Capítulo 16

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—No tardarás en hablar con ella.

Rebecca miraba hacia lo alto de la estructura de la prisión; lo que dijo Naving no caló de inmediato, fue poco a poco que en su mente las palabras tomaron sentido. Entonces, con un gesto de desconcierto, la miró.

—¿Qué?

Naving sonrió y negó con la cabeza.

—También te conquistó, ¿cierto?

—Está enamorada de Chankimha —intervino Clemeng y rio, burlándose de su compañera.

—¡Eso no es cierto! —se defendió Rebecca—. Apenas me entero de quién es.

—Ayer Chankimha pasó frente a la celda —siguió Clemeng, ignorándola

—. Casi se vuelve loca. Quería echar abajo la reja —no paraba de reír mientras hablaba.

Su compañera ya entendía que la mujer era incorregible; no le importaba lo que ella dijera siempre y cuando contara las cosas a su modo.

—Es inalcanzable —declaró Naving mirando hacia arriba.

Rebecca alzó la vista en busca de la imponente imagen de la directora de la prisión, pero ya no estaba.

—¿Por qué dices que hablaré con ella? Naving frunció los labios.

—Ya te dije, no somos las únicas aquí que han engañado para utilizar como mulas, aunque ya las otras cumplieron su condena. Todas fuimos interrogadas por Chankimha.

—¿Por qué?

—En realidad no lo supimos, solo especulamos al respecto. Creemos que también cayó en la trampa hace años y busca información para atrapar a Epona. O a Engfa. O a María —concluyó encogiéndose de hombros.

Rebecca se quedó pensando en ello. ¿Sería esa imponente mujer una víctima de Engfa? Miró hacia la oficina. La verdad era que no podía imaginárselo, a pesar de que no conocía en persona a la directora.

—¡Armstrong!

El nombre retumbó en el patio. La reclusa se sobresaltó. Al dirigir la vista vio al custodio que la acompañó a su celda el día anterior hacerle una seña con la mano para que se acercara.

—Oh, llegó la hora —comentó Naving—. No te pongas nerviosa.

Cuéntale todo.

Rebecca no dijo nada, solo asintió y se alejó del grupo. Por primera vez puso atención en el guardia; era alto, atractivo, de ojos rasgados y de color verde, mandíbula cuadrada y nariz recta. Tenía porte de galán de telenovela.

—¿Sí?

—Tienes una cita con Cova —le anunció con un tono fuerte—. Te espera en su oficina.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora