Capítulo 48

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Freen luchó para que el fiscal incluyera en la imputación el caso de Sam; tras su muerte, recabó toda la información que pudo obtener de las redes sociales y del teléfono de su hermana. No era fácil demostrar que también Engfa fue quien le puso la droga en su equipaje; no obstante, esperaba que el fiscal convenciera al jurado y al juez que era el mismo modus operandi. Había pasado varios años, pero quiso limpiar su nombre; al menos eso le debía.

Por supuesto, se quedó en Myanmar para seguir el caso. Asistió a cada una de las vistas que se celebró en el tribunal. Durante los primeros alegatos e intervenciones del fiscal, temió que las pruebas no fueran suficientes; todas eran circunstanciales. Sin embargo, cuando las víctimas declararon e identificaron a Engfa como la persona que las sedujo y las convenció de viajar a Myanmar, Freen se sintió aliviada. Prestaba atención a las reacciones de los jurados; supo que al menos la mayoría creía en las palabras de las víctimas.

Ser testigo de cada declaración fue emotivo. Ver y escuchar a Rebecca le removió todos los sentimientos que albergaba en su ser por ella. Se dio cuenta en aquel instante de lo importante que ya era en su vida; no podría seguir adelante sin ella. Su corazón ya lo había decidido sin siquiera consultárselo. Por años se dedicó a buscar a la maldita con un único objetivo; antes de encontrarla. Ella llegó a su vida y ahora eso le daba un giro de casi ciento ochenta grados.

Su corazón latía, dividido. No se perdonaría el no cumplir la palabra que le dio a Sam en su tumba. Tampoco poseía las fuerzas suficientes para dejar atrás a Rebecca. Ciertamente, no tenían una relación; no obstante, compartían sentimientos, lo sabía por la manera en que se le entregó y por su mirada. Los ojos son el espejo del alma, una frase trillada que guarda una verdad indiscutible. Lo que veía en los ojos grises eran emociones, sentimientos puros, de esos que solo hace aflorar el amor. Sonrió al recordarlo.

Se encontraba en su cuarto de hotel. Ya llevaba dieciocho días en Myanmar; el día anterior el jurado había emitido el veredicto. Engfa Waraha fue declarada culpable de todos los delitos que se le imputaron. Con todo, la desgraciada aún no admitía su culpabilidad. Y ella estaba casi segura de que no lo haría nunca. El juez decidió no dictar sentencia en la audiencia final; tomaría en consideración las pruebas y el agravio que sufrieron sus víctimas.

Y las víctimas de Engfa eran otro caso que atender. En el caso de Sam, no había nada que hacer. Para el caso de Rebecca y las demás mujeres encarceladas, se requeriría de un abogado para anular las sentencias y presentar las nuevas pruebas. El fiscal logró demostrar la culpabilidad de la maldita con sus declaraciones, por lo que ahora era viable que los abogados lograran revocar las sentencias. Era una luz al final del túnel para todas las que permanecían en la cárcel.

Freen esperaría a que el juez impusiera la pena para iniciar el trámite de extradición de Engfa; era una sorpresa que le tenía guardada. Acordó con el fiscal que no le ofrecerían un acuerdo; la necesitaba en su prisión. Cuando fuera extraditada a Bangkok, usaría toda su artillería para que la maldita colaborara y asumiera la responsabilidad en el caso de Rebecca, después... Después que estuviera libre, entonces haría justicia, tal como se lo prometió a Sam.

Rebecca iba a volverse loca. Había pasado una eternidad desde que declaró en contra de Engfa. Pero más extenso le parecía el tiempo que tenía sin ver ni saber de Freen. Nunca antes se sintió así, era una mezcla de dolor, angustia, desesperación y frustración que casi la hacía caminar por las paredes. Ni Clemeng la soportaba ya; cada que estaban en la celda, terminaban discutiendo o ignorándose.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora