CAPITULO 3: Siguiendo cada paso

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Era lunes por la mañana y la facultad estaba en su habitual ajetreo. El pasillo principal estaba lleno de estudiantes que iban y venían, algunos charlando animadamente mientras otros se dirigían a sus aulas con caras de concentración. El bullicio era casi reconfortante en medio de mi frustración. El suelo de baldosas grisáceas resonaba con el eco de los pasos y las conversaciones.

Me encontraba apoyada contra la pared cerca del banco donde había acordado encontrarme con Nicole. A lo lejos, la vi aparecer con su mochila colgada al hombro y una sonrisa en el rostro que intentaba ocultar su propia preocupación. Me levanté al instante y fui hacia ella, mi corazón aún latiendo rápido por la reciente experiencia.

Nicole se acercó con su habitual energía, saludándome con un abrazo y un brillo de curiosidad en los ojos.

Tomé el brazo de Nicole con fuerza, aún sintiendo la adrenalina del día anterior.

—No sabés lo que me pasó —le dije, casi sin aliento.

Nicole se detuvo en seco al ver mi expresión preocupada.

—No me asustes —dijo, con una mezcla de preocupación y curiosidad.

Me tomé un momento para recomponerme, y empecé a contarle lo que había sucedido.

—Después de encontrar toda la información sobre un músico que se retiró, Guido Sardelli, decidir ir a verlo, fui a su casa con mucha esperanza. Cuando llegué, me puse re nerviosa. Pensé que capaz podría convencerlo de participar en mi tesis si le contaba mi idea —le expliqué.

Nicole asintió, tratando de seguirme.

—Pero cuando me abrió la puerta, no sabes...una frialdad tenía. La verdad, estaba increíblemente intimidada. Me miraba como si fuera un dolor de bolas total. Le conté de mi tesis y cómo su historia me había llamado la atención. Pero, ¿sabés qué? —le dije, el tono lleno de frustración—. Se puso re a la defensiva y me dijo que no tenía tiempo para ser mi "rata de laboratorio" y que me busque a otro. Y antes de que pudiera decir algo más, me cerró la puerta en la cara.

Nicole me miró con los ojos abiertos, sorprendida por el giro de los acontecimientos.

—¡No te puedo creer! —exclamó—. Pero, pará, ¿y qué pensás hacer ahora?

Nicole abrió una incógnita que ni yo tenía. No sabía qué iba a hacer ahora. Creía que había encontrado la solución a todo, pero más que solución, fue un problema. Mi mente divagó por unos segundos entre reanudar mi búsqueda de vuelta o lograr que Guido hablara conmigo y tener la mejor tesis del mundo. Adivinen cuál elegí.

Decidí que no podía rendirme tan fácilmente. La oportunidad de entrevistar a Guido Sardelli y explorar su historia era demasiado valiosa para dejarla pasar. Sabía que enfrentaría obstáculos, pero estaba decidida a encontrar una manera de convencerlo de que hablara conmigo. Era mi oportunidad para hacer algo realmente significativo, y no iba a dejar que una puerta cerrada me detuviera.

Cuando llegué a casa, me sentía exhausta y desorientada. Me dirigí rápidamente al baño para cambiarme. El primer paso fue quitarme la ropa que había llevado durante el día, un conjunto que ya no reflejaba mi estado de ánimo. Opté por algo más cómodo pero con un toque de elegancia: un vestido negro sencillo y unos tacos que no eran demasiado altos. Me maquillé con cuidado, aplicando una base ligera y resaltando mis ojos con un toque de delineador y sombra oscura para añadir un poco de intensidad a mi mirada. Quería sentirme un poco más segura y decidida, al menos para esa noche.

Cuando terminé, me miré en el espejo y sentí que la imagen que veía era más acorde con el estado de ánimo que necesitaba: una mezcla de elegancia y determinación. Salí de casa y me dirigí al bar que había elegido para despejarme.

Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora