Capítulo 64

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Luego que Freen se fue, Rebecca se cambió de ropa, se enfundó en un pijama y se sentó en la cama. No podía dejar de pensar en Engfa. La persona que más odió en su vida estaba muerta y, lejos de sentir tal vez un poco de regocijo, abrigaba pena. Se quedó pensando en ello, en lo que sentía y llegó a la conclusión de que era mejor así, después de todo, no le era del todo agradable albergar sentimientos nocivos dentro de sí.

Con su liberación y la muerte de Engfa todo quedaba atrás. Era tiempo de seguir adelante. Pensó en Freen y una enorme sonrisa se le dibujó en el rostro. Era libre y ahora sí que podría considerar que lo que había entre las dos fuera más allá. Todavía no hablaban al respecto. Estaba dispuesta a quedarse en Carabobo, hallar un sitio que pudiera pagar, reiniciar sus estudios y buscar un trabajo. Sonrió otra vez; con la directora a su lado, sabía que lo podría todo.

Sin embargo, antes Freen tenía que resolver lo de su matrimonio y ella debía ganarse el afecto de su hijo. Eso la puso nerviosa; nunca antes pensó en ser madre, pero sabía que podría hacerlo. Cuidar al hijo de la mujer que amaba, educarlo junto a ella. Imaginarlo la llenaba de emoción porque el pequeño era su hijo. Sentía que amaba todo de ella. Y adoraba la manera en que la cuidaba.

Las noches en El Castillo eran tranquilas, no obstante, descansar en una cama grande la hizo dormir como un bebé. Al despertar, se sintió un tanto aturdida. Espabiló cuando el teléfono de la habitación repicó. No tardó en levantar el auricular.

—Aló.

Buenos días.

La voz de Freen la hizo sonreír.

—Buenos días. ¿Cómo estás?

Bien. Va a ser extraño no verte hoy en la oficina.

—Créeme, yo no extrañaré ir a tu despacho —ambas rieron—. ¿Cómo está Neung?

Ya está recuperado, aunque sigue con el tratamiento. Esperamos que mañana vaya a la escuela.

—Me alegra mucho que ya esté bien.

Gracias. ¿Ya desayunaste?

—No. Acabo de despertar.

Ya lo sabes, ordena lo que quieras.

—Ya lo sé.

¿Dormiste bien?

—Sin los ronquidos de Clemeng, de maravilla. Las dos rieron. Enseguida el silencio llenó la línea.

No sé cómo estarán las cosas con la policía hoy —le hizo saber Freen—. Trataré de ir a verte.

—Espero que no haya tanto lío —susurró—. No te presiones, estoy bien aquí.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora