Capítulo 13

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El hombre se mantuvo sonriéndole con sincera amabilidad durante los segundos que el silencio los acompañó.

—Soy Plácido Cova —se presentó tendiéndole la mano por encima del escritorio—, uno de los trabajadores sociales de la penitenciaria.

Rebecca se la estrechó, aunque continuaba sorprendida por la actitud del hombre y todo lo demás que la rodeaba.

—Supongo que no es necesario que me presente. Plácido sonrió.

—No es necesario —confirmó—. Hace unos días recibimos tu expediente. Es el procedimiento que llevamos a cabo cuando asignan a una prisionera. Analizamos los expedientes para estudiar los casos y poder brindar así una mejor estadía a las reclusas.

—Hablas como si esto fuera un hotel —comentó sintiéndose en confianza para tutearlo.

Él rio.

—Por supuesto no es un hotel, pero ese es uno de los objetivos de esta penitenciaria, que es diferente a todas las demás que hay en el país. Lo que sucede es que la visión de lo que una cárcel debe ser para un recluso se ha perdido en el tiempo. Un presidio no tiene por qué ser una especie de

«infierno» para los que pagan una condena, sin importar si es grave o no el delito.

Rebecca se quedó pensando en ello.

—La verdad es que no sé nada sobre... cárceles, pero eso difiere mucho de lo que sabemos o leemos en las noticias.

—Y por eso aquí trabajamos para cambiar eso. En especial porque así lo dispuso nuestra directora.

—Esa es una buena noticia. Debo decir que esto es diferente a cómo lo imaginé —confesó la prisionera al tiempo que señalaba a su alrededor.

—Me alegra que te des cuenta —le guiñó un ojo—. Bien, estamos aquí para iniciar tu proceso de ingreso. Ya te hicieron el registro, así que debo ahora hacerte entrega de las reglas de la penitenciaría —le informó mientras abría la carpeta que trajo consigo y le entregó un manojo de hojas. Ellas las tomó y comenzó a ojearlas—. Léelas y cúmplelas a cabalidad. Además, se enumeran allí las conductas o actos que constituyen una falta disciplinaria y, por consiguiente, las sanciones correspondientes. Debes saber que para nosotros la disciplina es importante, de ello depende la tranquilidad y seguridad de las convictas, así que para ti también —él continuó departiendo—. Tras completar tu ingreso, se les notificará a tus familiares que eres reclusa en esta penitenciaria.

—¿Puedo hablar con mi madre?

—Por supuesto —respondió él con una sonrisa—. De hecho, mañana podrás hacerlo —le aseguró y continuó con la tarea que tenía entre manos

—. Después que termines de leer las reglas, iremos a la enfermería para un examen médico. Luego de eso, te haré un recorrido para que conozcas cada área y al finalizar, te llevarán a tu celda. ¿Tienes alguna pregunta?

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora