Capítulo 52

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A Freen los días se le hicieron largos; sabía que en Myanmar la solicitud de extradición estaba por ser concedida. Sin embargo, no terminaba de tranquilizarse, las relaciones entre los dos países siempre se tensaban. Temía que en cualquier momento alguna declaración por parte de los gobiernos echara atrás la extradición.

Ya se había cumplido el plazo que establecía la ley para la aprobación, así que esperaba la llamada de su gente. Y sucedió; tres días después de cumplido el plazo de ley, el fiscal Myanmarno la llamó.

En un par de días será trasladada a Bangkok —le anunció y ella respiró aliviada—. Freen, hay otra cosa que debo comunicarte.

—¿Qué sucede? —se tensó sin poder evitarlo. No le gustó el tono con que le habló el fiscal.

Anoche Waraha fue agredida. Tuvo una pelea con otra reclusa y se requirió que fuera trasladada a un hospital. Terminó con cinco puntadas en la ceja derecha y una fisura en el cúbito del brazo izquierdo.

—Debo decir que no lo lamento. Oyó el bufido del fiscal.

Supuse que lástima no te daría.

—En lo absoluto. ¿Sigue en el hospital?

No. Está en una celda aislada. La verdad es que desde que fue trasladada a la prisión, ha tenido varios enfrentamientos. Es un blanco fácil.

—Sí, debe serlo con esa imagen de niña rica.

¿Tienes todo listo para recibirla?

—Con bombos y platillos le daré la bienvenida —masculló con ironía y oyó la risa del fiscal.

Tras terminar la llamada, se arrellanó en su silla. Pronto Engfa ocuparía un calabozo en su cárcel, eso le daba cierta satisfacción; sin embargo, no dejaba de preocuparle la reacción de Rebecca. Aún no se lo había dicho y no lo haría. Después tendría que enfrentar las consecuencias, pero no quería que se preocupara, llenarla de ansiedad ahora que su caso estaba por resolverse. Lo hacía por su bien, la quería tranquila. El abogado que llevaba su caso ya presentó ante el tribunal la solicitud y el caso entró en consideración para recibir las nuevas pruebas y así proceder a la revocabilidad de la sentencia. Estaba segura de que cumplido el plazo que dictaba la ley, sería puesta en libertad.

Dos días. En dos días Engfa Waraha, la persona que llevó a su hermana a la cárcel, estaría allí, cerca de ella y entonces podría cumplir su palabra. Pensarlo la inquietaba porque antes... antes de Rebecca, no tenía dudas. Ni siquiera pensar en su hijo la hacía titubear. Pero ahora... ahora ansiaba con todas sus fuerzas un poco de libertad para tenerla entre sus brazos, para contemplar su sonrisa, para respirar su mismo aire. Ansiaba estar a su lado y si cumplía su palabra a Sam, eso no sería posible. Muchas veces imaginó lo que haría cuando tuviera a la maldita delante... Ahora temía.

Temía no poder hacer lo que por tanto tiempo planeó. Temía ver sus manos manchadas y con ellas, tocarla.

¡No! No podría hacerlo. Se levantó de la silla y se acercó a la ventana. Cerró los ojos. No podría tocarla, acariciarla si se atrevía a cumplir su plan de acabar con Engfa.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora