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En la mansión del Hokage, el ambiente estaba distendido, casi casual. Hashirama, con su usual sonrisa despreocupada, ocupaba la cabecera de la mesa. A su lado, Mito irradiaba la serenidad y elegancia que la caracterizaban, mientras Tobirama, frente a ellos, permanecía aparentemente absorto en una serie de documentos que revisaba. Sin embargo, su atención se reactivó en el momento en que Mito, con una sonrisa casi traviesa, soltó una bomba que nadie vio venir.

-He estado pensando -comenzó Mito, dejando caer sus palabras con una suavidad engañosa-. Creo que es hora de considerar que Aisuru se comprometa.

Hashirama, que hasta ese momento parecía más interesado en los vapores del té que en el curso de la conversación, alzó una ceja, sorprendido. Como si la idea le hubiera llegado desde otro planeta.

-¿Compromiso? -repitió, casi como si probara la palabra por primera vez-. Pero Aisuru no necesita que la protejan. Es fuerte, puede valerse por sí misma.

El comentario no pasó desapercibido para Tobirama, que disimuló mal su molestia tras una máscara de aparente indiferencia. Mito, en cambio, sonrió con esa calma afilada que a veces adoptaba cuando estaba a punto de desarmar algún argumento.

-No estoy diciendo que necesite protección, querido -replicó Mito, con la voz tranquila pero firme-. Pero un compromiso puede ser mucho más que eso. Piensa en las posibles alianzas entre clanes. Podríamos reforzar la paz de la aldea.

Hashirama frunció el ceño, sopesando sus palabras mientras jugueteaba con una de las mangas de su túnica. -¿Otra alianza? -repitió, como si saboreara la idea-. No es una mala sugerencia. Aunque...

El silencio de su pausa indicaba que algo estaba fermentando en su mente. Y eso era señal de peligro.

-¡Ya lo tengo! -exclamó de repente, golpeando la mesa con un entusiasmo que hizo que Tobirama diera un respingo-. ¡Aisuru debería comprometerse con Madara!

El silencio que siguió fue palpable, denso, como una nube de humo que nadie se atrevía a disipar. Tobirama levantó la cabeza bruscamente, clavando sus ojos en su hermano como si hubiera perdido la cabeza por completo. Hasta Mito, siempre tan imperturbable, dejó caer su compostura un instante antes de recomponerse con una risa nerviosa.

-¿Madara? -preguntaron al unísono Tobirama y Mito, aunque con tonos completamente diferentes. Tobirama sonaba incrédulo, casi indignado, mientras que Mito parecía más sorprendida que otra cosa.

Hashirama, en cambio, seguía completamente impertérrito, como si acabara de resolver un problema mundial.

-¡Por supuesto! -respondió, inflando el pecho de orgullo-. Madara es uno de los líderes más poderosos de la aldea. Y Aisuru también lo es. ¡Sería una alianza perfecta! Además -añadió con total sinceridad-, siempre he pensado que Madara necesita a una buena mujer que lo calme un poco.

Tobirama, sin poder evitarlo, soltó un bufido. La idea de Madara y Aisuru juntos le parecía no solo ridícula, sino casi una tragedia. No podía imaginar a alguien más incompatible.

-Dudo mucho que Aisuru quiera comprometerse con Madara -respondió secamente, con los ojos entrecerrados-. Y, sinceramente, no creo que Madara sea del tipo que se "calma" por nadie.

Mito, intentando evitar que la situación escalara más allá de lo cómico, intervino antes de que Tobirama decidiera levantarse y marcharse de la habitación.

-Hashirama, querido, creo que subestimas el nivel de complejidad de un compromiso como ese -dijo ella con suavidad-. No estoy segura de que ni Aisuru ni Madara compartan tu... entusiasmo por la idea.

Pero Hashirama, en su habitual burbuja de optimismo, simplemente se encogió de hombros.

-Bueno, nunca se sabe hasta que se pregunta, ¿no? Podría sorprendernos -añadió con una sonrisa que solo logró irritar más a su hermano menor.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora