—Basta, Meret, tenemos que salir, pasarla bien y despejarnos —dijo Nicole mientras abría mi armario de un tirón, revisando la ropa sin ningún criterio aparente—. Últimamente estamos con lo de la tesis y el estrés te está matando.
Suspiré y me levanté de la cama, todavía medio enojada por todo lo que había pasado con Guido.
—¿Y cómo no me va a matar si mi idea principal es un forro que no me quiere ayudar? —murmuré, caminando hacia ella para ver qué prendas estaba sacando.
—Bueno, si tu idea principal es un forro, buscate otro forro pero que al menos te hable —respondió con obviedad, tirándome una remera que sabía que jamás usaría para salir.
La miré con los ojos entrecerrados y negué con la cabeza.
—No es tan fácil, boluda. Este tipo tiene algo que... —me quedé callada, porque no quería admitir lo que me había pasado con Guido.
—¿Que tiene qué? —me interrumpió, cruzando los brazos y mirándome con una ceja levantada—. Dale, soltá lo que tenés en la cabeza.
—Tiene esa cosa de tipo misterioso, ¿viste? —confesé al final, medio a regañadientes mientras agarraba un vestido que ya había descartado varias veces—. No es como que cualquiera me va a dar lo que él me puede dar para la tesis... y bueno, para otras cosas también.
Nicole se rió mientras me lanzaba otro par de prendas.
—¡Ay, no me digas que te gusta!—
—No es que me guste, pero... no sé, hay algo —dije mientras me miraba en el espejo, viendo si la ropa que me había tirado tenía sentido para la noche—. Es complicado, ¿ok? Pero bueno, no importa, no vine a hablar de él.
—No, claro —Nicole soltó una carcajada y me miró con cara de "a quién querés engañar"—. Dale, no le des tantas vueltas. Esta noche nos olvidamos de Guido o como se llame, nos arreglamos y salimos a romperla.
—Eso espero... —dije, medio dudosa, mientras me metía en el vestido y me ponía los zapatos.
Nicole, con una sonrisa pícara, se acercó para arreglarme el pelo.
—Esta noche es para bailar y no pensar en nada. ¿Listo? ¡Nos vamos a bailar hasta que nos duelan los pies!
Nicole y yo nos miramos en el espejo una última vez antes de salir. Ella se acomodó el pelo con sus manos y me guiñó un ojo, aprobando su propio look con esa seguridad que siempre envidiaba. Yo, por mi parte, me di un último vistazo, retocando el labial y acomodando el vestido que había elegido. Nos habíamos arreglado para olvidar todo lo que rondaba en mi cabeza, desde la tesis hasta él.
—Estás diosa, eh —dijo Nicole, dándome una palmada en la espalda—. Esta noche no hay quien nos pare.
—Ojalá —dije, aunque una parte de mí seguía con mi mente divagando en muchas cosas que no me gustaría mencionar.
Bajamos las escaleras de mi edificio mientras Nicole ya estaba buscando un taxi con la app. Apenas salimos, el aire nocturno de la ciudad nos recibió con ese frescor que te hace sentir viva. Al rato, el taxi llegó y nos metimos en el asiento trasero, donde Nicole empezó a contarme anécdotas del trabajo para distraerme.
—Te juro, no sé cómo aguanto a mi jefe... pero esta noche no quiero hablar de eso. Necesito despejarme tanto como vos —me decía mientras el taxi avanzaba por las calles iluminadas.
El auto nos llevó directo al boliche de siempre, ese lugar al que íbamos desde que teníamos edad para salir. Era el típico boliche lleno de gente de nuestra edad, todos jóvenes, ansiosos por bailar, reírse y desconectar de la rutina. La música se escuchaba desde la entrada, un reguetón pegajoso que hacía vibrar las paredes. Apenas bajamos del taxi, las luces brillantes y el sonido de risas mezcladas con la música nos envolvieron, generando esa energía que solo se siente en la puerta de un boliche.
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Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLI
RomanceMeret, de 25 años, está decidida a hacer una tesis que marque la diferencia en su carrera universitaria en artes musicales. Su idea de grandeza surge cuando decide investigar a Guido, un músico retirado que fue acusado de asesinato y cuya carrera se...