Extra-3

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UN HUMOR DE LOBOS...

Caius jamás lo admitiría en voz alta, pero los cambios de humor de Aster a veces lo perturbaban profundamente.

—¡Te pedí un jodido batido de vainilla, no de fresa! —gritó la tríbrida, lanzando el vaso de vidrio al costado del chef con una fuerza que hizo eco en la habitación.

Caius, quien observaba desde un rincón, se cruzó de brazos, divertido ante la escena.

Aster rara vez era grosera, pero en los últimos días su temperamento había sido un tanto volátil. Después de comunicarse con Carlisle, llegaron a la conclusión de que quizá los genes lobunos en su sangre estaban manifestándose en forma de arranques temperamentales, similares a los de los licántropos.

—Aster, es solo un batido, no tienes porqu...

Alec no alcanzó a terminar su frase antes de que Aster lo lanzara con fuerza contra una de las paredes del castillo. Caius y Jane rieron con descaro mientras Alec se incorporaba, aturdido.

Caius no podía evitar disfrutar de ese lado tan imponente y feroz de su compañera. Aunque sabía que estos cambios eran un efecto colateral de su herencia lobuna, una parte de él lo adoraba. Le gustaba imaginar que eso los hacía más similares, conectados de una manera nueva y retorcida.

Sin embargo, Aster seguía claramente exaltada, y Caius decidió que ya había sido suficiente. Se acercó con cautela, sus pasos medidos pero seguros.

—Hey, bonita, ¿todo bien? —preguntó con suavidad, buscando captar su atención.

Aster lo miró, sus ojos carmesí brillando intensamente. Caius ya se había acostumbrado a ver ese color en su mirada cada vez que los cambios de humor la sobrepasaban.

—Vamos, Kaz, toma mi mano —le pidió el rey, extendiendo la suya con paciencia.

Aster temblaba ligeramente, su respiración irregular. Caius lanzó una mirada rápida a Jane, quien entendió la indirecta y ayudó al chef y a Alec a salir de la habitación. Una vez que estuvieron solos, Caius volvió a hablar con tono calmado.

—Todo está bien, bonita. Estoy aquí contigo.

Aster no dijo nada; en lugar de eso, se lanzó hacia él, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello. Escondió su rostro en el hueco del cuello de Caius, buscando el aroma familiar que lograba relajarla.

Eccomi qui, amore mio. Sono con te, non andrò da nessuna parte —susurró Caius, acariciándole la espalda con suavidad, sus palabras llenas de ternura.

Los hombros de Aster comenzaron a sacudirse levemente, y Caius se alarmó al escuchar los suaves sollozos que escapaban de ella. Sabía que este llanto era una especie de catarsis que seguía a los episodios de rabia, pero eso no hacía que fuera menos doloroso escucharla llorar.

—Soy una mala persona, Caius —dijo Aster entre lágrimas, negándose a apartarse del cuello de su compañero.

—Por supuesto que no lo eres, Kaz —respondió rápido el rey, manteniendo su tono suave y tranquilizador.

—Golpeé a Alec —sollozó con más fuerza, su voz ahogada en la piel del vampiro.

—Si te hace sentir mejor, bonita, no es la primera vez que lo haces —bromeó Caius, dejando escapar una leve risa.

Pero su comentario no ayudó. Aster comenzó a llorar con más intensidad, apretando el abrazo alrededor de su compañero. Caius apenas podía moverse, pero, de una manera extraña, no le importaba. De hecho, disfrutaba de tenerla tan cerca, incluso en sus momentos más vulnerables.

—Perdón, perdón —se apresuró a decir el rey, tratando de calmar la situación—. Lo que quiero decir es que a Alec no le importa, él ya sabe cómo te pones.

Aster se alejó ligeramente de él, aún en sus brazos, pero lo suficiente para mirarlo directamente al rostro.

—¿Estás diciendo que soy una dramática? —preguntó, con indignación reflejada en sus ojos.

Caius se reprendió mentalmente. No había pensado bien sus palabras, y ahora había llegado a la temida tercera etapa: enojarse con él.

—No, para nada quise decir eso. Solo creo que no es tu culpa que tú...

—¡Tienes razón, no es mi culpa... es la tuya! —interrumpió Aster, bajándose de sus brazos con un movimiento rápido y señalándolo acusatoriamente con el dedo.

Caius suspiró. Sabía que debía manejar esto con cuidado.

—Estábamos hablando de Alec —intentó redirigir la conversación, con la esperanza de salvar la situación.

Aster hizo un puchero, su labio inferior temblando levemente, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—Kaz, solo digo que Alec te quiere mucho y que no le importa si te encuentras de mal humor y lo golpeas un poquito —dijo Caius, eligiendo con extremo cuidado cada palabra esta vez.

Aster parpadeó rápidamente, con sus ojos volviendo a su color azul natural.

—¿Alec me quiere, cierto? —preguntó, su voz un susurro lleno de inseguridad.

—Lo hace —aseguró el rey, aunque a regañadientes.

Caius dejó escapar un leve suspiro de alivio al darse cuenta de que la tercera etapa había pasado más rápido que de costumbre. Ahora solo faltaba la cuarta y última etapa: la parte cariñosa que Aster exigía y le daba al rey.

—Alec te quiere, Kaz... y yo también lo hago.

Aster se acercó para abrazarlo de nuevo, esta vez quedándose de pie, pero lo suficientemente cerca como para que Caius pudiera sentir los latidos de su corazón a través de su pecho.

—Te amo, Caius —susurró ella contra su fría piel, su voz cargada de emoción.

Por un momento, Caius sintió algo extraño en su interior, como si su propio corazón, muerto por siglos, hubiera decidido latir. No sabía si era producto de su imaginación, si Aster había usado su don en él, o si simplemente era el poder del vínculo que compartían.

—Te amo muchísimo más, la mia bella regina —respondió con determinación, su voz baja pero firme.

Aster se separó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos. Ambos sonreían tan ampliamente que sus mejillas parecían doler, pero ninguno podía apartar la mirada del otro.

En ese momento, todo parecía perfecto. Había algo eterno y profundo en cada uno de los momentos que compartían, como si el universo los hubiera creado exclusivamente para estar juntos.

Porque sí, tal vez a Caius le perturbaban los cambios de humor de Aster, pero el amor que sentía por ella iba mucho más allá de un temperamento volátil o los caprichos de su genética única. Estaría dispuesto a soportar todo eso y más, solo para seguir viendo la luz que Aster Black llevaba consigo.

Y en su interior, una sola idea brillaba con intensidad: algún día ella sería conocida como Aster Vulturi.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora