Capítulo 29

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Aster mantenía los ojos cerrados, inmersa en un recuerdo lejano y cálido. En su mente, caminaba por las frías calles de Alaska junto a Noah, Nicholas y sus padres. Casi podía sentir la nieve deshaciéndose en su piel, cómo se derretía en suaves gotas que recorrían su rostro.

El sonido de aplausos y algunos silbidos la trajo de vuelta a la realidad. Sorprendida, dio un pequeño salto en su banquillo elegante. Rápidamente, se limpió las lágrimas que en su ensoñación había confundido con copos de nieve y se levantó para dar una reverencia ante los asistentes.

Carol of the Bells nunca había sonado tan triste como esta noche.

-Vaya, eres realmente buena -la halagó Dimitri, ofreciéndole la mano para ayudarla a bajar del escenario.

Aster intentó sonreír, susurrando un "gracias" antes de voltear para buscar desesperadamente a su compañero.

Aro, sin embargo, se interpuso en su camino, bloqueando su vista. Con una sonrisa de satisfacción, el líder le tomó la mano y dejó un beso frío sobre el dorso.

-Como siempre, una maravillosa interpretación, mia bella Aster -dijo Aro.

Aster se tensó al instante, y, como si aquel contacto la quemara, retiró su mano rápidamente de su gélido toque.

-¿Dónde está Caius? -preguntó, esforzándose por ocultar el temor que comenzaba a filtrarse en su voz.

Aro sonrió, notando perfectamente el efecto que su presencia causaba en la tríbrida.

-Tenía algunos asuntos que atender -respondió el rey, analizando cada expresión en el rostro de Aster-. Pero no te preocupes, bella, te haré compañía mientras tu compañero regresa.

Eso era precisamente lo que Aster temía. Algo en su interior le gritaba que no debía confiar en el líder, pero también sabía que no podía mostrar desconfianza tan abiertamente. Así que, esforzándose, dibujó su mejor sonrisa, asintió, y tomó el brazo de Aro con cierta cautela.

-Sabes, hay alguien que ha querido hablar contigo desde que inició la velada -comentó el vampiro sin voltear a mirarla.

Aster frunció el ceño. Evitó preguntar, y la creciente incomodidad le exigía mantenerse alerta a cualquier movimiento del líder.

-Es un gusto volver a tenerte cerca de mí, Принцесса -dijo una voz a su lado.

Era Damien Volkov, el vampiro ruso. Aster evitó mirar directamente a sus ojos. Después de la advertencia de Jane sobre su don y la promesa que le había hecho a Caius de mantenerse alejada de él, su ansiedad aumentaba. Desesperadamente, deseaba sentir a Caius a su lado.

-¿Estás disfrutando la noche, Damian? -preguntó la tríbrida cortésmente, evitando la mirada directa del vampiro.

Damian río suavemente, notando su comportamiento evasivo. Aro y él intercambiaron una mirada rápida y cómplice que Aster no alcanzó a notar.

-Bueno... parece que aquí todo está en orden -comentó Aro con tono entretenido-. Los dejo solos, debo ir a buscar a mi esposa.

Aster observó cómo el rey se alejaba, y en ese momento, su mirada recorrió ansiosamente el salón. Esperaba ver a Caius, pero si no, encontrar a Alec o Jane también sería de gran ayuda. Incluso Demetri podría funcionar. Cualquier cosa sería mejor que quedarse sola con Damian.

-¿Acaso temes estar cerca de mí, Красивая Астра? -murmuró el vampiro en tono seductor, invadiendo su espacio personal.

Aster notó a Alec a lo lejos, y ambos compartieron una mirada. La suya, pidiendo ayuda, y la de Alec, llena de preocupación. Pero, de pronto, Damian tomó suavemente su mentón, forzándola a mirarlo a los ojos. Después de tanto evitarlo, Aster finalmente cayó en su mirada.

-Habla conmigo, preciosa Aster -susurró el vampiro, su rostro peligrosamente cerca del de ella.

El encanto de Damian la envolvió al instante. Antes había experimentado el extraño efecto que ejercía sobre ella, pero esa noche, su mirada dorada parecía aún más intensa, más atrapante.

-¿Escuchas mi voz, preciosa? -murmuró Damian.

Aster asintió, una sonrisa boba en su rostro. Damian también sonrió, y acercándose más, rozó sus gruesos labios por la mejilla tibia de la tríbrida, hasta llegar a su oído, donde le susurró un par de frases en ruso. Aunque ella no entendía las palabras, sentía como si le estuvieran cantando una melodía cautivadora.

-¡Aleja tus manos de Aster, jodido idiota! -exclamó Alec, apareciendo junto a ella.

Con firmeza, Alec tiró de Aster hacia él, aunque no pudo evitar notar que ella parecía resistirse, intentando no alejarse del vampiro ruso.

-No estoy haciendo nada que ella no quiera, italiano mediocre -replicó Damian con una sonrisa soberbia.

Alec tensó la mandíbula, consciente de la persuasión que Damian ejercía. Miró a Aster, que no parecía para nada perturbada, y aunque no parecía estar en peligro inmediato, Alec no bajó la guardia. Sabía bien lo peligroso que era Damian y, sobre todo, lo importante que era proteger a Aster de cualquier peligro, no solo porque fuera su deber.

-Aléjate de ella -bramó Alec, molesto, mirando al vampiro ruso con advertencia.

Damian solo esbozó una sonrisa amplia y burlona, levantando las manos en un gesto de rendición. Sin perder la compostura, hizo una señal a dos vampiros de su aquelarre, y los tres se retiraron del salón.

-Kaz, ¿estás bien? ¿Te hizo algo? -preguntó Alec, centrando toda su atención en su amiga.

-Claro que estoy bien, Alec -respondió Aster con una sonrisa-. ¿Por qué no lo estaría?

Alec frunció el ceño, preocupado.

-Literalmente, me miraste como un gatito asustado -replicó, escudriñando su rostro en busca de alguna señal de alarma.

-Solo fui un poco paranoica, Alec -contestó ella con una risa suave-. Damian no es alguien de cuidado, realmente es muy encantador.

Alec no pudo evitar hacer una mueca, queriendo contradecirla. Algo le decía que algo estaba mal, pero Aster parecía tan dulce y risueña como siempre. Tal vez solo había sido su imaginación, aunque eso era casi imposible.

-¿Estás segura? -insistió Alec-. Puedo escoltarte a tu habitación si te sientes mal -ofreció con un tono de preocupación.

Aster inclinó la cabeza, simulando considerar la oferta.

-De hecho, eso sería ideal -aceptó con una sonrisa-. Me siento cansada y con frío.

-Buscaré al amo Caius para informarle.

-Creí que tú me escoltarías -protestó Aster, aferrándose a su brazo antes de que él pudiera irse.

-Debe enterarse de que no estarás presente para los fuegos artificiales y el brindis de medianoche.

Aster mostró una expresión irritada, lo que alarmó a Alec. Algo andaba mal, no solo porque ella no había hecho un comentario entusiasta sobre las tradiciones mundanas, sino porque era la primera vez que la veía con una expresión molesta en su rostro.

-As...

-Alec, qué bueno que te encuentro.

-Mi amo -saludó Alec, inclinando la cabeza.

-Yo escoltaré a Aster a sus aposentos -anunció Aro-. Necesito que vayas con Jane. Hay un asunto urgente del que deben encargarse.

Alec quiso objetar, pero no se atrevió. Aro era su rey, y además confiaba en él, casi como un padre. Dudaba que Aro fuera capaz de hacer algo contra Aster. Así que, asintiendo, se alejó de ambos.

Lo que Alec no pudo ver es que esa fue la primera decisión que desencadenaría un cambio profundo en el mundo tal como lo conocía.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora