Capítulo 15) Un ángel llamado Marie Clere

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Llegué a casa agotada, tanto física como mentalmente. El día en Univisión había sido un caos absoluto, y no podía quitarme de la cabeza la forma en que Wades me había gritado frente a su padre y su hermano. Aún sentía la humillación corriendo por mis venas mientras cerraba la puerta detrás de mí. No tardé mucho en encontrar a Elara en la sala, revisando unos papeles con la televisión encendida en un volumen bajo. Sabía que tenía que hablar con ella; necesitaba desahogarme.

-Elara, tienes un minuto?-le pregunté mientras me dejaba caer en el sillón frente a ella.

Elara me miró con curiosidad, notando mi tono cansado y probablemente la tensión en mi rostro.

-Claro, ¿qué pasó?-respondió, dejando los papeles a un lado y enfocando toda su atención en mí.

Solté un largo suspiro, preguntándome por dónde empezar. Le conté lo que había sucedido en la oficina: cómo Wades había aparecido tarde en el día, el frío saludo entre él y su padre, y el extraño comportamiento de Wander, su hermano. Pero lo peor fue la explosión de Wades hacia mí, ese grito lleno de rabia que había estallado cuando entré con los cafés.

-Me gritó como si hubiera hecho algo terrible, solo por no tocar la maldita puerta -dije, agitando mis manos para enfatizar mi frustración-. ¡Delante de su padre y de su hermano! Sentí que quería que me desintegrara ahí mismo.

Elara frunció el ceño, claramente molesta por lo que le estaba contando.

-¿Y qué hiciste? -preguntó, su tono serio.

-Nada, ¿qué podía hacer? Solo me fui. Pero créeme, no se va a quedar así. No puedo seguir soportando que me trate de esa manera solo porque es mi jefe.

Elara me miró con empatía, pero también con esa sabiduría que siempre parecía tener. Sabía que no me diría directamente qué hacer, pero su apoyo silencioso era lo que necesitaba en ese momento.

Después de desahogarme un poco, cambiamos de tema. Era tarde, y sabíamos que teníamos que ir al hospital a ver a nuestra madre. Había estado mejorando en los últimos días, y ambas ansiábamos cualquier noticia positiva.

-Vamos a ver a mamá, le dije, poniéndome de pie. Elara asintió y se levantó también. Nos pusimos nuestras chaquetas y salimos rumbo al hospital.

Cuando llegamos, el ambiente en la habitación era mucho más positivo que las visitas anteriores. El aire no estaba cargado de esa sensación de incertidumbre que tantas veces habíamos sentido al entrar. Mi madre estaba sentada en la cama, con una sonrisa débil, pero genuina, en el rostro. La luz del atardecer entraba suavemente por la ventana, iluminando el cuarto con un tono cálido y acogedor.

El doctor llegó poco después de nosotras, con una sonrisa que desde el principio me dio una buena señal.

-Buenas tardes, señoritas -nos saludó con un tono amable-. Quería hablar con ustedes sobre el estado de su madre.

Mi corazón latía un poco más rápido, esperando escuchar buenas noticias.

-Hemos visto una mejora significativa en su condición -continuó-. Si todo sigue así, en unos días podría estar lista para regresar a casa.

Sentí cómo una inmensa ola de alivio me invadía. Miré a Elara, que tenía los ojos brillando con esperanza. Nuestra madre podría volver a casa. Era la noticia que habíamos estado esperando durante tanto tiempo.

-Gracias, doctor -dijo Elara, claramente emocionada.

Después de que el doctor se marchara, nos quedamos un rato más con nuestra madre. El ambiente era mucho más ligero ahora. Hablamos de cosas simples, como las comidas que más le apetecían cuando volviera a casa, y bromeamos sobre cómo tendríamos que cuidarla durante los primeros días. La risa volvió a llenar la habitación, y por un momento, todo el estrés y las preocupaciones del trabajo, de la vida, parecían desvanecerse.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora