, mierda! Ven aquí. Ven cuanto antes.

—¡Voy en camino! —no escuchó la respuesta, terminó la llamada. Agitada, se acercó a sus acompañantes—. Debo ir a la prisión, lo siento — le anunció a Rebecca.

—¿Qué sucede?

—No lo sé bien, pero debo irme. Crespo, por favor, quédate con ella. Te enviaré la dirección del hotel donde se hospedará —habló rápido y atropellado—. Lo siento —le dijo a Rebecca y no le dio tiempo a decir nada. Se dio la vuelta y casi corrió hacia el estacionamiento del tribunal.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora