CAPITULO 28: Cicatrices en el pentagrama

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Esa noche, me vestí con una elegancia que sabía que tenía que ser impecable. Era la noche del show en un evento de caridad muy importante al que me habían invitado para tocar. Sabía que esta noche podría definir gran parte de mi futuro, y la presión de que todo saliera perfecto era palpable.

Opté por un vestido largo de color azul marino, que caía en cascada sobre mi figura con una fluidez que me hizo sentir segura y sofisticada. El escote delicado y los detalles en encaje del vestido añadían un toque de glamour sin perder la elegancia que el evento requería.

Me puse unos zapatos de tacón alto, del mismo tono que el vestido, con detalles sutiles en plata que capturaban la luz de manera sofisticada. Cada parte de mi atuendo estaba cuidadosamente elegida para destacar mi profesionalismo y mi estilo personal, sin desentonar con el ambiente exclusivo del evento.

Mi peinado era impecable, con ondas suaves que enmarcaban mi rostro y se mantenían perfectamente en su lugar. Elegí unas pequeñas joyas en forma de diamantes para adornar mis orejas, que reflejaban una luminosidad que complementaba la elegancia de mi atuendo. El maquillaje era refinado: labios rojos que resaltaban sin ser excesivos y ojos delineados que capturaban la luz, dándome un aire de sofisticación y confianza.

Sabía que esta noche era crucial. La presencia de personas influyentes en el evento significaba que todo debía ser perfecto. No podía permitirme que nada saliera mal. El éxito en este evento podría abrir puertas a nuevas oportunidades y consolidar mi reputación en el mundo musical.

Estaba decidida a dar lo mejor de mí misma. Mi presencia en la gala reflejaba no solo mi compromiso con mi arte, sino también mi deseo de dejar una impresión duradera en aquellos que estaban allí para ser testigos de mi talento.

Cuando estuve lista, salí de mi habitación y me dirigí hacia la sala principal de mi casa, donde Guido había estado esperando pacientemente. Llevaba una camiseta negra , cubierta por una campera de cuero que se ceñía a su figura de manera cómoda. Su gorra negra, y sus clásicos lentes de sol le daban un aire distintivo, en total sintonía con su estilo rockero. Los pantalones negros, un poco holgados, caían de manera relajada sobre sus borcegos negros, añadiendo un toque desenfadado al conjunto. Su pelo, atado en un rodete desordenado, tenía un par de mechones que caían sobre su frente, acentuando su estilo rebelde.

El contraste entre mi vestido de terciopelo azul y el look rockero de Guido era notable. Mientras yo me había vestido con una elegancia sobria para la ocasión, él mantenía fiel a su estilo característico. Sin embargo, su manera de vestir no restaba en absoluto a la ocasión; más bien, realzaba su autenticidad y su capacidad para ser él mismo en cualquier entorno.

Me detuve un segundo frente a él, notando cómo sus ojos recorrían lentamente mi cuerpo, apreciando cada detalle de mi vestido de terciopelo azul, que caía con elegancia sobre mis curvas. Sentí cómo su mirada se detenía en mis hombros descubiertos, bajando por el escote sutil hasta la cintura ajustada, para luego seguir el recorrido del vestido hasta mis pies.

Había algo en la manera en que me observaba, una mezcla de admiración y deseo, como si me estuviera viendo de una manera completamente nueva. Se quedó en silencio por un instante, su mano todavía apoyada en el teléfono que había olvidado completamente. La intensidad de sus ojos oscuros, escondidos detrás de los lentes, me hizo sentir un calor inesperado. Aunque intentaba mantener su actitud relajada y su estilo despreocupado, era evidente que mi elegancia lo había tomado por sorpresa.

Cuando sus ojos finalmente volvieron a encontrarse con los míos, me sonrió, pero fue una sonrisa diferente, más cargada, como si en ese momento me estuviera devorando con la mirada.

—Opa... —dijo él, recorriéndome de pies a cabeza con una mirada descarada que me hizo sonrojar.

Rodé los ojos con una sonrisa, intentando no darle el gusto de mostrar lo mucho que me había afectado su reacción, y tomé mi bolso antes de que saliéramos juntos. Sabía que ese comentario era tan típico de Guido, pero no por eso dejaba de hacerme sentir especial.

Cicatrices en el pentagrama (GUIDO SARDELLI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora