Capítulo 44

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Freen esperó ese momento por tanto tiempo que simplemente se quedó paralizada cuando uno de sus detectives le informó que la maldita se encontraba detenida. Su corazón se aceleró y una poderosa descarga de adrenalina golpeó su cuerpo; sin embargo, se quedó paralizada, imaginando a la mujer siendo esposada y luego puesta tras las rejas.

Señora, ¿se encuentra allí?

Ella sacudió la cabeza.

—Sí, estoy. Lo siento. ¿Cuándo sucedió?

Hace un par de horas.

—¡¿Por qué no me lo informaron antes?!

El fiscal quiso tener antes la declaración de la chica que la acompañaba.

—¿Otra víctima?

Eso parece.

—Maldita desgraciada —gruñó.

La chica se negaba a hablar. Después que el fiscal le puso delante todas las evidencias que tienen en contra de Waraha, soltó todo. En este instante se encuentra declarando.

Freen solo pensaba en hacer su equipaje y salir cuanto antes a Myanmar, pero sabía que eso le tomaría algo de tiempo. Por un vuelo comercial normal, no lo lograría, así que tendría que utilizar las influencias de su padre para lograrlo. No obstante, todo eso quedaba a un lado; necesitaba saber cómo sucedió el arresto.

—Cuéntame cómo pasó.

Seguimos el plan, vigilar los alrededores de la plaza Bolívar. Sin embargo, no fue tan cerca de allí donde la ubicamos. Fue a cuatro calles, en una tienda de souvenirs que no tiene cámaras, tal como usted lo sugirió. Uno de mis ayudantes la identificó; el equipo se movió con discreción. Cuando llegué al sitio, confirmamos la identidad. Llamamos al fiscal de inmediato y envió a la caballería. Las mantuvimos vigiladas durante todo ese tiempo. Nos dimos cuenta de que había otra persona que las seguía de cerca. Una mujer —apuntó.

—Una cómplice.

Eso suponemos.

—¿La detuvieron?

No. En cuanto advirtió el movimiento alrededor de Waraha, escapó.

Intentamos seguirla, se movió demasiado rápido entre la gente.

—¡Maldita sea! —gruñó.

Esa mujer es una dura, señora. Incluso cuando se vio cercada, mantuvo el temple. Hasta ahora solo abrió la boca para pedir un abogado.

—De nada le valdrá una docena de abogados.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora