➸ 28

65 12 7
                                    

Mientras tanto, en un rincón apartado de la aldea, Tobirama Senju supervisaba los últimos ajustes en la seguridad. Estaba rodeado por un pequeño grupo de ninjas, todos escuchando con atención mientras él, con su voz fría y firme, daba instrucciones precisas.

-Quiero que aumenten la vigilancia en los accesos principales, especialmente en el norte. No podemos permitir que nada pase desapercibido. La ceremonia de esta noche atraerá a muchos ojos, algunos de los cuales no quisiéramos aquí.

Los ninjas asintieron rápidamente. Sabían que Tobirama era meticuloso, que no se le escapaba ningún detalle. Con un simple gesto de su mano, les indicó que se dispersaran y volvieran a sus posiciones. Sin embargo, antes de que pudieran moverse, una presencia densa y sofocante detuvo sus movimientos.

Tobirama sintió esa energía antes de que pudiera verla. La presencia inconfundible de Madara Uchiha se acercaba, cargado de tensión. Los ninjas intercambiaron miradas nerviosas, pero Tobirama, manteniendo su rostro impasible, les ordenó con un gesto seco que se retiraran. No hacía falta que presenciaran lo que estaba por suceder.

Una vez que quedaron solos, el azabache se detuvo a unos metros de distancia, cruzando los brazos sobre el pecho. La tensión en el aire era palpable, como si la misma tierra bajo sus pies contuviera la respiración. Madara lo miró fijamente, su semblante serio, pero con un brillo de furia latente en sus ojos oscuros.

-Así que... es verdad -murmuró, su voz resonando como el trueno antes de una tormenta-. El compromiso es real.

Tobirama no hizo esfuerzo por suavizar la situación. Sus ojos rojos se fijaron en Madara con la misma frialdad calculadora de siempre.

-¿Esperabas que no lo fuera? -respondió, el tono afilado-. La aldea lo sabe, los clanes lo saben. Esta noche, todo será oficial. ¿Vas a felicitarme, Madara?

El Uchiha dejó escapar una risa amarga, sin humor alguno.

-¿Felicitarte? -repitió con desdén-. ¿Es eso lo que esperas de mí? ¿Que te dé mi bendición?

El Senju lo miró, sus labios apenas curvados en una sonrisa que no llegó a sus ojos.

-No necesito nada de ti -contestó con una calma tan gélida que cortaba-. Aisuru y yo hemos tomado nuestra decisión. Lo único que te queda es aceptarlo.

La sonrisa de Madara se torció en una mueca peligrosa, su rabia burbujeando apenas debajo de la superficie.

-¿Decisión? -escupió la palabra como si fuera veneno-. No te engañes, Tobirama. Esto no es una decisión de ella, es otro de tus malditos movimientos estratégicos. Siempre fuiste un maestro en manipular el tablero a tu favor, y esta vez has usado a Aisuru como tu peón.

Tobirama apretó los puños, los músculos de su mandíbula tensándose, pero su expresión seguía firme, su máscara de autocontrol imperturbable.

-No hables de lo que no entiendes, Madara. Esto no tiene nada que ver con política. -Su tono era suave, casi peligroso-. Sí tu no sabes lo que quieres, yo sí.

Eso fue suficiente para que Madara diera un paso adelante, su chakra vibrando a su alrededor, tan denso que el aire parecía retorcerse a su alrededor.

-No te atrevas -gruñó, su voz cargada de advertencia-. Aisuru no es una herramienta para tus juegos de poder. Y aunque hayas conseguido atarla a ti esta vez, sabes tan bien como yo que su corazón siempre ha sido mío.

Un silencio aplastante siguió a sus palabras. Tobirama lo observó por unos segundos, sin moverse. La verdad en las palabras de Madara le causó un pinchazo en lo más profundo, pero lo que Madara no entendía es que los corazones cambian. Tobirama respiró hondo, manteniendo su postura, antes de hablar, con un tono más bajo pero no menos firme.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora