Capítulo 16) El fantasma de Eliza

24 2 0
                                    

Me vestí con una camisa azul cielo, de tela suave, ajustada pero sin ser provocativa. La combiné con una falda lápiz negra, que me llegaba justo por encima de las rodillas. La tela se ajustaba a mis muslos, marcando mi silueta sin ser demasiado evidente. Me recogí el cabello en una coleta alta, buscando un equilibrio entre lo formal y lo relajado. Quería sentirme segura, proyectar confianza, aunque por dentro llevaba un nudo de nervios.

Caminé hacia la oficina de Wades, con cada paso más consciente del sonido de mis tacones sobre el suelo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminé hacia la oficina de Wades, con cada paso más consciente del sonido de mis tacones sobre el suelo. Abrí la puerta con calma, controlando mi respiración, pero en cuanto lo vi, mi corazón dio un vuelco. Estaba sentado detrás de su escritorio, su mirada fija en unos documentos, pero cuando levantó la vista y me vio entrar, su expresión cambió.

Sus ojos se movieron lentamente, estudiándome con una intensidad casi insoportable. Mi piel reaccionó al instante, erizándose bajo el escrutinio. Primero me miró el rostro, pero no tardó en bajar la vista, recorriendo con descaro mi cuerpo. Sentí su mirada posarse en mis piernas, como si estuviera midiendo cada centímetro de piel que la falda dejaba ver. Era una sensación extraña, incómoda, como si me desnudara sin ni siquiera moverse.

Intenté mantenerme firme, pero el aire en la habitación se sentía más denso, cargado de una tensión que hacía difícil respirar. Mis manos, antes relajadas, ahora temblaban ligeramente, aunque las mantenía firmes a mis costados. Él no dijo nada al principio, solo seguía observándome, sus ojos oscuros llenos de algo que no podía definir del todo: ¿deseo? ¿control? Me sentía atrapada, como si no pudiera escapar de su mirada.

No podía dejar de notar el modo en que sus pupilas se dilataban cuando sus ojos se detenían en mis muslos, como si disfrutara del poder que tenía sobre mí, de mi nerviosismo evidente. Intenté decirme que era solo un jefe, que yo tenía el control sobre mis reacciones, pero no podía ignorar la incomodidad que crecía en mi estómago. Mis piernas, antes seguras y fuertes, ahora se sentían débiles, como si su mirada las hubiera debilitado, como si me quitara la firmeza con la que había entrado.

Me mordí el labio, sintiendo cómo mi respiración se aceleraba por segundos, aunque intentaba mantenerla bajo control. La habitación, llena de muebles de lujo y ese olor a madera pulida y cuero, de repente parecía mucho más pequeña. Estaba atrapada en su mirada, y aunque quería mirar a otro lado, no podía apartar los ojos de él. Sentía una mezcla de repulsión y rabia. Sabía lo que estaba pensando, lo veía en sus ojos, y eso solo intensificaba la sensación de vulnerabilidad.

Mi boca estaba seca. Me sentí expuesta, vulnerable, y por un segundo, quise salir corriendo de ahí, alejarme de esa mirada que parecía despojarme de toda dignidad. Pero me quedé quieta, obligándome a resistir, a no dejar que notara mi nerviosismo.

La oficina de Wades estaba impregnada de una luz cálida que se filtraba a través de las amplias ventanas, proyectando un brillo dorado en los muebles de madera oscura y el suelo pulido. La luz creaba patrones sutiles en las paredes y destacaba la opulencia del entorno. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, que aumentó a medida que me acerqué a Wades.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora