CAPITULO 36: Entre el final y el comienzo

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El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas del edificio de la facultad, creando manchas luminosas en el suelo pulido del pasillo. La luz natural daba una calidez acogedora al lugar, pero no lograba disimular la tensión que sentía en el pecho mientras me dirigía hacia la oficina de la profesora.

Mis pasos resonaban en el pasillo, y cada uno parecía amplificar mi nerviosismo. La puerta de la oficina de la profesora López estaba entreabierta, y me detuve un momento frente a ella, respirando hondo para calmar mi ansiedad. El pasillo estaba tranquilo, con el murmullo lejano de otras conversaciones estudiantiles como fondo.

Con un leve golpe en la puerta, me asomé para ver a la profesora, que estaba sentada detrás de su escritorio, revisando algunos papeles. Ella levantó la vista, mostrando una expresión de sorpresa y curiosidad al verme. La oficina estaba llena de libros apilados, papeles desordenados y una pequeña planta en el rincón que daba un toque de verde al ambiente académico.

—¡Ah, Meret! —dijo la profesora, sonriendo—. ¿Qué tal? ¿En qué puedo ayudarte?

Me acerqué a su escritorio, sintiendo cómo mis manos se volvían un poco sudorosas mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Hola, profesora López —comencé, tratando de mantener la calma—. Quería preguntarle qué día podría presentar mi tesis. Ya la tengo lista y quería coordinar cuándo podría hacerlo.

La profesora asintió con comprensión y empezó a buscar en su agenda, moviendo papeles y echando un vistazo rápido a su calendario.

—Vamos a ver... —murmuró, mientras pasaba las páginas de su agenda—. Parece que tenemos algunos espacios disponibles para presentaciones la próxima semana.

Buscó en su agenda, pasando las páginas con una precisión meticulosa—. A ver... Hay un espacio libre el lunes 19 de enero. ¿Te viene bien ese día?

Una punzada de ansiedad me atravesó al escuchar la fecha. Recordé que el 19 de enero era el día del juicio de Alicia y Patricio, algo que había estado esperando con mi mamá. El juicio se había convertido en una cuestión de máxima importancia, pero mi presentación de tesis también era crucial para mi futuro.

—Ah... —dije, tratando de disimular mi preocupación—. El 19 de enero está perfecto.

La profesora López asintió y comenzó a anotar en su agenda.

—Perfecto, entonces. Tu presentación está agendada para el lunes 19 de enero. Asegúrate de tener todo listo y no dudes en contactarme si necesitás algo más.

Mi mente se llenó de confusión. Miré a mi alrededor, sintiendo que el mundo se estaba estrechando a mi alrededor. El juicio era un compromiso ineludible, pero también era crucial para mí terminar mi carrera ahora, no quería esperar hasta el próximo turno en julio.

—Disculpe, profesora —dije con voz temblorosa—, ¿hay alguna otra opción para presentar en otro momento?

Ella frunció el ceño y revisó su agenda nuevamente.

—Lamentablemente, el próximo turno disponible es en julio. Hay una gran demanda y no podemos ajustar más fechas.

Mi corazón latía con fuerza mientras absorbía la noticia. Me encontraba en una encrucijada: el 19 de enero significaba que tenía que elegir entre mi futuro profesional inmediato y mi compromiso como testigo en un juicio crucial. La decisión no era fácil y el tiempo parecía haberse detenido mientras pensaba en las consecuencias de cada opción.

—Gracias, profesora —dije, tratando de mantenerme tranquila mientras me daba la vuelta y me dirigía hacia la salida.

A medida que caminaba por el pasillo, sentí una oleada de desesperación y angustia. La perspectiva de tener que elegir entre dos eventos tan significativos me abrumaba. Mi mente daba vueltas, tratando de encontrar una solución o un punto medio, pero no había un camino claro. La sensación de estar atrapada entre dos responsabilidades importantes me dejó sintiendo una profunda incertidumbre sobre cómo manejar ambas situaciones.

Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora