Capítulo 23

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Y como Alec le había advertido la noche anterior, Aster estaba siendo arrastrada a la sala de tronos, donde iban a recibir a los invitados.

-¿No podrían haberlos recibido un poco más tarde? -se quejó la humana, soltando un bostezo-. No sé, ¿tal vez a las 12 de la tarde?

-¿Por qué no se lo preguntas a los reyes una vez que lleguemos? -preguntó burlón el vampiro-. Si es que llegamos -añadió con reproche.

Iban un par de minutos tarde y Alec estaba estresado. A los reyes no les gustaba la impuntualidad, pero era culpa de la chica, que había cambiado su atuendo completo siete veces.

-Si hubieras aceptado llevarme sobre tu espalda, no iríamos retrasados -se quejó Aster.

Aster estaba de mal humor, no era una persona madrugadora. Con la rutina que había adoptado durante su estancia en el castillo, le había costado mucho despertarse temprano.

-Si hubieras puesto tu alarma más temprano -murmuró Alec, evitando que la chica lo escuchara, para no hacer más drama del asunto.

Alec abrió la puerta de la sala de tronos para que Aster pudiera entrar. La tríbrida se quedó quieta apenas estuvo dentro de la habitación. Había muchos vampiros presentes, todos desconocidos para ella. Alec se colocó inmediatamente a su lado de forma protectora.

-Mi querida Aster -sonrió Aro, acercándose a los recién llegados, quienes también se dirigieron hacia los reyes-. Es un gusto que te unas a nosotros... aunque haya sido con veinte minutos de retraso -señaló el líder, queriendo reprender a la chica.

-Suficiente, hermano -interrumpió el rey rubio, sorprendiendo a los presentes por su sincero tono despreocupado y sutilmente delicado, algo inusual en alguien conocido por ser poco tolerante-. Buenos días, Aster -añadió, dándole una rápida, pero significativa mirada a la humana.

Era la primera vez que Caius hablaba durante todo el protocolo de bienvenida, lo cual no sorprendió a nadie. Sin embargo, sí sorprendió que interrumpiera algo que la mayoría consideraría un mero acto insignificante como reprender a una simple humana. Todos los presentes estaban conmocionados, incluidos los habitantes del castillo. Durante toda la estancia de Aster en el castillo, era la primera vez que el rey le dirigía la palabra frente a más espectadores.

-Buenos días -respondió casi en un susurro la humana, delatando sus nervios con tan simple frase.

Sin intención de alargar el insólito momento, el rey rubio, conocido por todos como "el rey despiadado", le dio a Alec una mirada, haciéndole saber sus no dichas intenciones. Alec tomó a Aster por la muñeca, sacándola de su ensoñación después de ser saludada por su compañero.

-¿Por qué no continuamos con el evento? -dijo Marcus, tratando de aligerar el momento, que parecía poner incómodo a su hermano.

-Por supuesto... -Aro se apresuró a hablar-. Aster querida, déjame presentarte a nuestros invitados.

Aro se encargó de hacer el momento más llevadero para los presentes, siendo, como siempre, un entusiasta y cordial anfitrión. Aster se desenvolvió perfectamente en el evento de bienvenida. Tal vez no era una chica extrovertida y social, pero su familia la había educado para ser amable y respetuosa, lo que le permitía encajar fácilmente en los protocolos aristocráticos que los Vulturi disfrutaban llevar a cabo. Mientras tanto, Caius se mantenía a la distancia junto a Marcus, siendo, como siempre, espectadores de las acciones mundanas de su hermano. Sin embargo, en esta ocasión, Caius mantenía la vista fija en Aster, no queriendo perder de vista ningún detalle que le permitiera conocerla un poco más.

-Estás haciendo un buen trabajo, Caius -murmuró Marcus, pretendiendo llevar una charla privada con el rey rubio.

-No entiendo a qué te refieres -respondió sinceramente Caius, sin desviar la mirada, completamente absorto en la presencia de Aster.

-Hablo de todo el proceso que estás llevando con tu compañera -explicó Marcus.

Caius finalmente desvió la mirada hacia su hermano, dándole una advertencia de no continuar con ese tema. La habitación estaba llena de vampiros, era evidente que todos escucharían aquella conversación, y el rey no quería que todos los presentes se enteraran de su vida privada.

Aunque ninguno volvió a intentar mantener una conversación, Caius reconocía que su hermano tenía algo de razón en sus palabras; los latidos acelerados del corazón de Aster se lo dejaban más que claro. Para muchos, probablemente solo había sido un "buenos días", un reducido acto de cordialidad, pero tanto para Caius como para Aster, era un símbolo de que su "relación", si así se le podía llamar, daba un paso más hacia lo que ambos ansiaban.

El tiempo parecía estar pasando a favor de Aster, quien se sentía cansada de estar de pie y de hablar sin parar con los invitados de los reyes. Hubo un momento en que solo Alec la acompañaba, pues Aro debía compartir su presencia con otros invitados.

-El amo Aro requiere de tu presencia -interrumpió Jane la conversación que Aster mantenía con dos nómadas que actualmente residían en Italia, invitados extrañamente por Demetri.

-Seguro -respondió Aster, agradecida de terminar la cansada charla con los vampiros.

Despidiéndose educadamente de los nómadas, se alejó con Alec y Jane siguiéndola de cerca.

-¿Me buscabas, Aro? -preguntó la chica frente a los tres reyes.

-Sí. Aster, querida, es hora de tu almuerzo -comenzó a hablar el líder-. Sin embargo, y por razones de seguridad -indicó con su mano alrededor de ellos-, hemos tenido que darle a tu chef unas pequeñas vacaciones.

-Oh, no importa, sin problema puedo hacer yo misma mis comidas -dijo Aster, restándole importancia al asunto.

-Por supuesto que no. Alec se encargará de llevarte a comer a los mejores lugares de Volterra -aseguró Caius, mirando directamente a los ojos de la pequeña Black.

-¿Será Alec quien me escolte? -preguntó Aster con un poco de decepción en su voz.

-¿Te gustaría que fuera otra persona quien lo haga? -preguntó Aro con auténtica preocupación, internamente sabiendo el motivo de la pregunta de Aster, pero queriendo empujar a la chica a revelar sus verdaderas intenciones.

Aster quería responder que sí, que le dieran la oportunidad a Caius de saltarse todos sus compromisos como rey para que fuera él quien la acompañara, pero hasta ella sabía que eso era pedir demasiado.

-No, Alec está bien -respondió finalmente la humana, retirando su mirada de su compañero para voltear a ver a su amigo y darle una ligera sonrisa.

En otras circunstancias, Caius hubiese interferido para que otra persona fuera su escolta, a pesar de haber sido él quien lo sugirió en primer lugar. Sin embargo, uno de los temas que abordaron durante sus charlas fue Alec, donde un avergonzado Caius había admitido abiertamente los celos que sentía por su joven guardián. Aster aclaró que solo lo veía como un amigo, y reforzando el tema de la confianza, Caius le había prometido, muy a su pesar, no ser él quien perjudicara su relación con Alec.

-Bien, vayan ahora -interrumpió Caius con un tono más duro que el de hace unos momentos-. Aster debe alimentarse.

Alec solo asintió y, tomando la tarjeta de crédito que el rey rubio le extendía, se dirigió con Aster a la salida, sintiendo una pesada mirada en todo su recorrido por la gran sala de tronos.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora