El costo del paraiso (Freenbecky)

Capítulo 19

Después de pasar un buen rato en el patio, Clemeng le anunció a Rebecca que era su hora de ir a la biblioteca, así que juntas se encaminaron hacia el lugar.

—¿Tienes familia? —le preguntó Clemeng mientras avanzaban por un pasillo.

—Solo a mi madre.

—No tenía idea de que tu caso fuera así —comentó—. Todas aquí dicen ser inocente. Es como en las películas, aunque yo no lo soy.

—Dijiste que envenenaste a tu marido —recordó Rebecca.

—Así fue.

—¿Te fue infiel?

—No —respondió sin dejar de mirar al frente.

En su camino se topaban con otras prisioneras que iban y venían. Ella se quedó a la espera de que expresase algo más, pero no fue así.

—¿Por qué lo envenenaste? Clemeng se encogió de hombros.

—No me gustó cómo empezó a mirar a la hija de mi vecina. La pequeña tenía siete años en aquel momento.

—¿Te refieres a...?

—Sí, con lascivia.

En ese instante se detuvieron frente a una puerta en cuya placa leyó,

«Biblioteca». Clemeng la abrió y entraron. El sitio era amplio, iluminado y pulcro, como todo en la penitenciaria, aunque la organización era la típica de las bibliotecas; estantes por doquier, mesas, sillas y, por supuesto, un par de personas encargadas de mantener el orden en la sala.

—¿Estás en el club de lectura? —le preguntó Rebecca sin dejar de mirar alrededor. Se sorprendió al ver el recinto casi lleno.

Ambas se quedaron paradas cerca de la entrada.

—Sí. Es de lo mejor aquí, incluso antes que el club de deporte, aunque solo juegan voleibol, lo que no creo que sea apropiado para ti.

Rebecca arqueó una ceja con un gesto interrogante; jugó voleibol durante la secundaria y era buena, así que no entendió el comentario.

—¿Por qué no sería apropiado?

Clemeng la miró como si hubiese hecho una pregunta estúpida, luego movió el dedo índice frente a su cara, de arriba abajo.

—Por tu tama... ñito.

Los ojos de Rebecca se entornaron.

—No es un tamañito.

—Desde aquí me parece que sí lo es.