Capítulo 20) Primer impacto

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Salía de Univisión después de un día agotador, con los papeles y notas en mi bolso, cuando de repente la vi. A lo lejos, una niña caminaba de la mano de una mujer, y por un segundo, pensé que era Marie Clere. Mi corazón dio un pequeño brinco, pero pronto me di cuenta de que no podía ser ella; la niña estaba en uniforme escolar y caminaba despreocupada, mientras que Marie Clere siempre tenía esa tristeza en sus ojos. Aun así, la imagen me dejó inquieta. No podía sacarme de la cabeza lo mucho que esa niña se parecía a ella.

No lo pensé dos veces. Sabiendo cómo es Wades, y considerando lo poco que había estado en contacto con Marie Clere últimamente, decidí que era un buen momento para visitarla. Tomé un taxi rápidamente y me dirigí hacia la mansión de Wades.

El trayecto fue corto, pero suficiente para que mi mente comenzara a divagar.  Era algo que no podía entender del todo. ¿Cómo podía un hombre tan poderoso, tan intimidante, ser tan... frío con su propia hija?

Cuando el taxi finalmente se detuvo frente a la imponente mansión, el sentimiento familiar de opresión volvió a mi pecho. Bajé del auto y, por un momento, me quedé inmóvil frente a la entrada, observando la enorme estructura que se erguía ante mí. Las paredes blancas, las columnas altas, las ventanas perfectas... todo irradiaba perfección, pero de alguna manera se sentía vacío, sin vida.

El jardín estaba, como siempre, impecable. Los arbustos perfectamente recortados, las flores ordenadas en hileras precisas. No había ni una hoja fuera de lugar. Mientras caminaba por el sendero de piedra, cada paso resonaba en el silencio de la tarde. Era como si la casa y su entorno estuvieran congelados en el tiempo, esperando algo.

Me acerqué a la puerta principal, una enorme pieza de madera oscura con detalles en hierro forjado, y levanté la mano para tocar el timbre. El sonido resonó como un eco en el vacío. Respiré hondo, intentando calmarme, aunque sabía que cada vez que cruzaba ese umbral, me invadía una mezcla de emociones. ¿Por qué esta casa siempre me hacía sentir así? Como si no perteneciera aquí, como si fuera una intrusa en un lugar lleno de sombras del pasado.

Después de unos segundos que se me hicieron eternos, la puerta se abrió lentamente. Al otro lado, Marie Clere estaba de pie, mirándome con sus grandes ojos oscuros y esa timidez que siempre llevaba consigo.

—Hola, Eiza —dijo con su voz suave, dándome una pequeña sonrisa.

—Hola, Marie Clere —respondí, devolviéndole la sonrisa mientras me agachaba un poco para estar a su altura—. ¿Puedo pasar?

La niña asintió y se apartó para dejarme entrar. Crucé el umbral y, como siempre, el aire de la casa me golpeó de inmediato. Era pesado, casi sofocante. El silencio dentro de la mansión era palpable, como si cada rincón estuviera esperando que algo sucediera. Las fotos de Eliza, la esposa difunta de Wades, seguían dominando las paredes, como guardianas de la memoria de una vida que ya no existía.

Mientras avanzaba por el largo pasillo, observé cada detalle. Las grandes lámparas colgantes, los muebles antiguos perfectamente colocados, el suelo de mármol brillante. Todo era lujoso, pero a la vez distante. No había ni rastro de calidez en este lugar, y me pregunté, no por primera vez, cómo era posible vivir en una casa tan hermosa y sentirse tan solo.

Marie Clere me condujo hacia la sala de estar, donde me senté en uno de los sillones tapizados en cuero. La niña se sentó frente a mí, con las manos cruzadas en su regazo, mirándome con esos ojos curiosos y tristes.

—¿Cómo has estado? —le pregunté, tratando de romper el hielo.

Marie Clere se encogió de hombros. Sabía que no era fácil para ella abrirse, pero también sabía que algo la inquietaba. La última vez que hablé con ella, me contó lo difícil que era no tener a su padre cerca en los momentos importantes, y yo no podía dejar de pensar en lo injusto que eso era.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora