Capítulo 25

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Aster ahora comprendía por qué Aro había invitado a Damien. Él era extremadamente encantador, una persona fácil de tratar, con un aura que hacía que te sintieras atraído hacia su presencia. Aster estaba completamente absorta en la conversación que mantenía con el vampiro ruso desde hacía un buen rato.

—Es solo cuestión de un segundo para que toda tu vida cambie —concluyó el vampiro, con esa sonrisa característica que no había desaparecido de su rostro desde que comenzó a hablar.

—¡Vaya que lo es! —respondió emocionada la humana, sin apartar sus ojos de los dorados del vampiro durante toda la fascinante charla.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —preguntó de repente Alec, haciendo que la humana diera un pequeño brinco al recordar que el italiano también estaba allí.

—¿De qué estás hablando, Alec? —intervino Damien con diversión.

—De que dramatizas todo, engrandeciendo cada pequeño acto como si lo ameritara —se quejó el vampiro, acompañando sus palabras con gestos de frustración—. Como si fuera trágico venir de una acomodada familia aristocrática rusa... "¡Dios, mi perro se perdió! ¿Ahora qué hago?" —comenzó a imitar con tono exagerado, visiblemente alterado—. ¡Solo cómprate otro! Como si no tuvieras dinero para hacerlo.

Damien se encontraba visiblemente entretenido con el comportamiento de Alec, mientras Aster empezaba a preocuparse por la salud mental de su amigo.

—Alec... ¿estás bien? —Aster colocó su mano en el brazo de su compañero, logrando que él la mirara.

—Creo que Alec ha cumplido con su tarea por hoy.

La voz del rey rubio interrumpió la escena. Se colocó al lado de Aster, mirando fijamente a Damien, quien seguía sonriendo con travesura.

—Caius, amigo mío, qué gusto verte de nuevo —dijo el ruso, aún con una sonrisa divertida en su rostro.

Aster miró al rey y notó la tensión que reflejaba su expresión.

—El sentimiento es mutuo, Volkov —respondió el rey con su semblante imperturbable.

De repente, un silencio tenso se apoderó del ambiente, inquietando a Aster. En un acto instintivo de miedo y buscando algún tipo de protección, se acercó al rey. Él notó su proximidad y, de alguna manera, su cuerpo se relajó un poco, aunque seguía alerta ante el vampiro frente a ellos. Percibiendo el temor en los ojos de su compañera, Caius decidió intervenir para cortar la tensión.

—Aster necesita descansar, así que me temo que debemos retirarnos —dijo el rey con diplomacia.

—No sabía que también te encargabas de tareas tan insignificantes como llevar a una humana a dormir —replicó el vampiro ruso con tono burlón.

El cuerpo de Caius volvió a tensarse. Aster lo notó y, temiendo lo que pudiera suceder a continuación, miró a Alec, quien permanecía observando, preparado para cualquier eventualidad. Pero, para sorpresa de todos, Caius hizo algo inesperado, tomó a Aster de la cintura, la atrajo más hacia él, y con una sonrisa arrogante, respondió.

—No es una tarea insignificante llevar a tu compañera a la cama —dijo con seguridad, dándole un doble sentido a la frase, lo que provocó que Aster se sonrojara al instante.

El vampiro ruso soltó una carcajada y asintió.

—Por supuesto, veo que los rumores son ciertos —dijo el ruso, lanzando una mirada fugaz a la humana, que volvió a experimentar ese peculiar escalofrío que siempre la invadía cuando él la observaba—. El rey sádico ha encontrado una compañera.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora