Capítulo 22

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Y aunque Aster se había sentido en un lindo cuento durante toda su noche anterior, la cruel realidad de la vida la golpeó. Sí, todo lo que había pasado la noche anterior fue real. Caius se había confesado, Aster también lo había hecho, y se dieron su primer beso, corto y demasiado inocente, pero había sucedido.

-¿Qué pretendes lograr? -preguntó Alec, llamando la atención de su amiga.

-¿De qué hablas? -preguntó Aster, saliendo de sus negativos pensamientos.

-No apartas la mirada del rey Caius -explicó el vampiro-. Entiendo que es tu compañero, pero es un poco espeluznante.

Aster se sonrojó al encontrarse descubierta. Sabía que, si Alec se había dado cuenta, probablemente todos los demás vampiros también, además de que Alec lo había mencionado, cosa que los presentes con facilidad podrían escuchar.

-Uh, no, yo solo... estaba pensando -se apresuró a excusar la tríbrida-. Ya sabes, esas ocasiones donde piensas demasiado, pero tu mirada está perdida y no eres consciente realmente de lo que estás viendo.

Alec río por la pobre excusa de su amiga, pero había un poco de verdad en su explicación; tal vez en una ocasión al vampiro también le había ocurrido. Decidió no profundizar en el tema y prefirió llevar a su amiga a su cuarto, pues ya era demasiado tarde y la humana debía dormir.

Aster estaba un poco decepcionada, pero no sorprendida. Nuevamente, y como una condición no hablada de su relación con el rey rubio, Caius no le había dirigido la palabra a Aster durante todo el día, apenas un par de miradas.

La humana no quería presionar al rey. Sabía que su relación había evolucionado, ya podían mantener una conversación en persona, pero solo lo hacían en privado y eso la hacía sentirse de alguna manera insuficiente, pensando las peores cosas, creyendo que de alguna manera ella avergonzaba al rey y era por eso por lo que no hablaba con ella en público, haciendo que, de alguna forma, su conversación de la noche anterior se sintiera un poco falsa, solo un poco.

-¿Te encuentras bien, Kaz? -preguntó Alec una vez llegaron a la habitación de la chica.

-Sí, Alec, gracias -respondió la humana con una sonrisa sincera-. Solo estoy cansada.

-Bien, entonces te dejo dormir -dijo el vampiro asintiendo con la cabeza-. Recuerda que mañana debes estar despierta más temprano.

-¿Qué? ¿Por qué? -preguntó la humana un tanto sorprendida.

-Lo explicaron los reyes, ¿de verdad no pusiste atención?

Y es que la chica realmente no había puesto atención a lo que los reyes estaban explicando hace un rato en la sala de tronos. Sabía que era referente a la cena de Navidad que estaba a dos días de ser celebrada. Y aunque al principio había puesto atención, su concentración no había durado más de cinco minutos.

-Los invitados llegarán a partir de mañana -explicó el vampiro, dándose cuenta de que Aster no tenía conocimiento de nada-. Aro quiere que estés presente para presentarte a algunos aquelarres.

-¿De verdad?

-Inclusive tú dijiste que sí -confirmó Alec, para nada sorprendido de lo despistada que era la tríbrida. Soltando un innecesario suspiro, continuó hablando-. Vendré por ti a las siete.

-¿Serás mi escolta mañana? -preguntó la humana con emoción en su voz.

-Sí, el amo Caius no quiere arriesgarse a que haya un incidente -aclaró el vampiro con una sonrisa burlona.

-Creí que ya disfrutabas de mi compañía -se quejó la chica con dramatismo, haciendo que el vampiro sonriera.

-Lo hago, pero yo no escojo mis guardias contigo, pequeña Kaz.

Aster sonrió y estaba a punto de seguir molestando al vampiro cuando una tercera presencia interrumpió de repente su pequeña interacción.

-Alec, muchas gracias -habló el rey con cordialidad-. Ya puedes retirarte. Me haré cargo de Aster a partir de ahora.

Alec solo inclinó su cabeza hacia el rey, antes de darle una última mirada a Aster y retirarse a velocidad vampírica del lugar.

-Así que, alguien además de mí disfruta de tu compañía, ¿eh? -y aunque el rey pretendía que fuera una pregunta en broma, la seriedad con que la hizo sonó más a una queja.

Aster no sabía cómo responder, creyendo que de alguna manera Caius se lo estaba recriminando. Además, un no agradable sentimiento de enojo se había instalado en su mente porque el rey aún no le dirigía la palabra enfrente de alguien que no fueran sus hermanos o su guardia élite.

-¿Qué haces aquí? -preguntó la chica con más seriedad de la que pretendía, tomando al vampiro por sorpresa.

-Es... -el vampiro se vio sorprendido al no hablar con seguridad por la indiferente actitud de su compañera-. Es nuestra hora regular para vernos y charlar.

-¿Ahora sí quieres hablar conmigo? -preguntó la tríbrida con cierta hostilidad en su tono de voz.

El vampiro estaba sumamente sorprendido. Era la primera vez que Aster le hablaba de aquella manera. Aster, no esperando alguna respuesta, se adentró a su habitación, escuchando cómo el vampiro cerraba la puerta después de él haber entrado tras ella.

-¿Por qué me preguntas aquello, Aster? -preguntó el vampiro con genuina curiosidad-. He dejado en claro que disfruto con intensidad nuestras conversaciones. Son, sin mentir, lo mejor de mi día.

Aster volteó a ver al vampiro, después de haber evitado de sobremanera dirigirle la mirada. Viendo la sinceridad en aquellos ojos carmesí, se sintió tonta por estar actuando con inmadurez. ¿Quién la podía culpar? Apenas tenía dieciocho años.

-No hablas conmigo a menos de que sea en privado -comenzó a expresar sus inseguridades, pero demasiado nerviosa y un poco triste por lo que iba a decir a continuación-. Caius, yo... ¿yo te avergüenzo? -Aster agachó su mirada, incapaz de mantener su vista en los ojos del rey.

Caius estaba impactado, pero una desagradable sensación al ver a su compañera con ojos tristes lo hizo reaccionar al instante.

-No, Aster, no -Caius se acercó con paso apresurado y tomó ambas manos de su compañera con suma delicadeza-. Por favor no pienses aquello.

Aster levantó su mirada después de sentir los dedos fríos del rubio trazando círculos sobre sus manos.

-¿Por qué crees que lo hago? -preguntó Caius, felicitándose mentalmente de sonar más sereno de lo que realmente se encontraba. Estaba enojado, no, furioso, y no precisamente con la chica, sino con la idea errónea que Aster tenía de un supuesto sentimiento de vergüenza que definitivamente él no poseía.

La humana dudó un poco en responder la pregunta, pero ya había armado toda una escena, no podía retractarse ahora.

-Es solo que... no hablas conmigo enfrente de otros -explicó la chica con un tono de voz demasiado bajo-. Estoy siendo inmadura, ¿cierto?

Caius se reprendió, odiando por un momento ser alguien tan frío y poco considerado con la persona que más apreciaba en este momento y que probablemente sea la única persona por la que haya sentido amor en esta vida y la pasada.

-No, Kaz -negó el vampiro, jalando a su compañera más cerca de él, tratando de sentirla más cerca-. No estás siendo inmadura. Tienes razón al tener dudas cuando mi comportamiento no va acorde con los sentimientos que te he expresado con palabras.

Aster soltó un suspiro. Tenía ganas de llorar. Se sentía algo torpe frente a Caius, la mayoría del tiempo lo hacía, pero justo ahora se sentía más.

-Debo disculparme por ello -dijo el rey mientras acercaba una de sus manos al rostro de la chica, acariciándola como si estuviera tocando la cosa más frágil del mundo-. ¿Podrías perdonar a un rey tonto que no sabe equilibrar su vida amorosa con su trabajo? -preguntó con un toque de humor.

Aster sonrió, sintiendo sus mejillas enrojecer, y asintiendo con entusiasmo, soltó la mano del rey que aún sujetaba sus manos, para poder pasar sus brazos por la cintura de Caius y abrazarlo, recargando su cabeza en su pecho.

Caius correspondió el gesto de su compañera, respirando el agradable aroma que Aster siempre desprendía, sintiendo una excesiva relajación, así como esa agradable sensación que siempre sentía al tener a Aster cerca de él.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora