Capítulo 15) Un ascenso

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Llegué a casa con el cuerpo cansado, sintiendo el peso de cada paso que daba. Cerré la puerta detrás de mí y suspiré profundamente, como si con ese aire pudiera soltar toda la tensión acumulada en el día. El silencio de la casa me envolvía, y por un momento, pensé que esa quietud sería mi única compañía.

Me dirigí hacia el sofá, dejando mi bolso sobre la mesa de café, cuando vi que mi teléfono vibraba con una notificación. Lo tomé, esperando algún mensaje rutinario, pero lo que vi me dejó sin aliento. Ahí estaba, en la pantalla, un mensaje que no me esperaba.

"Felicidades, Señora Eiza González Martínez. A partir del próximo mes, serás ascendida oficialmente como periodista en uno de los programas de noticias de Univisión."

Recursos humanos & Grupo de noticias Univisión.

Me quedé en shock, literalmente ojiplática. Mi mente tardó en procesar lo que acababa de leer. ¿Ascendida? ¿Periodista en Univisión? El corazón comenzó a latirme más rápido, sentí un calor extraño que subía desde mi pecho hasta mi cara. Inmediatamente, una mezcla de incredulidad, emoción y confusión se apoderó de mí.

¿De verdad? ¿Era eso real? ¿Después de todo lo que había pasado? No podía creer que me estuvieran dando lo que tanto había deseado. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero esta vez no eran de tristeza, sino de una euforia contenida.

Solté el teléfono y me dejé caer en el sofá, con una sonrisa nerviosa dibujándose en mis labios. El peso que había estado sintiendo todo el día empezó a disiparse. Aunque una parte de mí seguía en conflicto por lo que había hecho, este ascenso lo sentía como una pequeña victoria en medio de la tormenta.

Pero, mientras me recostaba, la notificación de otro mensaje llegó. Era de Wades.

"Te doy el día libre. Disfrútalo."

Wades Nicolás Davis.

Leí esas palabras varias veces, intentando descifrar su tono. ¿Era amabilidad? ¿Una compensación? No lo sabía, pero tampoco quería darle vueltas. Por ahora, lo único que importaba era el ascenso. Mis emociones seguían revolviéndose dentro de mí, pero decidí por una vez permitirme sentir esa pequeña chispa de felicidad. Era un pequeño respiro en medio de la tormenta que era mi vida.

Aún temblando de la emoción, me levanté del sofá y caminé hacia la ventana. El mundo allá afuera seguía igual, pero dentro de mí, algo había cambiado. Esto era lo que siempre había soñado, y aunque no llegaba de la manera que hubiera imaginado, no podía negar lo bien que se sentía.

Miré la ciudad iluminada frente a mí, sintiendo que, tal vez, después de todo, había una pequeña esperanza de que las cosas pudieran mejorar.

Esa mañana, después de leer el mensaje y de que la emoción inicial se asentara, decidí que necesitaba enfocarme en mi trabajo. La fotografía siempre había sido mi refugio, el único lugar donde podía escapar, al menos por unas horas, de la realidad que me envolvía. Así que me vestí, tomé mi equipo y me dirigí al estudio fotográfico.

El centro de fotografía estaba relativamente vacío cuando llegué, lo cual agradecí. Las luces tenues y el eco de mis pasos sobre el suelo de madera creaban un ambiente tranquilo, casi como si el lugar me diera la bienvenida en silencio. Mientras preparaba mi cámara, ajustando el trípode y revisando las luces, podía sentir cómo mi mente intentaba enfocarse solo en los detalles técnicos: el ángulo, la iluminación, el enfoque. Cada click de la cámara era un intento de silenciar el caos interno que no dejaba de acecharme.

Trabajé sin descanso, tratando de perderme en la rutina del día. Fotografié algunos productos y retratos de clientes, concentrándome en capturar la luz justa, en encontrar ese momento perfecto en cada imagen. Pero por más que lo intentara, mi mente no dejaba de divagar. Las sombras de mis decisiones recientes se mezclaban con la luz que intentaba capturar.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora