El sol ya se había ocultado tras los rascacielos de Seúl, dejando un resplandor anaranjado en el horizonte. Dentro de un pequeño bar de jazz, el aire estaba cargado de humo de cigarro y el sonido suave de un piano llenaba el lugar. Yoongi estaba allí, sentado ante las teclas, con la cabeza inclinada y los dedos deslizándose por el piano con una pasión concentrada. Era una noche más para él, una en la que la música le ofrecía el consuelo que su soledad nunca pudo darle.
En una mesa cerca de la barra, Jin reía junto a algunos amigos. Había terminado el rodaje de su última película y buscaba un lugar tranquilo donde relajarse. De repente, una melodía melancólica se apoderó del aire, y la risa de Jin se apagó. Sus ojos se posaron en el pianista, un hombre delgado con el cabello desordenado que parecía estar atrapado en un mundo propio.
— ¿Quién es él? —preguntó Jin a uno de sus amigos, pero nadie tenía la respuesta.
Yoongi terminó de tocar y el pequeño grupo de oyentes aplaudió. Jin, impulsado por algo que no comprendía del todo, se acercó al piano y dejó un billete en el pequeño recipiente que tenía a Yoongi a su lado.
—Tocas muy bien, ¿sabes? —dijo Jin con una sonrisa amigable.
Yoongi alzó la vista apenas, notando al hombre que le hablaba. Su belleza era innegable, y por un instante, Yoongi sintió una chispa de algo. Pero era un sentimiento al que no le dio importancia; Estaba demasiado acostumbrado a las miradas curiosas.
—Gracias —respondió Yoongi, con voz baja y cortante, antes de volver a centrar su atención en las teclas del piano.
Jin se quedó un momento más, sonriendo con calidez, pero luego regresó a su mesa. Esa sería la única vez que sus caminos se cruzarían en esta vida, cada uno continuando su rumbo sin saber lo que podría haber sido.
En París, una galería de arte estaba llena de gente. Fotografías en blanco y negro colgaban de las paredes, capturando momentos de pura emoción: una anciana sonriendo con lágrimas en los ojos, un niño corriendo descalzo en una calle empedrada, una pareja bailando bajo la lluvia.
Taehyung, el fotógrafo detrás de esas imágenes, se mueve entre los invitados con una sonrisa tranquila. Sus ojos se posaron en un hombre alto y colocado con gafas redondas y un semblante intelectual. Namjoon, un poeta y académico invitado a la inauguración, estaba absorto en una de las fotografías.
—Esa es una de mis favoritas —dijo Taehyung, acercándose con una copa de vino en la mano.
Namjoon lo miró, sorprendido por la interrupción, pero su sorpresa se convirtió rápidamente en una sonrisa.
—Es hermosa. Capturas el momento de una manera... que me hace sentir como si estuviera allí —respondió Namjoon, apartando la vista de la fotografía para mirar directamente a Taehyung.
Sus ojos se encontraron y por un momento ambos sintieron una chispa. Comenzaron a hablar, primero sobre fotografía, luego sobre poesía y finalmente sobre la vida. La conversación se extiende hasta altas horas de la noche en un pequeño café cerca de la galería.
— Deberías venir a Seúl alguna vez, Namjoon —sugirió Taehyung mientras tomaba un sorbo de su café. —Te encantaría la escena artística allá.
—Tal vez lo haga —respondió Namjoon con una sonrisa. Pero en el fondo sabía que su vida estaba en París, al menos por ahora.
Aunque ambos sintieron que algo más podría haber surgido de ese encuentro, ninguno dio el siguiente paso. Namjoon quedó en París, y Taehyung continuó su vida de viajes y fotografías.
En otra parte de Seúl, Jimin estaba en medio de un ensayo de danza, su cuerpo se movía con gracia y precisión en una sala iluminada por tenues luces. Sudaba intensamente, concentrada en cada movimiento, en cada paso que lo acercaba más a su sueño de ser un bailarín reconocido.
Después del ensayo, se sentó en el suelo, jadeando y sonriendo con satisfacción. Cerca de él, Namjoon, su amigo poeta, lo observaba con admiración.
—Siempre es impresionante verte bailar, Jimin —comentó Namjoon, acercándose con una botella de agua.
Jimin rió y tomó el agua con gratitud. —Gracias, Namjoon. Pero no es nada comparado con la forma en que tú juegas con las palabras. Deberías ver cómo algunos de los bailarines aquí intentan entender tus poemas.
Ambos rieron, compartiendo un momento de camaradería. Eran amigos cercanos, unidos por sus respectivas artes. Pero en sus corazones, ambos sabían que nunca había existido nada más allá de esa amistad. Una chispa que podría haber sido, pero que nunca se encendió.
Jungkook, por su parte, nunca tuvo que soportar un matrimonio de conveniencia. Se dedicó a la fotografía desde joven, viajando por el mundo en busca de las historias que otros no contaban. En una de esas aventuras, conoció a Jimin mientras documentaba un proyecto de danza contemporánea en Corea.
Desde el primer momento, sintió una conexión con Jimin. Sin embargo, nunca expresó sus sentimientos. Ambos trabajaron juntos en múltiples ocasiones, pero su relación nunca pasó del nivel profesional. Jungkook se contentaba con fotografiar a Jimin en sus momentos más apasionados, capturando su dedicación y amor por la danza en cada toma.
—Tienes una forma especial de ver el mundo, Jungkook —le dijo Jimin un día, mientras revisaban las fotografías. —Es como si capturaras algo más allá de lo visible.
Jungkook sonrió tímidamente. —Lo mismo pienso de tu baile.
Los dos rieron, cómodos en la simplicidad de su amistad.
Mientras tanto, Hoseok, quien nunca se había distanciado de Yoongi, seguía su camino como médico. Se dedicó a proyectos humanitarios, viajando a zonas de conflicto y pobreza extrema para ofrecer ayuda. En una de sus misiones en África, escuchó por casualidad sobre un fotógrafo coreano en París. Su nombre era Taehyung, y Hoseok recordó vagamente haber oído hablar de él alguna vez.
—Tal vez lo conoceré algún día —pensó Hoseok, antes de sumergirse de nuevo en su trabajo, salvando vidas y llevando esperanza a lugares olvidados.
Sin embargo, ese encuentro nunca sucedió. Hoseok continuó su vida, dedicado a su misión, sin saber que en algún lugar del mundo, un joven fotógrafo compartía una visión del mundo tan apasionada como la suya.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Sus vidas siguieron, separadas por el destino, aunque entrelazadas de formas sutiles que nunca llegaron a comprender del todo.
Namjoon siguió escribiendo en París, convirtiéndose en una voz influyente. Taehyung continuó capturando el mundo a través de su lente, nunca deteniéndose lo suficiente en un solo lugar para echar raíces. Yoongi componía su música, cada día más aislado en su propio mundo de melodías y letras. Jin se convirtió en un actor de renombre, pero siempre sintió que algo faltaba en su vida. Jimin siguió bailando, sin encontrar nunca a alguien que lo entendiera completamente, mientras Jungkook viajaba por el mundo, tomando fotografías y contando historias sin vivir realmente la suya. Hoseok seguía sanando corazones, pero siempre sentía que el suyo estaba incompleto.
En este mundo alternativo, nunca hubo un derrumbe para unirlos, para obligarlos a enfrentarse a sus propios miedos y secretos. Nunca tuvieron la oportunidad de ser los héroes de sus propias historias ni de encontrar en los demás lo que siempre habían estado buscando.
Quizás, en algún rincón de sus corazones, sintieron la ausencia de algo indefinible. Algo que podría haber sido, pero que nunca fue.
![](https://img.wattpad.com/cover/376163248-288-k824952.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Desde los cimientos (Yoonjin)
FanficEn una obra llena de recuerdos dolorosos y secretos enterrados, Jin, un arquitecto con un pasado difícil, se encuentra con Yoongi, un obrero que parece conocer demasiado bien las cicatrices de aquel lugar. Lo que comienza como un choque entre dos mu...