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La sala estaba cargada de tensión, tan densa que casi se podía cortar con un kunai. Los líderes de los clanes estaban reunidos, todos con los ojos puestos en Hashirama, quien, en su clásico estilo, mantenía una calma que podría confundir hasta a un Shinobi experimentado. Pero si te fijabas bien, podías notar que incluso él, el gran Hokage, llevaba un buen nudo de preocupación atado en el pecho.

Madara, sentado al fondo, observaba todo como el buen halcón que siempre había sido. No podía, ni quería, ser solo un espectador. Sabía que lo que se discutiera hoy sería clave para el futuro de la aldea. Y aunque por fuera mantenía su compostura fría e impenetrable, por dentro, su mente ya estaba trabajando como una máquina de guerra.

-Con la tensión entre las aldeas cada vez más alta, es hora de tomar medidas -comenzó Hashirama, proyectando su voz por encima del murmullo. -Hemos visto intentos de infiltración en nuestras fronteras y, aunque hasta ahora los hemos repelido, no podemos dormirnos en los laureles.

Madara levantó una ceja. Sí, la preocupación de Hashirama resonaba con la suya propia, pero ¿tan mal estaban las cosas como para que el gran Hokage lo mostrara? Eso sí que era nuevo. Las conversaciones en la sala se encendieron, aprovechando el momento, Madara se puso de pie.

-¿Y el Kyubi? -su voz era firme, con ese toque desafiante que siempre lo caracterizaba. -Mito lo ha controlado hasta ahora, no entiendo por qué esto sigue siendo un tema de debate.

Los murmullos cesaron de golpe, y todas las miradas se posaron en él. Como cuchillos afilados, las palabras de Madara cortaban el aire.

-Tiene razón -dijo un anciano, su voz temblorosa, aunque firme. -Mito ha hecho un excelente trabajo, pero no podemos depender de un solo pilar. El mundo está cambiando, y nosotros debemos estar preparados.

Hashirama asintió, aunque había una chispa de frustración en sus ojos. -No podemos seguir confiando solo en Mito. Perder el control del Kyubi sería un desastre no solo para la aldea, sino para todo el país.

Tobirama, siempre el aguafiestas, entró en escena. -Además, la salud de Mito se ha visto afectada. No podemos arriesgarnos a que algo le pase y dejar que el Kyubi quede sin control.

Madara frunció el ceño, cruzándose de brazos. ¿De qué demonios estaban hablando? Si Mito no era suficiente, entonces ¿quién lo sería?

-Debemos empezar a considerar la posibilidad de un nuevo jinchuuriki -soltó Tobirama, como si estuviera hablando de cambiar de sombrero. La tensión subió de golpe.

¿Nuevo jinchuuriki? ¿Estaban bromeando? Madara escaneó la sala, buscando la broma. Pero no, todos parecían muy serios.

-¿Estás insinuando que el Kyubi cambiará de manos? -inquirió Madara, con un tono afilado como una katana bien templada. El Uchiha no jugaba con esas cosas, mucho menos cuando estaba de por medio un poder tan abrumador.

-Mito ya no es una opción -intervino Tobirama, con su clásica frialdad. -He estado entrenando a alguien más, alguien con un chakra aún más fuerte que el de Mito. Una niña del clan Uzumaki.

Madara parpadeó, incrédulo. -¿Una niña?

-Sí, una niña -Tobirama no se molestó en suavizarlo, claro. -Su control del chakra es asombroso, incluso para los estándares de su clan.

Madara se revolvió en su asiento. Las palabras "niña" y "Kyubi" en la misma frase le causaban un malestar que ni siquiera quería reconocer.

-¿Y por qué el secretismo? -gruñó Madara, lanzándole una mirada afilada a Tobirama. -Si esta persona es tan especial, ¿por qué no sabemos ni su nombre?

Tobirama lo miró con la misma cara de siempre, como si Madara acabara de preguntar algo obvio. -Porque no podemos permitir que la información se filtre. Pero el punto es que esta niña será el próximo jinchuuriki.

"Una niña", seguía repitiéndose Madara en su cabeza. Estaba claro que Tobirama tenía algo en mente, como siempre, pero aún así, no podía evitar sentir un nudo de desconfianza. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan de repente? Algo no cuadraba.

Finalmente, tras un largo intercambio de opiniones y comentarios, la reunión llegó a su fin. Pero no para Madara. Él seguía sumido en sus pensamientos, intentando desentrañar lo que estaba ocurriendo. ¿Qué demonios planeaba Tobirama con todo esto?

-Madara, ¿tienes un momento? -Hashirama y Tobirama lo interceptaron antes de que pudiera salir.

El Uchiha se detuvo, lanzándoles una mirada escéptica. -¿Qué pasa ahora?

-Tú conoces mejor que nadie el poder del Kyubi -dijo Hashirama, casi como si le costara decirlo-. Esa niña necesita alguien que la guíe y quién mejor que tú.

Madara soltó un suspiro cargado de frustración. -¿Una niña? ¿Y esperan que yo sea su niñero ahora? Esto es ridículo.

Tobirama se cruzó de brazos, su expresión pétrea como siempre. -Su nombre es Aisuru Uzumaki.

Al oír ese nombre, algo en el rostro de Madara cambió por un instante, pero se recuperó rápido. -Nunca he oído de ella.

-Pues lo oirás mucho más seguido. -Hashirama avanzó hacia él, con su tono conciliador de siempre-. Ella saldrá en misiones pronto y queremos que tú o Tobirama la acompañen.

Madara resopló, claramente fastidiado. -¿De verdad creen que es buena idea meterla en esto tan rápido?

-Te lo pido, Madara -Hashirama lo miró con esa intensidad que a veces lograba atravesar incluso el muro de hielo de Madara.

El Uchiha respiró hondo, como si el simple hecho de aceptar lo que Hashirama pedía fuera la última cosa que quería hacer en ese momento. Pero había algo... algo en esa propuesta que lo intrigaba.

-Está bien. No tengo otra opción, ¿verdad? -murmuró, ocultando una ligera sonrisa, más por la situación que por la decisión.

Porque al fin y al cabo, estar cerca de Aisuru también significaba algo más. Y Madara nunca dejaba pasar una oportunidad cuando se trataba de poder y estrategia. Aunque, ¿quién sabe? Quizás esta niña Uzumaki resultara más interesante de lo que parecía.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora