Ecos del pasado

28 5 0
                                    


El sonido de la ciudad se sentía distante, apagado, como si todo estuviera sumergido en una especie de niebla densa que lo envolvía todo. Yoongi se encontraba en su apartamento, pero sus pensamientos estaban lejos de allí, perdidos en el pasado, atrapados en esos oscuros días bajo los escombros. Sentado en la cama, su mirada estaba fija en el amuleto de estrella que le habían devuelto después del hallazgo del cuerpo. Lo sostenía en su mano, el frío metal casi quemándole la piel.

No había dormido bien desde que encontraron el cuerpo del chico. Los recuerdos que había intentado enterrar durante quince años volvían a la superficie con una fuerza incontrolable. Cerró los ojos, respirando profundamente, y, en un parpadeo, volvió a estar allí, bajo los escombros.

El aire era espeso, lleno de polvo. Yoongi podía escuchar el crujido de los restos del edificio a su alrededor, la estructura que aún se movía a veces, como un monstruo que aún respiraba. Estaba oscuro, tan oscuro que no podía ver nada, pero podía sentir el peso de los escombros sobre su cuerpo, la presión en su pecho que lo hacía difícil respirar.

—¿Estás... ahí? —preguntó en un susurro, su voz temblando en la oscuridad. Su hombro dolía tanto que apenas podía moverlo, pero había aprendido a no pensar en el dolor, a dejarlo como un ruido de fondo. Había algo peor que el dolor físico: el miedo a quedarse solo en esa oscuridad infinita.

—Sí... —respondió una voz suave a su lado. Era el chico. Su compañero en esa tumba de concreto—. Estoy aquí.

Yoongi cerró los ojos, tratando de escuchar mejor. Recordó la calma que sintió al oír esa voz, un extraño consuelo en medio del caos. Recordó cómo, cuando el silencio se hacía demasiado denso, el chico comenzaba a hablar, contándole historias sin sentido, sobre su madre y el amuleto de la estrella que ella le había dado.

—Mi madre me dijo... que esta estrella me protegería —había dicho el chico, su voz suave, casi apagada por la debilidad—. Que siempre encontraría el camino de vuelta a casa, sin importar qué tan lejos estuviera.

En su apartamento, Yoongi abrió los ojos de golpe, el corazón latiéndole con fuerza. Se levantó abruptamente y caminó de un lado a otro de la habitación, su respiración agitada, como si todavía estuviera atrapado bajo los escombros. Se sentía sofocado, como si las paredes se cerraran a su alrededor.

—¡Basta! —gritó de repente, arrojando el amuleto contra la pared. El sonido del metal golpeando la superficie dura resonó en la habitación, y luego cayó al suelo con un pequeño tintineo.

Se dejó caer de rodillas, su cuerpo temblando, la respiración aún entrecortada. Sentía que el peso de esos días lo aplastaba nuevamente, reviviendo cada segundo, cada minuto que había pasado en esa oscuridad.

Esa noche, Yoongi no pudo dormir. Salió de su apartamento y se dirigió al sitio de construcción, aún activo a esas horas. Sabía que necesitaba ver el lugar, sentir el aire del lugar donde todo había comenzado. Mientras caminaba hacia el sitio, sintió el viento frío en su rostro, como una bofetada que lo traía de vuelta a la realidad.

Cuando llegó, vio que algunas luces aún estaban encendidas. Había una pequeña fogata improvisada en el área de descanso de los obreros, y algunos de ellos se encontraban allí, hablando en voz baja. Yoongi pasó desapercibido, manteniéndose en las sombras. Necesitaba estar solo, enfrentarse a sus demonios sin nadie alrededor.

Se acercó al área donde habían encontrado los restos del chico. Era solo un hueco en el suelo ahora, un agujero lleno de tierra y piedras. Pero para Yoongi, era mucho más que eso. Se arrodilló junto al borde, apoyando una mano temblorosa en el suelo.

—Lo siento... —susurró al aire, su voz apenas un hilo—. Siento que no pude salvarte.

Los recuerdos volvían, más vívidos que nunca. Recordó cómo, en los últimos días bajo los escombros, el chico había dejado de responder, cómo su respiración se había vuelto más débil, hasta que finalmente, se detuvo por completo. Recordó el terror de estar solo nuevamente, y la rabia y la desesperación que lo habían consumido.

Yoongi cerró los ojos, dejando que las lágrimas cayeran por su rostro. Sentía que el dolor de esos días volvía a desgarrarlo desde dentro, un dolor que nunca había desaparecido realmente. Se había acostumbrado a llevarlo, a vivir con él, pero nunca lo había enfrentado realmente.

—Perdóname... —murmuró, apretando los puños contra la tierra—. De verdad quería salvarte.

Una brisa suave sopló a través de la obra, levantando un poco de polvo. Yoongi sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se movió. Se quedó allí, de rodillas, dejando que el peso de sus emociones finalmente se desbordara.

El sonido de un teléfono rompió el silencio, trayéndolo de vuelta al presente. Era su propio teléfono, vibrando en su bolsillo. Con manos temblorosas, lo sacó y vio el nombre de Jin en la pantalla. Dudó por un momento, pero finalmente contestó.

—Yoongi... ¿dónde estás? —La voz de Jin sonaba preocupada, como si supiera exactamente lo que Yoongi estaba pasando—. Te he estado buscando por todas partes.

—Estoy... —Yoongi dudó, mirando el agujero en el suelo, el lugar donde todo había cambiado para siempre—. Estoy en la obra. Necesitaba... necesitaba ver algo.

—Voy para allá —respondió Jin rápidamente—. No te muevas. No estás solo, Yoongi.

Yoongi cerró los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso. Quizás no estaba solo después de todo. Quizás, finalmente, podría empezar a dejar ir los fantasmas del pasado. Mientras se quedaba allí, en silencio, esperó a Jin, sabiendo que esta vez, enfrentaría sus demonios con alguien a su lado.

Cuando Jin llegó, encontró a Yoongi aún de rodillas, sus ojos rojos e hinchados. Se acercó lentamente, sin decir nada, y se arrodilló a su lado. Por un momento, ninguno de los dos habló. Simplemente se quedaron allí, en el silencio compartido de su dolor.

—No tienes que cargar con todo esto solo, Yoongi —dijo Jin finalmente, su voz suave pero firme—. Estamos juntos en esto. No importa lo que pasó... podemos encontrar la manera de sanar.

Yoongi lo miró, sus ojos llenos de lágrimas que no se atrevió a dejar caer. Asintió lentamente, sabiendo que, aunque el camino hacia la sanación sería largo y doloroso, ya no lo recorrería solo.

Juntos, se quedaron allí, bajo las luces de la obra, sabiendo que a veces, enfrentar el pasado es el único camino para encontrar la paz en el presente.

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora