CAPITULO 16: Realidad encerrada

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Recuerdo como esa noche de sábado a la madrugada quise hacer una recopilación cronológica de toda la información que encontré sobre lo que envolvía a los Sardelli.
Recuerdo como me sentí haciendo y como terminé despues de eso.

Sentada frente a la computadora, el resto del mundo parecía desvanecerse mientras me sumergía en la dolorosa tarea de desentrañar la verdad. La pantalla parpadeaba con titulares y fragmentos de artículos que contaban una historia oscura y retorcida. El tiempo se desdibujaba, y lo único que permanecía constante era la sensación de pánico y desolación que me envolvía.

Empecé a recopilar las noticias de manera cronológica, intentando armar el rompecabezas de eventos que me parecía cada vez más intrincado. Cada artículo que leía parecía confirmar las piezas de un rompecabezas inquietante: Guido había sido acusado de la muerte de un adolescente de 16 años, Lucas Antonelli, a la salida de un boliche. La noticia mencionaba que él había conducido en estado de ebriedad, aunque no había pruebas definitivas de que él fuera el conductor. Sin embargo, sus hermanos estaban involucrados, y Gastón, el hermano mayor, había terminado siendo señalado como el verdadero autor del crimen. Esto era una revelación desconcertante: el hermano de Lucas, con quien Guido había discutido esa noche en La Cripta, era parte de la misma tragedia después de perder a su hermano.

La pieza faltante en este enigma era cómo Gastón había terminado siendo el autor del crimen. La información que tenía sobre cómo Patricio lo había señalado a Guido se contraponía con esta narrativa. El agujero en la historia era perturbador, y no podía evitar sentirme atrapada en un torbellino de confusión y horror.

Con cada nuevo dato, el peso de la situación se hacía más abrumador. Me sentía ahogada por la información, petrificada por la gravedad de lo que había descubierto, y aterrorizada por la complejidad del caso. La imagen de Guido, tan cerca y a la vez tan envuelto en misterio, me atormentaba. La conexión entre él y el crimen era aterradora, y mi corazón se debatía entre la compasión y el escepticismo.

Finalmente, con la mente nublada y el corazón pesado, decidí cerrar la computadora. El deseo de alejarme de la pantalla era tan fuerte como el miedo que me causaba. No quería profundizar más en el oscuro abismo que era la historia de los Sardelli. Mientras lo hacía, traté de no pensar en lo que acababa de descubrir, pero era imposible ignorar el peso de la verdad que se cernía sobre mí.

La peor parte era la carga emocional que llevaba: el conocimiento de un crimen y la creciente atracción que sentía hacia alguien que podría estar involucrado en él. La dualidad de la situación me ahogaba, y el contraste entre lo que sentía por Guido y la realidad del caso me dejaba devastada. La inquietante mezcla de sentimientos y el miedo a enfrentar una verdad que parecía inalcanzable se convirtió en una pesada carga sobre mis hombros, dejándome atrapada en un mar de confusión y dolor.

Cerré mi cuaderno frente a la gran pizarra cuando el profesor dejó de hablar y suspiré. La sala de clases, con sus paredes blancas y sus pupitres ordenados, contrastaba enormemente con el caos que reinaba en mi mente. Todo en mi vida parecía ser un enigma que no lograba descifrar, y la incertidumbre sobre cómo seguir adelante me abrumaba. Mi tesis, que había quedado en pausa indefinida, se sumaba a la lista de problemas que tenía que enfrentar. La posibilidad de perder el año me acechaba, y me preguntaba si alguna vez podría retomar el rumbo.

Pero lo más perturbador era el motivo por el cual mi vida se había complicado tanto. La fiesta, las revelaciones sobre Guido, y la tormenta emocional que seguía a cada nueva pieza de información eran un torbellino que no sabía cómo manejar. Me preguntaba cómo había terminado en este desastre, y la sensación de estar atrapada en un laberinto sin salida me resultaba abrumadora.

—¿Qué te pasa, Mery? Estuviste perdida toda la semana —preguntó Nicole con preocupación, su voz interrumpiendo el eco de mis pensamientos.

Quise compartirle todo lo que había pasado después de la fiesta: las revelaciones inquietantes, los sentimientos encontrados que tenía por Guido, y el dolor de enfrentar una verdad tan oscura. Pero mientras buscaba las palabras, me di cuenta de que el contraste entre lo que sentía y lo que realmente estaba ocurriendo era tan grande que no estaba preparada para enfrentarlo. Nicole, con su juicio certero, podría entender que mis sentimientos estaban mal fundamentados, no porque Guido fuera inherentemente malo, sino porque todo lo que lo rodeaba parecía indicar lo contrario.

Cicatrices en el pentagrama (GUIDO SARDELLI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora