Un respiro mutuo

22 5 0
                                    


La tarde comenzaba a desvanecerse, dando paso a una noche tranquila. Yoongi, después de una jornada agotadora en la obra, caminaba lentamente hacia su refugio habitual: el pequeño café donde solía encontrarse con Jimin. Sabía que lo encontraría allí, siempre a tiempo, con su usual sonrisa agridulce.

Al llegar, lo vio sentado junto a la ventana, jugando con la cuchara de su café. Jimin siempre lucía impecable, con su chaqueta de cuero y su expresión de quien ha visto demasiado para su edad. Aun así, había algo cálido en él, algo que hacía a Yoongi sentir que no estaba tan solo en el caos que era su vida.

—Mírate, pareces más cansado que yo —fue lo primero que dijo Jimin, una pequeña sonrisa asomando en sus labios—. ¿Seguro que no eres tú el que debería estar vendiendo su cuerpo por dinero? Te verías bien haciéndolo.

Yoongi lo miró, su expresión seria, pero con una chispa de humor en sus ojos.

—Si yo tuviera tu cara, tal vez lo consideraría. Pero no, gracias. Prefiero cargar ladrillos.

—Tienes razón —Jimin suspiró dramáticamente, apoyando su barbilla en la mano—. Nadie te pagaría lo suficiente.

Ambos se rieron, compartiendo ese tipo de humor que solo dos amigos cercanos pueden entender. El tipo de bromas que en el fondo escondían verdades difíciles de aceptar. Yoongi levantó una mano para pedir su café mientras Jimin tomaba un sorbo del suyo, sus ojos observando a su amigo.

—¿Y qué tal va el trabajo? —preguntó Jimin, inclinándose hacia adelante con genuino interés—. ¿Aún es un desastre?

—Siempre lo es —respondió Yoongi mientras se estiraba, notando el tirón en su hombro—. Pero esta vez hay algo más. Taehyung, el arquitecto, me pidió que le informe si veo algo raro en la obra.

Jimin arqueó una ceja, claramente intrigado.

—¿Taehyung? ¿El mismo Taehyung que fue novio de Namjoon? —preguntó, intentando parecer casual, pero su curiosidad era evidente.

Yoongi asintió.

—El mismo. Aunque no tengo detalles, puedo notar que hay algo entre ellos... mucha tensión. Parece que no han resuelto lo que pasó entre ellos.

—Oh, seguro que no. —Jimin hizo una pausa, sus dedos tamborileando sobre la mesa—. Jungkook me mencionó algo sobre eso una vez, aunque ya sabes cómo es con esos temas. No es el más abierto del mundo.

La mención de Jungkook pasó rápidamente, pero dejó una pequeña semilla en la conversación. Yoongi no dijo nada al respecto, pero entendió. Jimin y Jungkook compartían una historia que aún no estaba completamente escrita, llena de silencios y cosas no dichas.

—Bueno, Taehyung al menos parece genuino —continuó Yoongi, inclinándose hacia atrás—. No me trata como los demás. No espera que lo adule ni que intente caerle bien. Solo me pide que sea honesto. Eso es raro en este trabajo.

—Te entiendo. La mayoría de la gente quiere que les digas lo que quieren oír, no lo que realmente está pasando —respondió Jimin—. Pero parece que has encontrado a alguien que aprecia la honestidad. Un raro espécimen en nuestra fauna cotidiana.

Yoongi sonrió, aunque el cansancio seguía en sus ojos. El peso de su trabajo, de su vida, era siempre un compañero silencioso, pero Jimin lo hacía más llevadero.

—¿Y tú? —preguntó de repente Yoongi—. Hace días que no te veo. ¿Todo bien?

Jimin suspiró, apoyando la espalda en la silla. Su mirada se desvió hacia la calle, como si estuviera decidiendo cuánto quería compartir.

—Lo de siempre. Algunos días son buenos, otros no tanto. Tuve un cliente que se puso agresivo la otra noche, pero lo manejé. No es la primera vez.

Yoongi apretó los labios, luchando contra el instinto de enfadarse. Odiaba que Jimin tuviera que enfrentarse a ese tipo de situaciones, pero sabía que su amigo estaba acostumbrado. No porque fuera fácil, sino porque era su realidad.

—¿Y por qué no me llamaste? —preguntó Yoongi, su voz baja pero firme—. Sabes que estoy aquí para lo que necesites.

Jimin lo miró, sorprendido por la preocupación en su tono. Sonrió suavemente, una sonrisa que no intentaba ocultar la dureza de su vida, sino agradecer la amistad sincera de Yoongi.

—Lo sé, hyung, pero no puedo estar llamándote cada vez que algo va mal. Todos tenemos nuestras propias peleas. —Se encogió de hombros, como si intentara quitarle peso a sus palabras—. No puedo depender de ti siempre. A veces solo tienes que aguantar.

Yoongi asintió, comprendiendo. Sabía que Jimin tenía razón, pero eso no hacía que le gustara más.

—Por cierto, ¿qué tal va todo con Jungkook? —preguntó Yoongi, cambiando de tema con la esperanza de aligerar la conversación—. No me sorprendería que esté metido en algo nuevo.

Jimin rió suavemente, pero su risa no fue del todo alegre.

—Oh, ya sabes cómo es él. Siempre tiene algo entre manos. Aunque últimamente... ha estado un poco raro conmigo. —Jimin hizo una pausa, como si sopesara sus palabras—. Creo que hay cosas que él no está listo para enfrentar.

Yoongi se quedó en silencio, sabiendo que Jimin no estaba solo hablando de Jungkook, sino también de sí mismo. A veces, lo más difícil no era lo que no podías decir, sino lo que no podías admitir.

—Bueno, si hay algo que he aprendido de esta vida de mierda —comentó Yoongi con su típico humor negro—, es que todos estamos rotos de una u otra forma. Así que no te preocupes. Tarde o temprano, él se dará cuenta de lo que realmente importa.

Jimin lo miró, una sonrisa pequeña pero genuina asomando en sus labios.

—Eres un maldito poeta, ¿lo sabías? —bromeó, aunque el agradecimiento en su tono era real.

—Claro, soy el Shakespeare de las zonas de construcción —respondió Yoongi con una risa seca—. No me pagues todavía, estoy ahorrando mi genio para las memorias.

La noche seguía su curso, y aunque sus vidas no eran fáciles, al menos tenían ese momento de tranquilidad, de amistad honesta. Mientras compartían el café y las bromas, sabían que, aunque el mundo fuera un lugar frío, siempre tendrían ese rincón donde podían ser ellos mismos, sin pretensiones ni máscaras.

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora