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El sol despuntaba en el horizonte cuando Hashirama reunió al equipo para una misión de reconocimiento en las cercanías de Suna. El líder no era otro que Madara, que esperaba con los brazos cruzados, proyectando esa aura intimidante que siempre lo acompañaba. Frente a él, Mikuni Shimura, una ninja médico del clan Shimura, ajustaba su bandana con movimientos elegantes. Su cuerpo, voluptuoso y llamativo, era difícil de ignorar. Tenía la piel clara, el cabello castaño brillante, ojos negros que destellaban con malicia y una sonrisa que podía ser tanto encantadora como peligrosa. Sabía exactamente el efecto que causaba, y lo usaba a su favor.

Aisuru, que observaba desde un costado, no pudo evitar sentir una punzada de inseguridad mientras la comparaba con ella misma.

-Mikuni lo tiene todo -pensó con un amargo dejo de frustración.

No solo era talentosa, sino que también tenía ese tipo de presencia que capturaba miradas. Aisuru, en cambio, siempre se había sentido un poco diferente. Su cabello rojo la hacía destacar, sí, pero no de la forma en que ella deseaba. Y su cuerpo... bueno, lo de ser "plana" no era del todo cierto, pero en comparación con las curvas de Mikuni, ella parecía... modesta.

-Más o menos plana, la verdad es que sí tengo algo -pensó para sí misma con ironía.

Pero, ¿de qué servía eso cuando Madara ni siquiera la miraba? Recordó con amargura el intento del día anterior de acercarse a él. Había intentado una conversación casual, algo que antes solía ser tan fácil. Cuando era niña, hablar con Madara no requería esfuerzo alguno. Pero ahora, cada vez que lo intentaba, era como si estuviera hablando con una pared helada. El rechazo había sido especialmente frío esta vez, casi como si la detestara.

Madara apenas la había mirado, y cuando lo hizo, sus ojos la atravesaron con ese desdén que la hacía sentir más insignificante de lo que ya se sentía. Cualquier intento de romper esa barrera que él levantaba se había convertido en un ejercicio inútil.

El grupo comenzó a caminar, dirigiéndose hacia el área de la misión. No habían recorrido mucho cuando Aisuru notó cómo Mikuni, con su andar confiado, se acercaba al azabache con la misma naturalidad que si estuvieran paseando por la aldea. Para su sorpresa, él no solo no la apartó, sino que incluso respondió a sus palabras.

-Madara, realmente es impresionante cómo lideras este equipo -comentó la castaña, su tono suave, pero con un toque juguetón. Sus labios se curvaron en una sonrisa que, claramente, buscaba algo más que una simple respuesta.

-Solo hago lo necesario -respondió Madara sin mirar demasiado, pero con un tono mucho menos cortante de lo habitual. Para alguien como él, esa era casi una declaración de interés.

La joven Uzumaki apretó los dientes mientras los veía interactuar. Mikuni soltó una risa suave, sus ojos brillando con picardía mientras continuaba la conversación.

-Ser tan modesto también es una habilidad, ¿eh? No muchos podrían ser tan... controlados bajo presión -respondió la chica, acercándose un poco más, lo suficiente como para que la cercanía fuera notoria.

Y ahí estaba él, aparentemente cómodo, o al menos no incómodo, con la presencia de Mikuni. La risa suave de la ninja resonaba en los oídos de Aisuru, como si cada sonido fuera una bofetada de realidad. No podía evitar sentir que Mikuni estaba disfrutando demasiado de esa situación, casi como si lo hiciera a propósito. Quizás lo hacía. Después de todo, Mikuni nunca había sido alguien que desaprovechara una oportunidad de obtener lo que quería. Y claramente, ahora quería la atención de Madara.

Aisuru sintió una punzada de dolor, pero esta vez no era simplemente emocional. Los celos que sentía eran casi palpables. Ella ni siquiera podía dirigirle el saludo sin ser ignorada o, peor aún, rechazada. Sin embargo, Mikuni, con su risa ligera y sus comentarios ingeniosos, estaba logrando algo que Aisuru había buscado durante tanto tiempo. Fukao, que caminaba a su lado, notó el cambio en su expresión.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora