Capítulo 5) Ducha de café

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Subo los escalones con el corazón a mil por hora. El logotipo de Univisión reluce con una elegancia intimidante sobre una fuente moderna. Respiro hondo y trato de calmarme. "Eiza, por favor, no vayas a tropezar ahora", me digo a mí misma mientras entro al vestíbulo.

El lugar es impresionante. Todo es de un blanco brillante, impecable, como si la luz misma viviera aquí. Las recepcionistas lucen como modelos de pasarela: trajes negros, labios rojos y ese aire de seguridad que me hace sentir diminuta. Trago saliva y me acerco al mostrador, rezando para que no se note lo nerviosa que estoy.

-Buenas tardes, soy Eiza Martínez. Vengo para la entrevista.

Una de las recepcionistas me busca en la lista y asiente.

-Suba al piso treinta y dos. Pregunte por Andrea Swan.

Le agradezco y me dirijo al ascensor, tratando de no perder el control. Las puertas se cierran, y de inmediato siento un nudo en el estómago. Mis manos están heladas y sudorosas a la vez. "Esto es demasiado", pienso mientras el ascensor sube rápidamente. Cuando las puertas se abren, el pasillo está lleno de actividad, y las voces de las recepcionistas resuenan en un tono perfectamente profesional.

Respiro hondo y me dirijo a la recepción del piso, preguntando por Andrea Swan. Mientras me siento a esperar, no puedo evitar sentirme fuera de lugar, como si todo en este sitio fuera demasiado perfecto para mí. Cierro los ojos un segundo, intentando calmarme, cuando el sonido del ascensor me hace abrirlos de golpe.

Una de las recepcionistas pasa a mi lado apresuradamente con una bandeja de café. Sin pensarlo mucho, me levanto para prepararme, esperando a ser llamada. En ese preciso instante, me doy la vuelta para avanzar y choco de lleno con alguien que acababa de salir del ascensor. El impacto es tan repentino que la bandeja de café que la recepcionista lleva se tambalea y, antes de darme cuenta, uno de los vasos de café vuela por los aires, aterrizando directamente sobre el traje del hombre frente a mí.

-¡Dios mío, lo siento tanto! -balbuceo mientras trato de comprender lo que acaba de pasar.

El hombre me mira con una expresión impenetrable, su traje negro ahora cubierto de café. Es alto, con una postura que grita autoridad, y sus ojos, oscuros y fríos, se clavan en mí como cuchillos.

-¿Siempre eres tan torpe o es que tienes algo en mi contra? -me dice con un tono bajo, pero severo.

-Yo... de verdad lo siento. Fue un accidente, no... no vi que usted...

Pero antes de que pueda seguir disculpándome, la recepcionista corre con servilletas para tratar de limpiar el desastre, pidiendo perdón una y otra vez.

-Señor Davis, lo siento tanto, de verdad no era nuestra intención...

-¿Davis? -pregunto en voz baja, congelándome en el acto. Mi mente se detiene por un segundo. "No puede ser", pienso, pero lo es. El hombre que acaba de recibir una ducha de café es nada más y nada menos que Wades Nicolás Davis, el dueño de Univisión.

Mi corazón se hunde al darme cuenta de lo que he hecho. "Eiza, lo arruinaste todo", me digo en silencio.

Él me lanza una última mirada antes de hablar, su tono lleno de desdén.

-Acompáñame a mi oficina. Te entrevistaré personalmente.

Me quedo paralizada. ¿Qué acaba de decir? No sé si me está castigando o simplemente disfrutando de mi vergüenza. Andrea Swan, la vicepresidenta que estaba a punto de entrevistarme, parece igual de sorprendida.

-Pero, señor Davis, yo...

-Ahora lo haré yo -dice él cortando la frase de Andrea.

Andrea baja la cabeza, y yo, aún en estado de shock, lo sigo hasta su despacho. Mi mente corre a mil por hora, tratando de procesar lo que acaba de pasar. Cuando entro en su oficina, me siento en una silla, mis piernas temblando. El despacho es enorme, pero ni siquiera puedo concentrarme en la vista.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora