Capítulo 60

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Freen abrió la puerta de la antesala y se dirigió directo a su despacho; para su secretaria fue como ver un halo fantasmal. El portazo retumbó en el espacio y la mujer se quedó mirando la entrada, por completo sorprendida.

Rebecca saltó en la silla en la que se encontraba sentada esperándola; la vio rodear su escritorio y apagar las cámaras. Después de tanto tiempo ya había entendido qué era lo que hacía cuando pasaba la mano por la cara inferior del escritorio.

—¡¿Se puede saber qué buscabas en esa celda?! —el rostro de Freen estaba encendido; sus ojos parecían echar fuego. Y el que agitara los brazos no ayudaba mucho a esconder su furia—. ¡¿Acaso la extrañabas?!

Rebecca se levantó de un salto, por completo sorprendida por el arrebato.

—¿De qué demonios estás hablando? ¡¿Te has vuelto loca?!

—No me he vuelto loca. Estabas en su celda, ¿no? ¡¿O fue que aluciné?!

La reclusa frunció el entrecejo, la manera en que le hablaba, casi a gritos, estaba provocando su enojo.

—¡No! No alucinaste —respiró para no dejarse llevar—. Me detuve allí porque quería una explicación. Es lo menos que merezco, ¿no?

—¡Esa mujer te utilizó como mula porque es una maldita! —exclamó gesticulando con las manos con evidente frustración—. ¡No hay más explicación!

—¡¿Y por qué me estás gritando?!

—¡Porque no tienes nada que hablar con esa maldita!

—Y me trago mi rabia, ¿no? La trajiste aquí y tengo que soportar un maldito castigo —su paciencia se acababa de esfumar— debido a que no puedo golpearla, pero tú sí tener en tu cabeza ideas de cobrarte la muerte de tu hermana con tus propias manos, ¿no?

—No es lo mismo...

—Es la misma maldita cosa. Quise hacerle pagar lo que me hizo y me enviaste a ese lugar...

—Yo no...

—... sin ninguna consideración —siguió sin permitirle pronunciar palabra—. ¡Y los golpes que pude darle no fue nada comparado con estar aquí! Y para colmo, tengo que soportar tus celos...

—Yo no estoy...

—... solo porque quise una explicación. ¡Y sí estás celosa! —exclamó

—. El que grites lo demuestra porque no hay otra razón para que lo hagas. Y si tú puedes planear hacerla pagar por tu hermana —hizo una pausa y alzó el dedo como advertencia— cosa que harás —le aclaró—, ¡yo puedo pedirle todas las malditas explicaciones que me dé la gana! —volvió a gritar.

Freen apretó los dientes porque no encontró qué decir a lo que Rebecca acababa de plantarle en la cara. Respiró hondo.

El costo del paraiso (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora