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Después de la ceremonia de compromiso, Aisuru aún sentía la intensidad del evento grabada en sus huesos. Por fuera, había mantenido una sonrisa educada y un aire despreocupado, pero por dentro... oh, por dentro sentía como si hubiera sido arrojada a una tormenta de emociones que apenas podía controlar. Todo el proceso, desde los saludos hasta la formalidad de los votos, había sido abrumador.

Para despejarse, Aisuru se acercó a la mesa donde estaban los bocadillos. Observó la variedad: dulces, salados, fritos... Sus ojos se posaron en unas pequeñas bolitas de masa que parecían inofensivas, como pequeñas nubes rellenas. Perfecto para calmar el estómago después de tanto ajetreo. Sin pensarlo dos veces, se llevó uno a la boca.

El primer bocado fue confuso. La textura era perfecta, pero el sabor... el sabor la golpeó como una bofetada en la cara. Aisuru se congeló, su boca comenzando a llenarse de un sabor indescriptible, algo entre una explosión de condimentos y un toque asquerosamente amargo.

-¿Pero qué diablos es esto? -farfulló entre dientes, luchando por tragar lo que tenía en la boca.

No muy lejos de allí, Mito la observaba con una sonrisa de lo más divertida. Oh no, pensó Aisuru, lo que sea que esté comiendo, tiene que estar relacionado con ella. Pero antes de que pudiera decir algo, Mito soltó una carcajada que resonó por toda la habitación.

-¡Oh, no puedo creer que lo hayas hecho! -Mito se inclinó hacia adelante, sujetándose el estómago mientras se reía a carcajadas-. Esos bocadillos son especiales, Aisuru. Los hace Hashirama con una receta secreta. Solo él tiene el estómago para tolerarlos.

Aisuru, todavía con la boca llena, la miró con una mezcla de incredulidad y desesperación. ¿Cómo era posible que alguien pudiera disfrutar esto? Trató de tragar, pero el bocado le sabía cada vez peor.

-Por supuesto... que lo son -respondió, fingiendo una sonrisa mientras el sabor seguía invadiendo su paladar. Sabía que había perdido cualquier atisbo de dignidad en ese momento, pero lo único que le quedaba era salir de ahí lo más rápido posible-. Deliciosos.

-Tu cara es un poema, querida -añadió Mito entre risas, disfrutando del espectáculo. Aisuru lanzó una mirada exasperada antes de tomar un vaso de agua para intentar borrar el sabor de su boca. No podría ir peor, ¿o sí?

Finalmente, tras ese pequeño desastre, Aisuru decidió que ya había tenido suficiente humillación pública por un día. A paso rápido, pero sin parecer demasiado apurada -aunque sabía que su rostro seguía enrojecido por la vergüenza-, se dirigió hacia las escaleras que la llevarían a su habitación en la residencia Senju. Cada escalón que subía parecía pesar más que el anterior, no solo por el agotamiento físico, sino por el peso emocional de lo que el compromiso con Tobirama representaba.

Sus pensamientos iban de un lado a otro. La ceremonia había sido formal, como todo lo que involucraba a los clanes más importantes, pero no podía evitar sentir la tensión que había flotado en el aire. Madara había estado presente, claro, pero su mirada no había sido ni de lejos la que ella había esperado. En vez de algún indicio de arrepentimiento o, al menos, incomodidad, había sentido que la observaba como si ya estuviera en otra vida. Como si ella no fuera más que una sombra del pasado que él había decidido enterrar.

-¿Y ahora qué? -pensó Aisuru mientras alcanzaba finalmente el pasillo donde estaba su habitación.

Con cada paso, el dolor en sus pies parecía aumentar, pero no tanto como la presión que sentía en su pecho. El compromiso era un hecho, pero su corazón seguía enredado en un conflicto que se negaba a dejar ir. No podía dejar de pensar en Madara, pero, al mismo tiempo, sabía que Tobirama merecía una oportunidad justa.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora