Extra-I

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LOS CELOS DEL REY...

Aster no podía contener su sonrisa. Frente a ella, Caius mantenía los ojos cerrados, con una expresión de absoluta satisfacción que, a su parecer, era imposible de ignorar.

—¿Y bien? —preguntó la tríbrida con expectación, tamborileando los dedos contra la mesa mientras trataba de mantener la paciencia.

El vampiro finalmente abrió los ojos, y su semblante cambió al darse cuenta de que Aster lo estaba observando. La vergüenza lo invadió al imaginar la cara que debía de haber puesto.

—Es deliciosa —admitió Caius, limpiándose la comisura de los labios con una servilleta, tratando de recuperar su habitual porte elegante.

—¡Te lo dije! —exclamó Aster, rebosante de entusiasmo—. Este restaurante tiene las mejores reseñas de la ciudad.

Era su primera cita oficial. Después de tres semanas en las que Aster se había dedicado a adaptarse a los cambios en su naturaleza, Caius había decidido que era momento de compartir algo especial con ella. Aunque, al principio, planificarlo había sido un desafío para el rey.

Todo lo que se le ocurría le parecía insuficiente para alguien tan extraordinaria como su compañera. Nada parecía estar a la altura de lo que Aster merecía, hasta que recordó algo que ella misma había mencionado en una conversación casual:

"Solo quiero conocer Italia."

Inspirado por esas palabras, Caius trazó un plan. Decidió llevarla a Roma, organizando no solo una estancia en la mejor suite del hotel más exclusivo, sino también un itinerario cuidadosamente diseñado. Cada lugar que visitaban era seleccionado por sus vistas privilegiadas o su historia encantadora, siempre buscando que Aster tuviera una experiencia inolvidable. Lo que había comenzado como una cita se había transformado en una serie de pequeños viajes por la ciudad, prolongándose durante varias semanas. Y para Caius, cada momento invertido valía la pena si eso significaba ver esa preciosa sonrisa adornando el rostro de su compañera.

—Está bien, lo admito —habló Caius con un tono forzado, mirando de reojo a Aster—. Los humanos... no son tan incompetentes.

Susurró lo último como si le costara horrores aceptar aquella verdad, dejando la rebanada de pizza que había probado sobre su plato.

—Sabía que la adorarías —respondió Aster entre risas, disfrutando del ligero malestar del vampiro al hacer tal confesión.

Sin embargo, la escena era mucho más significativa de lo que aparentaba. En las semanas recientes, Aster había descubierto que no solo había heredado los dones de su familia, sino que había desarrollado un talento único: podía devolverles pequeñas porciones de "vida" a los vampiros. Gracias a su habilidad, podían disfrutar nuevamente del sabor de los alimentos, dormir por una hora e incluso experimentar breves latidos en sus corazones inmortales.

Aunque Aster consideraba su don algo inusual y, en algunos casos, inservible, los vampiros a su alrededor estaban fascinados. Incluso Marcus, el más ensimismado de los vampiros, había recuperado algo de la vitalidad que hacía siglos había perdido.

—Eres maravillosa, Kaz —murmuró Caius, con la mirada intensa fija en la tríbrida.

Aster bajó la vista un instante, sonrojada, sintiendo el calor subir por sus mejillas.

—Soy demasiado afortunado por tenerte a mi lado —continuó el vampiro, mientras tomaba con delicadeza la mano que Aster había dejado sobre la mesa.

Era una simple conexión, pero Aster sintió el peso de las palabras de Caius. Su eternidad con él apenas estaba comenzando, y en ese momento, bajo las luces cálidas de Roma, no podría haberse sentido más completa.

Seductora Oscuridad | Cauis VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora