CAPITULO 32: Lo que se siente tenerte

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Nos encontrábamos en la cocina, la lluvia golpeaba con fuerza contra las ventanas y el sonido constante de la tormenta nos rodeaba, creando una atmósfera acogedora en medio de la fría noche. Guido y yo estábamos preparando una pizza, y el calor del horno era un alivio agradable contra el clima gélido.

—Cuando me dijiste que cobrabas de los derechos de la banda, ¿cuánto es exactamente?—le pregunté, intentando sonar casual mientras amasaba con fuerza la masa.

Guido se volvió hacia mí con una expresión de sorpresa, entre risas.

—¿Qué me estás preguntando?

Sonreí y elevé mis hombros en un gesto de disculpa.

—Perdón, no sonaba tan fuerte la pregunta en mi cabeza.

Guido negó con la cabeza y colocó una de las pizzas en el horno con cuidado. Luego, se recargó en la mesada junto a mí, cruzando los brazos sobre su pecho.

—No sé, el 10%.

No pude evitar mostrar una reacción exagerada. Mi mente giraba, procesando el impacto de esa cifra. ¿Solo el 10%? Pensar que siendo uno de los miembros principales, el porcentaje que recibía era tan bajo, me dejaba perpleja. Mi intuición ya había sospechado que había algo más detrás de las cortinas, pero escuchar el porcentaje exacto me hizo cuestionar aún más.

—¿Cómo que el 10%?—cuestioné, mi sorpresa era evidente.

Guido encogió los hombros, como si el tema no tuviera mucha importancia para él.

—Sí, hubo mucha gente involucrada en la banda. El porcentaje más grande lo tiene Patricio, pero también hubo muchos otros detrás, que hicieron su parte.

Sus palabras se asentaron en mi mente como una pieza clave del rompecabezas. Aunque ya había sospechado que el dinero no iba completamente a los miembros principales de la banda, escuchar el porcentaje exacto de Guido y el contexto general de cómo se distribuyó el dinero solo confirmaba lo que temía.

El hecho de que Patricio tuviera el porcentaje más grande me llevaba de vuelta a los conflictos y resentimientos que ya conocía. Lo que Guido me había revelado anteriormente, sumado a esta confirmación, pintaba un panorama más complejo de lo que imaginaba. Mientras seguía amasando la masa y escuchaba el retumbar de la lluvia, me di cuenta de que había muchas más capas de intriga y verdad por descubrir en el enredo de la familia Sardelli.

No podía evitar que mi mente divagara hacia la fortuna que rodeaba a Guido y a su familia. A pesar de que él solo cobraba el 10% de los ingresos de la banda, su estilo de vida era excelente. Vivía en un apartamento elegante, conducía autos de alta gama y disfrutaba de lujos que parecían desproporcionados para alguien con solo un décimo de la torta.

Me preguntaba, en medio de esta tormenta de pensamientos, cuánto más podría estar ganando si recibiera una parte justa de los ingresos. El simple hecho de imaginarlo era impactante. El porcentaje que Guido recibía no reflejaba el nivel de vida que llevaba, lo que me hacía pensar en los ingresos ocultos y en la distribución de las ganancias.

Más inquietante era el pensamiento de que la madre de Guido, Alicia, quien había engañado a su hijo y desaparecido de su vida, pudiera estar cobrando un porcentaje mayor. Esa idea me revolvía el estómago. Me imaginaba a Alicia beneficiándose de la fortuna que había sido generada por la banda y por el sacrificio de sus hijos, mientras su presencia en sus vidas solo había traído dolor y engaño.

La cocina estaba envuelta en el calor del horno y en el aroma tentador de la pizza que se cocinaba. La lluvia golpeaba suavemente contra las ventanas, creando un ambiente acogedor y casi mágico. Mientras Guido y yo terminábamos de preparar la pizza, el ambiente se volvió ligero y divertido, contrastando con la gravedad de los problemas que nos rodeaban.

Cicatrices en el pentagrama | GUIDO SARDELLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora