Capítulo 41) No es lo que parece

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Me encontraba sentada en el set de noticias, la luz brillante de los reflectores caía directamente sobre mí, pero por más cálida que fuera, no lograba disipar el frío que sentía en el pecho. El aire estaba cargado, denso; el estudio, aunque amplio y bien iluminado, se sentía sofocante, como si las paredes se cerraran lentamente sobre mí. Podía oír el sonido de las cámaras ajustándose, el leve murmullo de los técnicos, pero todos esos ruidos eran lejanos, irreales. Mi mente estaba atrapada en otro lugar, en la confrontación que inevitablemente tendría con Wades.

Los monitores que rodeaban el set parpadeaban con imágenes de noticias, pero yo apenas podía concentrarme en las palabras que se proyectaban en ellos. Mi corazón latía con fuerza, cada latido retumbando en mis oídos como un tambor.

¿Cómo podía explicarle todo si no estaba dispuesto a escucharme?

—Eiza, estamos listos para salir al aire —me dijo Lourdes, mientras me sacaba de mis pensamientos con una suave sonrisa. Siempre profesional, como si no notara el caos que me envolvía.

—Sí, claro. —Intenté devolverle la sonrisa, pero no logré que se viera sincera. Me acomodé en mi silla, con las luces del set cegándome momentáneamente, y el sonido del conteo antes de comenzar llenando mis oídos. En cinco segundos estaría en vivo, pero por dentro me sentía completamente desconectada.

Miré el reloj frente a mí; faltaban pocos segundos para que todo comenzara. Cinco, cuatro, tres...

Enderecé mi espalda, ajusté mi chaqueta y traté de respirar profundo. El sudor frío me recorrió la nuca, y cuando la señal llegó, sonreí como si nada estuviera mal, como si mi vida no estuviera a punto de desmoronarse.

—Buenas noches, sean bienvenidos a Primer impacto, soy yo Eiza González es un gusto estar con ustedes.. —comencé, mi voz tan profesional como siempre. Pero cada palabra que salía de mi boca era mecánica, como si la Eiza real estuviera en otro lugar, observando desde lejos.

La emisión comenzó. Mi voz fluía mecánicamente, leyendo las noticias con precisión, pero mi mente estaba en otra parte. Cada palabra que decía se sentía distante, como si no viniera de mí.

El programa avanzó sin contratiempos. Las noticias del día se sucedían una tras otra, pero no podría haber repetido una sola de ellas si alguien me lo hubiera pedido. Mi mente estaba en Wades, en Elizabeth, en la grabación que tenía en mi móvil, en las fotos que él había visto. ¿Cómo podía explicarle lo inexplicable?

Cuando el programa terminó, el alivio fue instantáneo pero fugaz. Sabía que la batalla más difícil aún estaba por venir.

Al final del set, Wander me esperaba cerca de la salida, con esa sonrisa amigable que siempre parecía tener.

—Eiza, se nota que hoy tienes mucho en la cabeza —dijo sin rodeos, cruzándose de brazos mientras me miraba con preocupación—. No sé qué pasó, pero cualquiera puede notarlo. Aun así, lo hiciste bien. Has dado un paso gigante, aunque Wades no lo quiera admitir.

—Gracias —le respondí con una pequeña sonrisa—. Solo… son cosas personales. Pero no quiero hablar de eso ahora.

Wander asintió comprensivo, sin insistir. Siempre sabía cuándo dejar espacio. Me despedí rápidamente y salí rumbo a casa.

El trayecto a casa fue tenso. Las calles estaban tranquilas, con las luces de los semáforos parpadeando en amarillo, pero en mi mente, todo era un caos. Cada vez que me acercaba más a la casa, sentía como si el nudo en mi estómago se apretara más fuerte.

Cuando la entrega terminó, apenas pude contener el suspiro de alivio. Había pasado el peor tramo del día, o al menos eso pensé.

Cuando llegué, noté que la casa estaba extrañamente silenciosa, pero al abrir la puerta, me encontré con todos reunidos en la sala. El aire estaba cargado de tensión. Las luces cálidas del salón apenas lograban suavizar el ambiente pesado que me golpeó en cuanto crucé el umbral. Wades estaba de pie, rígido, con el rostro tenso, lleno de enojo. Elizabeth estaba a su lado, con esa sonrisa satisfecha que tanto odiaba.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora