El aire navideño se sentía liviano, pero no podía negar que los nervios empezaban a colarse en mi cuerpo mientras me preparaba para ir a la casa de Gonzalo, el amigo de la infancia de Guido. Frente al espejo, me acomodé el top rojo que elegí para la ocasión. Era festivo, pero sin perder la simpleza. Los pantalones negros me daban la seguridad que necesitaba para la noche, aunque seguía ajustándome el cinturón como si eso calmara los nervios.
Guido estaba al otro lado de la habitación, poniéndose una camisa negra que me llamó la atención de inmediato. No era algo que soliera usar, y al verla en su cuerpo, no pude evitar sonreír con admiración. Estaba acostumbrada a verlo con remeras o ropa más informal, pero esa camisa negra le quedaba perfecta, ajustándose sutilmente a su torso, con los primeros botones sin abrochar, revelando una parte de su pecho que no lograba distraerme de su elegancia.
—Es la primera vez que te veo con una camisa —comenté mientras me acercaba con una sonrisa juguetona, incapaz de esconder lo bien que me parecía que le quedaba.
Guido levantó la vista y sonrió, con esa sonrisa torcida que siempre lograba desarmarme. Se miró al espejo, se encogió de hombros con naturalidad y se acomodó el cuello de la camisa.
—¿Te gusta? —preguntó como si la respuesta fuera obvia.
—Demasiado —dije, alzando una ceja, aunque en realidad me encantaba cómo se veía.
Él soltó una risa baja y se acercó a mí, sus manos encontrando mi cintura mientras me miraba de arriba abajo.
—Vos estás hermosa, como siempre —susurró, mientras sus dedos jugaban con el borde de mi top.
—Es solo un top rojo —repliqué, aunque su mirada me hizo sentir que llevaba mucho más que eso.
Nos quedamos ahí, en ese breve momento de complicidad, sonriendo sin decir nada más. Lo vi tomar sus zapatos y ponerse de pie con un aire relajado, pero a la vez consciente del evento al que íbamos. Mientras yo me daba los últimos retoques frente al espejo, él ya estaba listo, observándome con paciencia y diversión.
—¿Estás lista? —me preguntó con ese tono que mezclaba expectativa y calma.
Asentí mientras me ponía los aros que había elegido y me aseguraba de tener todo en mi bolso. Pero no pude evitar mirarlo de nuevo, esa camisa negra, el contraste con su pelo rubio despeinado y la forma en la que, sin decir mucho, lograba hacer que cada segundo juntos fuera especial.
Guido se acercó a mí con esa sonrisa que siempre me desarmaba. Su mano se deslizó suavemente por mi cintura, atrayéndome hacia él con una naturalidad que hacía que todo lo demás desapareciera. Sentí su aliento cálido antes de que sus labios rozaran los míos en un beso lento, suave, pero cargado de esa intimidad que solo compartimos nosotros. Cerré los ojos y me dejé llevar, apoyando mis manos sobre su pecho mientras el calor de su cuerpo me envolvía.
—Vamos —dijo en un susurro, separándose solo lo suficiente como para verme a los ojos, con una sonrisa cómplice.
Nos dirigimos al auto, la noche estaba increíblemente cálida para ser Navidad. Las luces de la ciudad iluminaban las calles, y podías sentir la energía en el aire. Los autos pasaban a nuestro lado, todos llenos de familias y amigos dirigiéndose a sus propias celebraciones. Era una noche de reencuentros, de compartir, y cada tanto veías a alguien con una sonrisa apurada cruzando una calle, seguramente con regalos en mano.
Guido tomó el volante, y mientras arrancábamos, me quedé mirando por la ventana. Las luces navideñas que decoraban las casas y los balcones brillaban en todas partes, creando un ambiente festivo que, sin embargo, me hacía sentir una pequeña punzada en el pecho. No sabía bien por qué, pero una leve seriedad se apoderó de mí. Quizás era el peso de los recuerdos de otras Navidades, esas en las que la soledad y las expectativas no cumplidas llenaban el aire. O tal vez era el miedo a que esta vez todo fuese diferente, y no saber si eso era bueno o malo.
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Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLI
RomanceMeret, de 25 años, está decidida a hacer una tesis que marque la diferencia en su carrera universitaria en artes musicales. Su idea de grandeza surge cuando decide investigar a Guido, un músico retirado que fue acusado de asesinato y cuya carrera se...