CAPITULO 34: Cicatrices en el pasado

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Eran alrededor de las 10 de la mañana cuando mi celular vibró sobre la mesa del café. Con una taza de café humeante en una mano y el teléfono en la otra, miré la pantalla y vi el nombre de Alicia parpadeando. Una oleada de incomodidad se instaló en mi estómago. Había sentido que algo no iba bien desde nuestra última conversación, y ahora parecía que se confirmaba.

Deslizando el dedo para abrir el mensaje, leí:

"Hola Mery, lamento informarte que, desafortunadamente, ya no podré seguir ayudándote con el proyecto. He tomado algunas horas en un colegio y mi agenda está completamente llena. Espero que entiendas."

Leí el mensaje varias veces, la sorpresa y el enojo creciendo dentro de mí. Alicia había sido una gran ayuda en el pasado, pero algo no me cuadraba. Me preguntaba si su repentino cambio de disponibilidad tenía algo que ver con la presencia de Guido en mi vida. El último encuentro con él parecía haber causado una ola de descontento en algunos lugares, y este mensaje solo confirmaba mis sospechas.

El enojo creció dentro de mí mientras pensaba en mi reciente visita a Gastón y en lo que había descubierto en internet sobre Alicia. Sabía que su mensaje, en el que alegaba no tener tiempo debido a su nuevo trabajo en un colegio, era solo una excusa. Lo que me había contado Gastón y lo que había encontrado en la cuenta de mi mamá con acceso a todos los casos, no dejaban lugar a dudas sobre las verdaderas intenciones de Alicia.

Sabía que Alicia había roto lazos con Guido después del accidente y la condena, pero lo que no había imaginado era la magnitud de su plan. Tras el incidente, Alicia había sido designada como la beneficiaria principal de todos los activos y derechos relacionados con la banda. Todo lo que quedaba del legado y la fortuna de los Sardelli había pasado a sus manos. Su plan macabro había incluido todo, desde asegurarse de que su hijo terminara en la cárcel hasta maniobras para tomar el lugar de Guido y cobrar los principales ingresos y derechos de la banda.
Después de manipularlo psicológicamente durante años.

Sin pensarlo dos veces, dejé mi taza de café a medio terminar sobre la mesa, me vestí rápidamente y me dirigí hacia la salida. Tenía que confrontarla. El enojo y la determinación se mezclaban en mi interior, impulsándome hacia la confrontación que ya había esperado demasiado tiempo.

Me vestí con rapidez, eligiendo unos jeans oscuros y una blusa blanca con una chaqueta de cuero, que me hacía sentir más segura. Salí de mi apartamento con un propósito claro: enfrentar a Alicia y descubrir la verdad detrás de su fachada de respetabilidad.

El tráfico era denso, pero no permití que eso me detuviera. La casa de Alicia estaba en una zona residencial tranquila, rodeada de jardines bien cuidados y casas elegantes. El contraste con la tensión que sentía en mi interior no podía ser más marcado.

Al llegar frente a la puerta de entrada, respiré profundamente antes de presionar el timbre. El sonido del timbre resonó en el silencio de la tarde, y esperé con el corazón acelerado. El tiempo parecía ralentizarse mientras me mantenía firme en el umbral de la puerta, el aire fresco de la tarde golpeándome en el rostro.

Finalmente, escuché el sonido de pasos acercándose desde el interior. La puerta se abrió lentamente, y allí estaba Alicia. Al principio, su expresión mostraba sorpresa, pero pronto se tornó en una mezcla de incomodidad y desdén al reconocerme.

Alicia estaba vestida con un conjunto casual pero elegante, que contrastaba con la formalidad de su actitud. Llevaba un vestido negro sencillo y un par de tacones discretos. Su cabello estaba perfectamente peinado, y su rostro llevaba una capa de maquillaje que, en ese momento, no lograba ocultar la tensión en sus ojos.

—Hola, Mery—dijo, su voz sonando cortante a pesar de su intento de mantener un tono cordial. —¿Cómo estás? No sé si te llegó mi mensaje...

Su mirada me recorrió de arriba abajo con una mezcla de curiosidad y desdén, y su sonrisa no lograba llegar a sus ojos, revelando una falta de sinceridad. Ella abrió la puerta completamente, invitándome a entrar, pero su postura indicaba que no estaba particularmente encantada con mi visita.

Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora