Aster nunca había sentido dolor de esta forma. Claro, alguna vez de niña se había caído, provocándose raspones o moretones, pero tan rápido como aparecían, sanaban con igual facilidad. Nunca había sufrido ni siquiera de un simple resfriado. Era uno de los pocos beneficios que había obtenido al llevar tres tipos de genes en su sangre.
Pero ahora, su cuerpo casi convulsionaba, y de sus labios escapaba, de forma inconsciente, un llamado a su compañero.
—¡Cierra la boca, mestiza de mierda! —exclamó un vampiro de ojos carmesí y acento característico.
—Caius... —volvió a suplicar la tríbrida, retorciéndose sobre la camilla fría, el dolor haciéndola estremecer de pies a cabeza.
—Él no va a salvarte. Nadie lo hará —replicó otro vampiro, más robusto que el primero, sujetando su mandíbula y forzándola a mirarlo directamente a los ojos.
Ambos vampiros compartían el mismo acento. Aster había escuchado ese tono antes, pero su mente, nublada por el sufrimiento, no lograba recordar de dónde. Apenas podía pensar con claridad.
—Joder, estás realmente muy buena —continuó el vampiro robusto, apretando su mandíbula con más fuerza y provocando un grito ahogado en la tríbrida—. Es una lástima que el jefe tenga planes contigo.
Aster sostuvo la mirada carmesí, luchando por no mostrar debilidad. Desde que le habían inyectado aquel líquido con una jeringa más grande de las que jamás había visto, su cuerpo no dejaba de temblar. Su piel ardía, pero al mismo tiempo tenía frío; sudaba y no podía detener el flujo de lágrimas. Solo podía pensar en Caius y en su promesa de llevarla a una primera cita.
—Deja de llorar, Шлюха —espetó con disgusto el vampiro más bajo.
Aster cerró los ojos, mordiéndose los labios para reprimir un nuevo gemido de dolor. Aquella palabra, en un ruso familiar, confirmó sus sospechas: Damien Volkov estaba detrás de esto. No sabía hasta qué punto, pero él era el único vampiro ruso que conocía.
—¿Crees que deberíamos inyectarle la otra cápsula? —preguntó el vampiro robusto al más pequeño, apartándose de Aster.
—No —sentenció el vampiro más bajo—. El jefe dijo solo la azul. La escarlata... hasta que ya sabes.
Su compañero asintió, dando por cerrado el tema.
Aster intentó concentrarse en lo que la rodeaba, no solo para distraerse del dolor, sino también para buscar cualquier detalle, por minúsculo que fuera, que pudiera ayudarla a salir de ese lugar helado.
En su interior, seguía gritando por Caius. El dolor era insoportable, y solo quería sentir las manos frías de él a su alrededor.
—¿En cuánto tiempo crees que haga efecto? —preguntó Nestor, el vampiro de ojos carmesí, impaciente.
—¡Deja de hablar, Nestor! —exclamó Yakov, el vampiro más robusto, con frustración—. Tu impaciencia no hará que la hermosa chica se transforme.
Nestor lo miró con reproche. Ambos estaban desesperados, no solo por ver a la chica cambiar, sino porque su jefe llegara y completara el plan.
Ninguno de los dos comprendía por qué Aster estaba allí. Los Vulturi la habían catalogado como inútil, igual que a sus hermanos tríbridos, hacía ya tiempo. Entonces, ¿qué sentido tenía tenerla aquí, en medio de una tortura tan inhumana?
—¡Ahhhhhhg! —Un grito desgarrador escapó de los labios de Aster mientras caía de la cama.
No era la caída lo que provocaba su agonía, sino el dolor de sus huesos, que sentía romperse desde adentro. El calor, insoportable desde el inicio, se había vuelto infernal, y su cuerpo comenzaba a expedir vapor, como si fuera una olla de agua en plena ebullición.
—Está sucediendo, ¿dónde carajos dejaste la cápsula escarlata, Yakov? —preguntó Nestor, lleno de impaciencia.
Yakov negó con la cabeza, mirando a Aster retorcerse en el suelo como un gusano.
—No, no la usaremos hasta que se transforme por completo —anunció Yakov, con calma inquebrantable.
—¿Esperas que inyectemos a un metamorfo? —replicó Nestor, incrédulo.
—Será un jodido perro, no tendrá ventaja contra nosotros —respondió Yakov, con indiferencia.
Aster escuchaba la conversación de los vampiros con dificultad, pero logró captar lo suficiente. Comprendió que, de alguna forma, lo que le habían inyectado estaba provocando una reacción que incitaría la conversión en metamorfa, igual que su padre.
Pero había algo que no cuadraba. Su padre le había contado en varias ocasiones cómo había sido su primera transformación. Él mencionaba que, después del rompimiento de huesos, la conversión sucedía en cuestión de segundos, y, sin embargo, su cuerpo parecía resistirse, su transformación se detenía a medio camino. Sabía que su gen vampírico, aunque débil, estaba luchando contra el gen lobo, intentando bloquearlo. Esa era la única explicación que podía encontrar en medio de su dolor.
—Idi-idiotas, no-o sa-saben lo-o que est-an ha-haciendo —murmuró Aster con esfuerzo, sus palabras apenas comprensibles a causa del sufrimiento que desgarraba su cuerpo humano.
—Eres un jodido experimento, Шлюха —dijo Nestor con arrogancia—. Lo único que necesita mi jefe de ti es ese gen que te permite no morir.
Aster lo miró directamente a los ojos, intentando procesar las palabras de Nestor. ¿De dónde podrían haber sacado semejante conclusión? Claro, trabajaban con Damien, pero ¿de qué forma podía Damien suponer que ella era inmortal? Ni siquiera ella lo sabía; toda su vida había pensado que era una humana común y corriente, sin ninguna habilidad extraordinaria, ya que sus otros genes nunca se habían manifestado.
Y si existía una mínima posibilidad de que, en efecto, fuera inmortal, ¿con qué propósito querrían explotar eso?
—Veo que no están tratando a nuestra invitada como se merece.
Damien Volkov apareció de repente, con ese aire de misterio y poder que siempre lo rodeaba, observando a Aster desde arriba con una mirada fría y analítica, sin un atisbo de compasión.
—Da-damien... —murmuró Aster entre jadeos de dolor.
—¿Me extrañaste, красивый? —preguntó el vampiro con una sonrisa burlona.
Aster intentó responder, aunque sabía que cualquier intento de palabras sería inútil. Nunca había sido impulsiva ni grosera, pero en ese momento, el deseo de insultar a Damien la invadía por completo. Quería gritarle, decirle todo lo que pensaba de él y de su retorcido plan. Sabía que, aunque ella no podía hacer mucho en ese momento, cuando Caius lo supiera, no habría piedad para Damien.
Pero todo lo que salió de sus labios fueron quejidos de dolor. Nestor y Yakov habían dicho algo sobre su inmortalidad, pero Aster sentía que estaba muriendo, que su cuerpo se desmoronaba desde dentro. Las lágrimas caían sin cesar por su rostro, pruebas silenciosas de la tortura que estaba sufriendo.
—Levanten a la bella Aster de allí —ordenó una voz fría y familiar. Era Aro, quien había aparecido de repente en la habitación, acompañado de un vampiro que Aster nunca había visto antes.
Nestor levantó a Aster del suelo sin la menor delicadeza, depositándola de nuevo en la camilla. El vampiro que acompañaba a Aro se acercó a ella, tocándola en diferentes áreas de su cuerpo, como si estuviera monitoreando su estado de alguna forma. Aster quiso apartarse de su toque, pero el dolor insoportable le impedía moverse siquiera.
—Oh, mia bellissima Aster, la tua vita servirà a cambiare tutto il nostro mondo —murmuró Aro, deslizando su fría mano por el rostro ardiente de la tríbrida mientras el médico que había traído evaluaba su condición—. Es una pena que alguien a quien le había tomado cariño deba morir por un bien mayor.
Aster se estremeció. Las palabras de Aro fueron como una sentencia de muerte, tan reales que apenas podía soportarlo. En ese momento, lo entendió. Moriría pronto, y no habría nadie que pudiera salvarla.
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Seductora Oscuridad | Cauis Vulturi
FanfictionAster Black, hija de Renesmee y Jacob Black, ha crecido con su extraña pero amorosa familia, llevando una vida que aparenta ser tan normal como la de cualquier humano. Pero cuando su familia es convocada a Volterra por los Vulturi, su mundo cambia r...