Capítulo 27

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Caius estaba anonadado. Frente a él, su compañera llevaba un lindo vestido blanco. No era largo, pero tampoco precisamente corto; de mangas largas, con la espalda ligeramente descubierta. Aster lucía un peinado medio recogido, dejando que algunos mechones de su cabello cayeran delicadamente sobre su espalda, y su maquillaje era ligero, acentuando su belleza natural. Caius simplemente no podía apartar su vista de ella. Sus ojos azules brillaban con un encanto particular, y ante la intensa mirada que el vampiro le dedicaba, Aster comenzó a sonrojarse, lo que provocó una sonrisa en él.

-Eres hermosa -dijo al fin el vampiro, acercándose lo suficiente para sujetar con firmeza la estrecha cintura de la humana, lo que hizo que Aster se sonrojara aún más, si es que era posible-. Eres perfecta, Kaz. La mia bella e perfetta compagna -añadió en italiano.

Aster quería preguntar qué había dicho, pero no podía concentrarse en nada más que en el alboroto de las mariposas que revoloteaban como abejas en su estómago. Con toda la valentía que la sonrisa del vampiro le proporcionaba, Aster colocó sus manos tímidamente sobre los hombros de Caius, recorriendo el camino hasta unirlas detrás de su nuca.

-Tú también te ves muy bien, Caius -dijo la humana con una sonrisa.

Caius amplió su sonrisa antes de alzar una de sus finas cejas.

-¿De verdad? -preguntó el vampiro con un tono divertido.

Aster rio. Era la primera vez que Caius se comportaba de manera tan abierta y juguetona, y a Aster le encantaba. Aunque el vampiro ya había comenzado a ser diferente con ella, nunca había mostrado este tipo de humor. No era exactamente que estuviera contando un chiste, pero definitivamente había algo contagioso en su buen humor.

-Oh, estoy segura de que lo sabes -dijo Aster con una gran sonrisa-. Te ves como un verdadero rey, con tu traje negro hecho a la medida. -La humana se acercó un poco más, deslizando sus manos por los hombros del vampiro-. Tu camisa tan pálida y lisa podría pasar fácilmente por tu piel -agregó con osadía mientras deslizaba una mano bajo la chaqueta de Caius, para comprobar su punto-. Y este pequeño toque carmesí me hace dudar si mirar tus ojos o está linda flor de cristal.

Terminó diciendo esto mientras sostenía la flor que adornaba su traje, aunque mantenía su mirada fija en los ojos del vampiro.

Y Caius sintió que iba a desfallecer. Era la primera vez que se quedaba sin palabras, sin saber exactamente qué decir. Su compañera, con su comportamiento atrevido y palabras sinceras llenas de valentía, lo había dejado completamente desconcertado.

-¿Dónde está mi tímida Aster que se sonroja cuando la miro por más de medio segundo? -preguntó Caius con un toque de diversión, mientras apretaba con más firmeza su agarre en la cintura de la chica.

Y como si hubiera encendido un interruptor, Aster se sonrojó de inmediato, escondiendo su rostro entre el pecho y el cuello del vampiro.

-¡Caius! -reprochó ella, aunque una sonrisa se asomaba en sus labios al escuchar la suave risa de él.

El vampiro extendió sus brazos, rodeándola en un abrazo más firme, deleitándose con la sensación de la respiración de Aster, que aparentaba ser tranquila. Pero él podía escuchar perfectamente el latido acelerado del corazón de la humana. Aster, en cambio, cerró los ojos por un momento, creyendo que solo eran ellos dos en ese instante, sintiéndose segura en los fríos y protectores brazos de su compañero.

-Sabes, bellissima... -susurró Caius, provocando un escalofrío en Aster al escuchar su suave voz acompañada de su acento italiano-. Podríamos saltarnos todo este evento y simplemente ser tú y yo, pasando el tiempo juntos.

El vampiro no solo lo sugería porque deseaba estar a solas con su compañera, lo cual claro que estaba en su mente, sino que había algo en su interior que le decía que asistir a ese gran evento que Aro había planeado era una mala idea.

-¿Pasar el rato? -preguntó Aster, alejándose un poco de él, mirándolo con ojos esperanzados-. ¿A qué te refieres con eso?

-A lo que tú quieras -respondió el vampiro con rapidez-. Lo que quieras hacer, a donde quieras ir, solo dilo y lo haremos.

Aster lo consideró con cuidado. Deseaba decirle que sí, que preferiría estar con él a solas durante la noche. Sin embargo, pensó en Aro y cómo la había involucrado en algunas decisiones importantes del evento, en Sulpicia, quien casi le rogó que tocara unas piezas en el piano esa noche, y en Jane, que, aunque no lo pidiera abiertamente, le lanzaba miradas suplicantes pidiendo su compañía durante la ostentosa cena.

-Créeme, Caius, me encantaría, y es lo que más deseo esta noche, pero sabes que no podemos -dijo la humana con una mirada de pena en el rostro.

-Tienes razón -respondió el vampiro con resignación.

-Pero con gusto acepto una cita cuando quieras -añadió Aster con emoción.

-¿Una cita? -repitió Caius, con un toque de timidez.

El vampiro nunca había tenido una cita antes, ni siquiera con Athenodora. Y aunque ya había salido con Aster en una ocasión, no lo habían llamado "cita". Carajo, el vampiro se sentía como un jodido adolescente justo ahora.

-Sí, una cita, en toda regla de la palabra -confirmó Aster con entusiasmo-. Caius, realmente estoy empezando a sentir mucho por ti y... en algún momento dijiste que ibas en serio conmigo. Caius, yo también lo hago, así que quiero que tengamos una cita.

El rey sonrió, embelesado. Todo estaba resultando mejor de lo que había imaginado desde la primera vez que miró a Kaz a los ojos.

-La tendremos -afirmó con una sonrisa amplia-. Planearé cada detalle.

-No tienes que hacerlo -respondió Kaz, con un poco de vergüenza-. Podríamos simplemente ver una película o algo.

-Para nada haremos algo tan simple como ver una película -dijo Caius, con un toque de disgusto ante la simplicidad de la idea-. Es nuestra primera cita -añadió con más ánimo-. Tú misma lo dijiste, en toda regla de la palabra, y lo haremos de la mejor manera. No mereces menos, la mia bella regina.

Aster sonrió, encantada por el esfuerzo y dedicación de Caius en su relación. Se estaba obsesionando con la forma en que el rey le hablaba en italiano, y decidió mentalmente que debía aprender el idioma.

La humana iba a responder, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió los dedos del rey apretando con más fuerza su cintura y espalda. Aster ya comenzaba a reconocer ciertos detalles del comportamiento de Caius, por lo que se giró, sabiendo que alguien más estaba presente en el pasillo.

-¡Hola, Alec! -saludó emocionada Aster, alejándose de los brazos del rey para acercarse a abrazar al vampiro de la guardia-. Te ves muy bien -halagó, recorriendo con la mirada la vestimenta de Alec.

El vampiro sonrió, pero su expresión perdió intensidad al notar el rostro de su rey. Caius apretó los labios, conteniendo un vergonzoso gruñido, y se limitó a tomar nuevamente la cintura de su compañera, acercando su espalda a su pecho. Aster rodó los ojos ante el comportamiento posesivo de Caius, pero lo dejó ser. No solo porque evitaba que el rey mostrara un comportamiento agresivo, sino porque en el fondo, le encantaba estar cerca de él y le alegraba que se mostrara más afectuoso con ella frente a otros.

-Tú también te ves muy linda, Aster -elogió Alec, temiendo que Caius lo interpretara mal.

-Gracias, Alec -respondió Aster, sujetando una de las manos del rey que reposaba en su cintura-. ¿Nos vamos ya?

-Para eso venía -dijo Alec-. Aro me envió por ustedes.

Aster asintió emocionada. Moría de hambre y estaba ansiosa por ver los resultados de los preparativos de los últimos días en ese esperado evento.

Caius, por su parte, intentó relajar el continuo sentimiento de alarma que sentía en el pecho. Sostuvo con fuerza la mano de su compañera mientras se dirigían al banquete, esperando que no fuera tan abrumador como temía.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora