Después de volver de la casa de Alicia, una oleada de alegría me envolvía. Finalmente, veía la luz al final del túnel; mi tesis empezaba a avanzar gracias a sus valiosos consejos, y la sensación de progreso era tan liberadora que me hizo sonreír en cuanto salí por la puerta de su casa. El día parecía más brillante y el aire más fresco, como si el mundo entero compartiera mi alivio.
Con ese ánimo renovado, decidí hacer una pequeña desviación antes de regresar a casa. Me dirigí a una cafetería cercana, buscando un lugar que reflejara mi nuevo estado de ánimo. Al abrir la puerta de cristal, el tintineo de la campanilla sobre la entrada me dio la bienvenida, y el cálido aroma de café recién hecho me envolvió de inmediato.
El ambiente era acogedor: luces tenues colgaban del techo, creando un resplandor dorado que contrastaba con el gris del atardecer que se veía desde las ventanas. La música suave y melódica flotaba en el aire, y el murmullo de las conversaciones lejanas me hizo sentir parte de un mundo tranquilo y ordenado.
Me dirigí al mostrador, donde una barra de pasteles y galletas invitaba a la indulgencia. Pedí un café con leche y una porción de pastel de zanahoria, el cual me pareció perfecto para celebrar mi pequeño triunfo. Mientras esperaba, me acomodé en una mesa junto a la ventana, el lugar perfecto para observar el mundo pasar mientras yo disfrutaba de mi momento.
Me senté, tomé una libreta que llevaba en mi bolso, y empecé a esbozar algunas ideas nuevas para mi tesis. Sentía una ligereza en el corazón, como si hubiera despejado un obstáculo importante en mi camino. Cada palabra escrita, cada idea desarrollada, me acercaba un paso más a mi objetivo. La calidez del café entre mis manos y el dulce sabor del pastel de zanahoria contribuían a una sensación de satisfacción plena.
Miré a través de la ventana, el cielo empezaba a oscurecer y las primeras luces de la ciudad parpadeaban en la distancia. Era un momento de paz que me permitía apreciar el progreso que había logrado y reflexionar sobre el esfuerzo que aún me esperaba. En ese pequeño rincón del mundo, rodeada de la tranquilidad de la cafetería, me sentí en paz y lista para enfrentar lo que viniera a continuación.
Mientras saboreaba el último sorbo de mi café con leche y disfrutaba del dulce budín de zanahoria, un sentimiento de serenidad se apoderaba de mí. Era como si toda la tensión acumulada durante semanas se hubiera disuelto en el cálido ambiente de la cafetería. Con la libreta llena de nuevas ideas sobre la tesis y el progreso tangible de mi trabajo, sentía que todo encajaba finalmente.
Abrí mi computadora portátil con una sonrisa en el rostro, y me coloqué los auriculares. El suave sonido de la música instrumental que elegí se fusionó con el zumbido tranquilo de la cafetería, creando una atmósfera de concentración perfecta. Era mi pequeño santuario, un lugar donde podía sumergirme en el trabajo sin las distracciones del mundo exterior.
Empecé a escribir el cuerpo de la tesis, sintiendo cómo las palabras fluían con una facilidad que había echado de menos. Cada frase que tecleaba me acercaba más a la visión que tenía en mente para el proyecto, y la claridad con la que ahora podía articular mis ideas me llenaba de una satisfacción profunda. Era un proceso liberador, un contraste tan marcado con los días de incertidumbre que había pasado anteriormente.
A medida que avanzaba en mi redacción, observé por la ventana cómo el crepúsculo se transformaba en una noche estrellada, las luces de la ciudad parpadeaban con promesas de nuevas oportunidades y aventuras. El mundo parecía detenerse en ese instante, permitiéndome concentrarme plenamente en mi trabajo y en el bienestar que me proporcionaba.
Todo en mi vida comenzaba a alinearse: con Guido las cosas estaban en calma y parecían ir bien, lo cual, era mucho decir después de que cada vez que aparecía en mi vida provocara un despelote, mi tesis estaba avanzando y, por primera vez en mucho tiempo, mi trabajo no me estaba desgastando. Sentía una paz interior que hacía tiempo no experimentaba, una sensación de control y equilibrio que me llenaba de esperanza y optimismo.
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Cicatrices en el pentagrama (GUIDO SARDELLI)
RomanceMeret, de 25 años, está decidida a hacer una tesis que marque la diferencia en su carrera universitaria en artes musicales. Su idea de grandeza surge cuando decide investigar a Guido, un músico retirado que fue acusado de asesinato y cuya carrera se...