Capítulo 56

162 30 1
                                    

Nop no podía creer lo que acababa de suceder en el comedor; era la primera vez que dos reclusas terminaban tan enredadas en una pelea, los custodios siempre pudieron intervenir a tiempo en los pocos enfrentamientos que hubo en la prisión. Por lo general, las convictas cumplían las reglas. No es que no hubiera rencillas entre ellas, con tantas mujeres conviviendo en un ambiente cercado, era obvio que las rivalidades surgieran, pero el miedo a terminar en el hoyo las mantenía a raya.

En ese momento, después enviar a Waraha a la enfermería, con la respiración agitada, se quedó observando el ambiente en el comedor. Tras su intervención, las presas se tendieron en el suelo, bocabajo y así permanecían, todas mirándolo, a la espera de una nueva orden. En su mente él solo pensaba en la reacción de Freen cuando le notificara lo sucedido. Sus ojos, muy abiertos, se paseaban por el lugar. Los otros guardias y las encargadas de repartir la comida estaban a la espera también. Tragó saliva antes de hablar.

—¡Se acabó el espectáculo! —exclamó con un tono alto—. ¡Levántense y vuelvan a la fila! —ordenó.

Las reclusas comenzaron a levantarse; algunas regresaron a sus sitios en las mesas y otras a la fila. La comida empezó a repartirse, aunque se advertía cierta tensión. El silencio reinó mientras Nop observaba que todo estuviera en orden, se quedó unos minutos y luego salió del comedor. En cuanto lo hizo, por el recinto se extendió un leve murmullo. Las convictas comentaban a baja voz la pelea mientras les daban fugaces vistazos a los custodios que se quedaron para mantener el orden.

Nop salió al pasillo y de inmediato pidió información por el radiotransmisor sobre Rebecca.

Ya se encuentra en el hoyo, señor —recibió como respuesta.

Aquello no le iba a gustar ni una pizca a la directora, pero eran las reglas. Ahora necesitaba conocer el estado de Engfa antes de llamarla para informarle la situación. Se encaminó hacia el consultorio. Ahí habló con la enfermera que le comunicó que la herida en la ceja era atendida por el doctor. Aliviado porque la reclusa se encontrara relativamente bien, decidió esperar a que el médico le hiciera una revisión completa para llamar a la rectora.

Freen se encontraba sentada en una silla cerca de la cama donde permanecía su hijo en la clínica; la fiebre apenas cedió con el tratamiento. Estaban a la espera de los resultados de las pruebas especiales de laboratorio ordenadas por el médico, ya que las de rutina no arrojaron evidencias que les permitiera diagnosticar la causa de la fiebre. Neung había despertado temprano, desayunó y permaneció alerta un rato; volvió a dormirse y así continuaba. Ya era casi mediodía. Heng fue a la casa para cambiarse y regresar para reemplazarla y que descansara un poco; eso acordaron, aunque ella no estuvo de acuerdo. Aun así, esperaba que los resultaron llegaran antes de tener que marcharse, porque conocía a su esposo lo suficiente para saber que la enviaría a casa sí o sí.

En lugar del médico, tal como lo deseaba Freen, llegó Heng.

—¿Seguimos a la espera? —preguntó en cuanto entró a la habitación.

—Sí.

Él se acercó a su hijo y lo besó en la frente.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora