Capítulo 7) Vulnerable

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Me desperté con el sonido del maldito despertador. Miré la hora en mi teléfono: "7:30 AM". Me quedaba solo una hora para llegar a Univision y, con el tráfico que había a esa hora, sabía que no la tendría fácil. Me levanté de golpe, como si eso fuera a ayudarme a adelantar el tiempo, y me vestí con lo primero que encontré.

Mientras bajaba las escaleras de mi apartamento, revisaba mentalmente mi agenda: tenía que reunirme con Andrea, mi jefa directa, para coordinar las tareas del día. Y, por supuesto, tendría que lidiar con Wades, el CEO de Univision. Él no me dirigía la palabra a menos que fuera para pedirme algo absurdo.

Tomé un taxi para evitar el caos del transporte público. Ya era suficiente con la tensión de la tesis, el trabajo como fotógrafa, y las deudas médicas de mi madre. No iba a añadir la incomodidad de un bus lleno de gente. Al llegar a Univision, me ajusté el blazer, tratando de aparentar un control que no sentía, y me dirigí a la recepción.

Andrea me esperaba, con su cabello perfectamente recogido y una expresión neutra. Era imposible saber si estaba molesta o simplemente seguía su protocolo de siempre. 

—Eiza González Martínez —me llamó al acercarme—. Hoy tienes que encargarte de unas llamadas y, por cierto, Wades quiere verte en su oficina a las 9. 

—¿Para qué? —pregunté con una mezcla de cansancio y curiosidad. 
—No lo sé. Pero mejor no lo hagas esperar. —Andrea me dio una sonrisa forzada antes de desaparecer hacia su oficina.

Apenas me acomodé en mi escritorio, el teléfono sonó. Lo miré y suspiré. Era la línea de Wades. 

—González Martínez, ven a mi oficina —su voz sonaba igual de fría y distante como siempre. 

—Enseguida, señor Wades —respondí con una profesionalidad que no sentía.

Caminé hacia su oficina con paso firme, aunque por dentro el nerviosismo me comía viva. Entré sin pensarlo mucho, y ahí estaba él, detrás de su enorme escritorio, revisando documentos. Ni siquiera me miró cuando habló: 
—Quiero que redactes unas cartas de agradecimiento para los patrocinadores de nuestro próximo evento. Las necesito antes del mediodía. 

—¿Eso es todo? —pregunté sorprendida. 

—Eso y tráeme un mocchiato  —añadió sin levantar la vista de los papeles.

Sentí cómo la rabia comenzaba a burbujear. No había estudiado periodismo ni trabajado duro para acabar siendo la chica de los cafés. Pero me tragué el orgullo. "Paciencia, Eiza", me dije a mí misma, mientras asentía. 

—Enseguida se lo traigo.

Salí de la oficina sintiéndome una mezcla de humillada y frustrada. "Café de Starbucks... ¿Qué sigue? ¿Limpiarle los zapatos?", pensé mientras bajaba al primer piso. Al salir del edificio, vi la interminable fila del Starbucks en la esquina y casi me doy por vencida. "Si esto no es una broma, no sé qué lo es", murmuré para mí misma.

Después de esperar más de media hora, finalmente tenía el café en la mano. Estaba cansada, y mis pies dolían por los tacones. "Lo que hago por mantener este maldito trabajo", pensé, mientras regresaba a Univision.

Entré a la oficina de Wades y le dejé el café sobre su escritorio. 

—Aquí tiene su café, señor Wades. 
—Ya no lo quiero. —Su respuesta fue tan fría y seca como siempre.

No podía creerlo. Sentí la sangre subir a mi rostro. 

—¿Cómo que no lo quiere? ¡Acabo de pasar casi una hora haciendo la fila para traerle este café! —le espeté, incapaz de contenerme. 

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora