Capítulo 65

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Rebecca se quedó en el hotel poco más de una semana, le costó conseguir un apartamento cerca de la casa de Freen que su madre pudiera pagar, al menos al principio. Para retomar sus estudios, tenía que esperar algunos meses entre hacer la solicitud de cambio de universidad, su admisión y el inicio de las clases. Tras tener ya un sitio donde vivir, comenzó a buscar trabajo; eso era más difícil, pero no se rendiría con facilidad. La directora insistió en que le permitiera a Heng conseguirle algo. Ella se negó de entrada; entonces llegaron al acuerdo de que, si en un mes no encontraba nada, acudirían a él. Al parecer conocía a muchas personas por sus diversas fundaciones.

A Heng lo conoció el mismo día que ella se mudó al apartamento, en una cena que Freen organizó en un restaurante. Se puso nerviosa cuando le anunció lo de la cena. Llegado el día, se sorprendió gratamente al estrechar la mano de ese hombre que desprendía una vitalidad y placidez que contagiaba. Heng y Freen se adoraban, saltaba a la vista.

—No tienes idea de a cuantas mujeres le presenté a ver si una lograba conquistarla —Heng había bebido tres copas de vino y comenzaba a achisparse.

Rebecca le prestaba atención, pero en ocasiones le echaba un vistazo a Freen, que fruncía los labios y bebía de su copa cuando él soltaba alguna indiscreción.

—Heng, por favor, compórtate —le pidió su todavía, esposa.

—No, no, no. Nada de eso. Estoy feliz de que al fin alguien conquistara tu corazón —de pronto alzó un dedo—. Una mujer, me refiero —aclaró—. Sé que amas a nuestro hijo y a mí.

—Lo de amarte a ti voy a tener que considerarlo mejor. Rebecca tuvo que reír.

—Pues, Heng —habló ella al fin—, me alegro de que no lograras tu objetivo —buscó la mano de Freen sobre la mesa y se la envolvió—, porque no puedo ser más feliz de que me corresponda.

—¡Oh, Dios! —gimió el hombre, conmovido—. La amo, la amo — declaró refriéndose a Rebecca.

Las dos rieron sin poder evitarlo y la cena continuó entre vino y una agradable conversación que los tres disfrutaron.

La semana siguiente, fue el turno de conocer a Neung. La cena esta vez fue en casa de Freen y ella quiso que Heng también estuviera presente. Rebecca llegó en un taxi. Fue el pequeño el que abrió la puerta acompañado por su madre.

—Hola —lo saludó la invitada de inmediato.

El pequeño se le quedó mirando con la cabeza ladeada. Él tenía rasgos de ambos padres; el color del cabello y los ojos eran de Freen, mientras la nariz y la forma de los labios la heredó de su padre.

—Bienvenida —se adelantó la directora y la saludó con un beso en la mejilla—. Neung, mi amor, ella es Rebecca. Una querida amiga.

—Hola —dijo el pequeño con su voz infantil—. Adelante, por favor — la invitó haciéndose a un lado, provocando que las dos rieran.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora